Image: La promesa de Shanghai, de Víctor Erice

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Cine

La promesa de Shanghai, de Víctor Erice

7 noviembre, 2001 01:00

71. TORRE. GALERíA. DíA.
Susana posa para Dani en silencio. Contemplamos diversos aspectos de la realización del dibujo, a través de los cuales percibimos cómo el artista trata de adelantar su trabajo todo lo que puede. Del fondo de la casa, llega la voz de Anita, cantando: "Amapola, lindísima amapola, no seas tan ingrata, ámame..."

SUSANA
¡Cómo se nota que no tiene que ir esta tarde a trabajar!
DANI
¿Y eso?
SUSANA
Es que están desinfectando el Mundial.

Se oye un taconeo procedente del pasillo. Anita entra en la galería llevando en la mano un cinturón blanco. Deja de cantar y anuncia, alegre:

ANITA
Ya me había olvidado cómo eran los domingos.

Cuando acaba de ceñirse el cinturón, cierra levemente los ojos y hace una inspiración profunda, para dar a entender cuánto agradece que el vapor de los eucaliptos flote en la galería.

ANITA
Has traído eucaliptos. ¡Qué bien, Dani, qué bien!

Anita lleva puesto un airoso vestido estampado con botones blancos, zapatos del mismo color, de tacón alto, y un collar de corales. Luce medias finas de gruesa costura, se ha pintado los labios y está muy guapa. Dani se queda embobado mirándola. Susana lo percibe todo desde su lecho, con expresión seria y reconcentrada.

Justo en ese momento entra Forcat. Enfundado en un sobado traje gris, escuda sus ojos tras las gafas de sol. Mantiene un actitud envarada, que contrasta con la desenvoltura que habitualmente muestra cuando circula solo por la casa enfundado en su batín oriental. Es la primera vez que se presenta junto a la señora Anita endomingado, dispuesto a salir a la calle formando pareja con ella. Después de dar un par de pasos en el interior de la galería, se ha quedado inmóvil, aguardando en silencio, los brazos caídos a lo largo del cuerpo. Para aliviar la tensión, Anita sonríe a Dani y le pregunta algo cuya respuesta ya conoce:

ANITA
¿Te quedas a hacerle compañía a mi niña hasta que volvamos?

DANI
Sí, claro.

Se acerca a la cama para despedirse de Susana.

SUSANA
¿Adónde vais?

Anita se vuelve, preguntando:

ANITA
¿Adónde me vas a llevar, Nandu?

FORCAT
¿Te apetece dar un paseo por el puerto?

La expresión de la mujer se ilumina como si fuera una niña.

ANITA
¿En una golondrina?

FORCAT
Si tú quieres...

ANITA
¡Claro que quiero!

Anita da un beso a su hija.

ANITA
Sed buenos.

FORCAT
No vendremos tarde.

Forcat inicia la retirada, y Anita le sigue:

ANITA
Hasta luego, chicos.

La pareja desaparece por el pasillo. Susana sonríe con picardía. Se levanta enfatizando unos gestos de sigilo, coge la bata y empieza a ponérsela, acercándose al ventanal.
Anita y Forcat atraviesan el jardín. Ella se cuelga del brazo del hombre y, volviéndose ágilmente para mirar por encima del hombro, levanta la pierna por detrás y con la otra mano endereza la costura de una sus medias, riéndose. Inmóvil, un poco solemne, Forcat le ofrece el brazo esperando que termine el retoque. Desde la galería, Susana y Dani observan a la pareja.

SUSANA
¡Qué dos!

Al llegar a la verja, Forcat cede el paso a Anita. Se oye el chirrido de los goznes enmohecidos.

SUSANA
¿No crees que se ha olvidado de mi padre?

DANI
¿Quién?

SUSANA
¡Quién va a ser!

DANI
Yo no entiendo de mujeres.

SUSANA
¡Y que lo digas!

DANI
Lo que sí parece es más contenta.

SUSANA
Eso es verdad... Y ya no bebe.

Forcat y Anita se alejan cogidos del brazo, calle abajo.

72. TORRE. GALERíA. DíA.
Ha pasado un pequeño espacio de tiempo. Susana, que está sentada al borde de la cama, abre el cajón de la mesilla y saca un espejito y una barra de carmín.

SUSANA
Hoy es fiesta y en algo se tiene que notar, digo yo.

Empieza a pintarse cuidadosamente los labios. Su boca se hace adulta, encendiéndose más y más a cada enérgica pasada de la barra de carmín. Cuando acaba, se vuelve hacia Dani.

SUSANA
¿Qué tal?

Sentado a la mesa camilla, Dani levanta los ojos del tebeo que está leyendo.

SUSANA
A que estoy guapa...

DANI
Como te vea tu madre, verás.

Ella hace un gesto cariñoso de reproche:

SUSANA
¡Qué soso eres!

Un golpe de tos le asalta. Enseguida se quita la bata, y se mete en la cama. Desde allí mira a Dani, los ojos brillantes:

SUSANA
Te gusta espiarme.

DANI
Espiar, ¿yo?

SUSANA
Sí, tú. Que te he visto. Cuando la Betibú me daba las friegas, no te hagas el tonto.
Dani, turbado, no sabe qué decir. Ella cambia de expresión y pregunta:

SUSANA
¿Quieres oír los ruiditos que hace mi pulmón?

DANI
¿Se oyen?

SUSANA
Ven... No tengas miedo.

Dani se sienta en la cama. Susana echa la cabeza hacia atrás.

SUSANA
Pega la oreja... aquí...

Y se señala un punto del pecho, sobre el camisón. Dani se inclina con toda clase de prevenciones. Entonces Susana coge su cabeza con ambas manos, la baja un poco más, y moviéndola suavemente, la coloca sobre su pecho izquierdo.

SUSANA
¿Lo oyes?

Una pausa.

DANI
No...

SUSANA
Pon la cabeza bien.

Ha vuelto a levantar la cabeza de Dani y la pone de nuevo en el mismo sitio.

SUSANA
Dicen que es como un zumbido...

él cierra los ojos sintiendo en la mejilla la suave firmeza del pecho de ella.

SUSANA
¿Lo oyes?

DANI
Todavía no.

Susana vuelve a desplazar la cabeza del chico.

SUSANA
¿Y ahora?

DANI
Ahora, sí.

Sus ojos se encuentran. Dani está turbado. Ella capta el sentido de su turbación.

SUSANA
Pero ¿qué haces?

Fría y desdeñosa, rompe bruscamente el juego que ha creado, apartando al chaval. Al percibir su excitación, se echa a reír:

SUSANA
¡Bobo!

Recupera su gato y se vuelve de golpe hacia la pared.

SUSANA
¡Ahí te quedas!

Dani se pone en pie, sin saber muy bien qué actitud adoptar. Mira su reloj de pulsera, pensativo. Susana tose: una, dos, tres veces. Inquieta, se revuelve en la cama. De nuevo ofrece su rostro al chico, los ojos semicerrados y burlones asomando entre las orejas del felino de felpa.

DANI
Susana...

SUSANA
Que...

DANI
Tú quieres que acabe el dibujo, ¿sí o no?

SUSANA
Sabes de sobra lo que yo quiero.

DANI
Es que si me ayudaras, igual lo acababa hoy.

Susana se incorpora con rapidez. preguntando incrédula.

SUSANA
¿Hoy?

DANI
Sí...

SUSANA
¡Por qué no me los has dicho antes!

Con un pañuelito, empieza a quitarse rápidamente el carmín de los labios.

(ENCADENADO. PASO
DE TIEMPO)
Un lápiz amarillo colorea una zona del dibujo de Susana. Da la impresión de que está acabado. La voz de Dani nos lo confirma.

DANI (Off)
Creo que ya está.

Susana casi no se lo puede creer.

SUSANA
¿En serio?

DANI
Sí... ¡Se acabó!

Dani se levanta y entrega el dibujo a la chica. ésta lo mira con atención. Allí está ella, tumbada boca arriba en la cama, el brazo izquierdo doblado bajo la nuca, la cara muy pálida, ojerosa y distante, un clavel amarillo en el pelo y el gato negro de felpa sentado muy tieso y vigilante detrás de su cabeza. La colcha cuelga con una estudiada y romántica negligencia desde el borde de la cama hasta rozar el suelo. Detrás aparece la gran vidriera y más allá el sauce llorón del jardín, y aún más al fondo y arriba, dominado toda la escenografía, la chimenea vomitando su humo negro.

SUSANA
El capitán se pondrá muy contento. Ya tiene la estampita que quería.
Le devuelve el dibujo a Dani:

SUSANA
Pero ahora no te escapes. Tienes que hacerme el otro dibujo. ¿Me oyes?
Dani se ha quedado distraído, observando su trabajo. Se disculpa:

DANI
Sí, perdona... No te preocupes, te lo prometí y lo haré. Pero antes a ver qué le parece este dibujo al capitán.

73. PLAZA FUNDADOR. FARMACIA ABREU. DíA.

73A. A la mañana siguiente, el dibujo está en las manos de Blay, que le echa un enésimo vistazo mientras cruza a grandes zancadas la plaza del Fundador en dirección a la farmacia, acompañado por Dani.

CAPITáN BLAY
El mensaje está claro y eso es lo que importa. Aunque no poco más de anemia en la cara de Susanita no habría venido mal. Ahora mismo vamos a comprobar si es verdad que una imagen vale por mil palabras.
Dicho y hecho, Blay empuja la puerta de la farmacia y, seguido por su escudero, entra.

73B. Mientras su hija, la señorita Cecilia, atiende a la clientela, don Cosme, el farmacéutico, observa en silencio el dibujo. Junto a él, con su carpeta de firmas en la mano, Blay parece un tanto mosqueado. El farmacéutico entrega el dibujo a Dani, coge al capitán del brazo y se lo lleva a un rincón. Medita un instante lo que va a decirle, mirándole con unos ojos llenos de lástima. En voz baja, confidencial, le habla:

DON COSME
Mire, Blay, usted estuvo demasiado tiempo encerrado en su cassa, con una herida en la cabeza, y aún no está curado...

La reacción de Blay es inmediata:

CAPITáN BLAY
Pare usted el carro, señor licenciado, que le veo venir. Va a firmar, ¿sí o no?

DON COSME
Ya le he dicho que...

Pero el otro no le deja seguir.

CAPITáN BLAY
Quítese esa venda que alguien que yo me sé, dotado de muy malas artes, le ha puesto en los ojos. Usted debería ser el primero en preocuparse por la salud de sus vecinos, que no sea la enfermedad solamente motivo de negocio y prosperidad.

Don Cosme protesta:

DON COSME
Hombre, no me diga esas cosas.

Pero el capitán ya se ha subido encima de la báscula que hay en un ángulo y desde allí se dirige a la concurrencia, señalándosela al farmacéutico con un amplio gesto. La flecha que dentro de una esfera indica el peso por encima de su cabeza oscila continuamente, según va declamando.

CAPITáN BLAY
Observe bien, licenciado, y vea. En sus caras está pintado el verdadero mal que les aqueja. Reconozca que todos esos remedios que tiene ahí...
Blay apunta con su dedo índice la infinidad de medicamentos distribuidos por las estanterías del local.

CAPITáN BLAY
... de nada sirven. Que es enfermedad del alma la que padecen estos pobres vecinos nuestros.

Los clientes se quedan estupefactos. Una señora comenta, muy enfadada:

SEñORA
¡Pero qué dice este loco! Pobre será usted. ¡Ande, y déjenos en paz!

Blay no se da por enterado, como de costumbre.

CAPITáN BLAY
¡Ciudadanos, prestadme atención! Dolç va a arruinar la salud de este barrio. Si la chimenea venenosa de ese Herodes sigue funcionando, muchos inocentes no llegarán a mayores: ¡morirán! Como ya está a punto de hacerlo la niña de ese dibujo que mi ayudante tiene en la mano. Véanlo si quieren infromarse.

La señorita Cecilia abandona muy enfadada la caja registradora, recoge la carpeta de las firmas que está encima del mostrador y la pone con gesto autoritario en las manos de Dani:

SEñORITA CECILIA
Si no le sacas de aquí ahora mismo, llamo a la policía.

DANI
Pero si no ha hecho nada malo...

Pero Cecilia -que no sale a su padre- insiste, amenazando.

SEñORITA CECILIA
¡Que llamo a la policía!

73C. El capitán abandona furioso la farmacia, las manos a la espalda, mirando al suelo, seguido por Dani. La señorita Cecilia aparece en el umbral del establecimiento unos segundo después, con el dibujo de Susanita en la mano, llamando:

SEñORITA CECILIA
¡Dani!

El chico vuelve sobre sus pasos y recoge el dibujo. Luego, corre para alcanzar a Blay.

NARRADOR
"El dibujo de la niña tísica y la chimenea venenosa, que había de conmover definitivamente todas las conciencias del vecindario, no dio los resultados que el capitán había previsto."