La brecha del cambio climático
Deshielo de la franja Larsen B de la Antártida. Foto: Greenpeace
El académico y catedrático de Historia de la Ciencia de la UAM José Manuel Sánchez Ron hace balance de un año marcado por el cambio climático, los cien años de la Junta de Ampliación de Estudios y los avances en medicina regenerativa.
¿Ha servido para algo -esto es, para acercar la ciencia a la sociedad- el Año de la Ciencia? Es, claro, imposible responder a semejante pregunta, porque, al igual que en otros muchos dominios, los esfuerzos por hacer que la ciencia no sea considerada una rareza relevante únicamente a unos pocos, raramente producen efectos inmediatos. He dicho “al igual que en otros dominios”, una frase que pocos años podremos comprender mejor que en este 2007 que ahora nos abandona. Porque sin que se hayan producido novedades científicas particularmente llamativas relativas al conocimiento de los mecanismos que operan en la configuración y evolución del clima terrestre, este año hemos sido testigos de la consagración del tema del cambio climático. Aunque aún queden escépticos, el problema del cambio climático se ha convertido en la gran estrella del 2007 y en prominente protagonista de la agenda política mundial. Y el mundo editorial, que suele estar a la que salta, se ha hecho eco de ello. De la legión de títulos publicados, yo resaltaría dos: La venganza de la Tierra de James Lovelock, y Una verdad incómoda, de Al Gore, un texto superficial donde los haya pero con la virtud, que con tanta habilidad explota su autor, de transmitir a la sociedad el mensaje de:“cuidado. Estamos jugando con fuego y no hay tiempo que perder”.
Si abandonamos este tema y buscamos en el mundo de lo puramente científico, preguntándonos qué novedades más importantes se han producido, acaso sea menor este año el número de las que muestran de manera inmediata su carácter, digamos, “rompedor”. Inmersos como estamos en una nueva revolución científica que tiene en su epicentro las ciencias biomédicas, en general, y las biológico-moleculares, en particular, no es sorprendente que algunas procedan de este dominio. Dos son, en mi opinión, las más notables. La primera, la “producción” de células madre a partir de células indiferenciadas de la piel, o, por decirlo más correctamente, de células madre no embrionarias. Este nuevo hallazgo no hace sino resaltar la importancia que tiene comprender (esto es, desarrollar un marco teórico que explique) el por qué un tipo de células tiene la fantástica propiedad de poder convertirse en células de tejidos muy diferentes. En cualquier caso, lo que está claro es que las células madre no embrionarias facilitarán las investigaciones en el ideológicamente minado campo que son las ciencias biomédicas.
La segunda novedad a la que aludía se debe al famoso y activo Craig Venter, el líder de la “versión privada” del Proyecto Genoma Humano, que durante este año dio a conocer que había “hecho explotar” las hasta ahora aparentemente sacrosantas barrenas entre especies diferentes, trasplantando el ADN completo de un especie bacteriana, Micoplasma mycoides, a otra, Micoplasma capricolum, con el resultado de que ésta quedó transformada en la primera. ¿Conducirá en el futuro el camino ahora abierto a lograr, ya en especies más complejas, introducir genomas de una especie en cuerpos de otras, “fabricando” de esta manera seres a los que ya no servirá el mero nombre de transgénicos, puesto que serán mucho más, nuevas especies peculiares mezclas de dos? ¡Ay, si Darwin levantase la cabeza, cuánto se sorprendería y cuánto disfrutaría su inquieta alma de investigador! Por cierto, se acaba de publicar (en inglés) la autobiografía de Venter: A Life Decoded: My Genome. My Life.
Fuera de las ciencias biomédicas, lo que más me llama la atención es no un descubrimiento nuevo, sino las observaciones que confirman que en realidad conocemos muy poco de nuestro universo. Me refiero al problema de la materia y la energía oscura. Es casi increíble, pero resulta que sólo hemos identificado en torno al 5 por ciento del contenido del universo; del resto, algo (la materia oscura) tiende a mantener unido el universo, a hacer que se contraiga, mientras que lo otro (la energía oscura) lo separa, haciendo que se expanda más rápidamente de lo esperado. Se trata de una magnífica noticia, aunque hable de ignorancias, ya que significa que podremos continuar durante mucho tiempo disfrutando del placer de descubrir; que existen aún gigantescos continentes científicos que esperan su Cristóbal Colón. Brindemos, pues, al acabar 2007, por una larga vida para la ciencia. n