La espiga se moja
La 47 edición de la Seminci apuesta por el compromiso social
24 octubre, 2002 02:00Escena de Tracker, de Rolf de Heer
La Seminci alcanza el 25 de octubre su 47 edición. A la luz de sus propuestas para la sección oficial, durante los próximos nueve días ofrecerá un suculento menú de cine autoral. El certamen, que sigue fiel a sus señas de identidad, proyectará los últimos trabajos de cineastas ilustres como Costa-Gavras, Robert Guédiguian, Ken Loach, Zhang Yimou o Atom Egoyan. El cine español estará representado por el debutante Eduard Cortés, así como por las participaciones de Gutiérrez Aragón, Ventura Pons y Carlos Saura fuera de concurso. En las secciones retrospectivas, se repondrán las obras de Basilio Martín Patino y Wong Kar-wai. Como plato final, el certamen estrena una copia restaurada de El gran dictador de Chaplin.
Férrea coherencia
ésta será la decimonovena edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid dirigida por Fernando Lara y por su equipo. Diecinueve años que han consolidado un modelo de férrea coherencia con sus señas de identidad. De ahí que el encuentro castellano ofrezca este año, de nuevo, una extensa radiografía testimonial de las heridas que se abren actualmente en la sociedad contemporánea y una poliédrica reflexión sobre aquellas otras que la Historia del siglo todavía no ha conseguido cerrar.
Diecisiete largometrajes, todos ellos en competición por la codiciada Espiga de Oro, se encargarán de ello. El británico Ken Loach, los hermanos belgas Luc y Jean-Pierre Dardenne, el francés Robert Guediguian, el norteamericano Larry Clark, el germano Andreas Dressen y el español Eduard Cortés se encuentran entre los que han optado por hundir el bisturí de su cámara en diferentes aspectos de la sociedad actual.
El primero de los citados lo hace con Sweet Sixteen: un valioso testimonio de los limitados horizontes que las clases humildes de la Inglaterra de Tony Blair pueden ofrecer a una adolescencia en trance de perderse por falta de brújula: precisamente el mismo tema que late, si bien con acordes muy diferentes, bajo las propuestas respectivas de los hermanos Dardenne (El hijo) y de Larry Clark (Ken Park). Los primeros, con una obra de imágenes tan duras como ásperas, prolongación coherente del discurso de fondo emprendido con Rosetta.
El segundo, aliado esta vez con Ed Lachman, dispuesto a ofrecer un desconcertante retrato de los hijos de la clase media americana. Robert Guediguian, siempre fiel al certamen que le dedicó ya una extensa retrospectiva en 1999, regresa a Valladolid con una respetuosa y honesta indagación en los pliegues contradictorios de un triángulo amoroso (Mari-Jo y sus dos amores), mientras que el español Eduard Cortés reincide, con La vida de nadie, en el mismo tema abordado ya antes por Laurent Cantet (El empleo del tiempo) y por Nicole García (El adversario): las trampas sociales y los autoengaños de los que puede llegar a ser víctima un honesto padre de familia y un solvente profesional de éxito, interpretado aquí por José Coronado. Adicionalmente, el germano Andreas Dressen se ocupa de retratar las dificultades del vivir cotidiano dentro de una pequeña y oscura ciudad contemporánea del este alemán.
Otros directores han optado por mirar hacia atrás y por interrogar a la Historia. Es el caso de Costa Gavras, que estrenará en España su polémico y controvertido recordatorio de la connivencia entre las jerarquías de la iglesia católica y la maquinaria criminal nazi (Amén), del canadiense Atom Egoyan -otro más de los autores "de la casa"- con su investigación en la memoria del éxodo y del calvario del pueblo armenio (Ararat), de la argelina Yamina Bachir, con su retrato de la trágica coyuntura en la que se ven atrapadas las mujeres durante los años más duros del terrorismo en su propio país (Rachida) o de la alemana Caroline Link, que se adentra en la trastienda y en los avatares de una familia judía, durante su exilio en Kenia a partir de 1938, con el relato de Un lugar perdido de áfrica.
Cineastas ilustres
El abanico competitivo se completa con los nuevos y esperados trabajos de cineastas tan ilustres como los hermanos Paolo y Vittorio Taviani (Resurrección) y el chino Zhang Yimou (Happy Times), a los que deben añadirse una coproducción hispano-argentino-uruguaya (El último tren, de Diego Arsuaga), otra mejicano-española (La habitación azul, de Walter Doehner), la producción danesa Pequeños contratiempos, dirigida por Anette K. Olsen, y la canadiense The Tracker, de Rolf de Heer. La actriz española Ana Fernández, la escritora Rosa Regás y el historiador mejicano Leonardo García Tsao formarán parte del jurado encargado de componer el palmarés.
Fuera de concurso, pero también dentro de la sección oficial, se estrenará la película con la que el actor Peter Mullan ganó el León de Oro en el pasado Festival de Venecia (Las hermanas Magdalena) y tres platos fuertes del cine español: un documental de Ventura Pons sobre la figura del músico Javier Patricio "Gato" Pérez (El gran Gato), una fantasía bíblico-coreográfica filmada por Carlos Saura (Salomé) y, sobre todo, la sorprendente, personalísima y decisiva versión que Manuel Gutiérrez Aragón ha realizado, con la muy esperada El caballero Don Quijote, del segundo libro de las aventuras de Alonso Quijano.+
La importante sección "Tiempo de Historia" dará cabida, por su parte, a tres documentales españoles que han levantado una notoria expectación: La casita blanca, de Carles Balagué (historia de la crónica negra en torno un famoso prostíbulo de la posguerra barcelonesa); De Salamanca a ninguna parte, de Chema de la Peña (sobre la generación de cineastas españoles que participaron en las Conversaciones de Salamanca de 1955 y que luego dieron cuerpo al llamado "Nuevo Cine Español"), y El efecto Iguazú, de Pere Joan Ventura, sobre la lucha sindical de los obreros de Sintel.
Patino al completo
La gran retrospectiva del cine español está dedicada este año a la figura de Basilio Martín Patino, reciente todavía el estreno de su Octavia, y del que se proyectará la totalidad de su filmografía, incluyendo algunos de sus menos conocidos y más originales trabajos en vídeo. La oportunidad para conocer la obra de este imprescindible creador salmantino, a quien se deben trabajos de tanta importancia para el cine español como Nueve cartas a Berta, Caudillo, Canciones para después de una guerra, Queridísimos verdugos o La seducción del caos, se verá enriquecida con la publicación del libro La memoria de los sentimientos, que Juan Antonio Pérez Millán ha escrito sobre su cine y sus películas.
La Seminci ha programado también la exhibición, en copias nuevas y restauradas, de piezas históricas tan indispensables como El gran dictador de Charles Chaplin (en la gala de clausura), tan clásicas como Vacaciones en Roma, de William Wyler, y tan relevantes para el cine español como La bejarana, de Eusebio Fernández Ardavín. Un espacio dedicado a recuperar lo más interesante del reciente cine polaco, otro para rescatar los mejores documentales producidos por la cadena ARTE y una sección dedicada a los trabajos de la escuela de cine de la Universidad de Los ángeles completan el suculento menú que se sirve a los comensales cinéfilos.
El cine de Wong Kar-wai
Descubierta para un público más amplio gracias a las embrujadas imágenes de In the Mood for Love (2000), objeto de seguimiento y de estudio por los aficionados más despiertos desde los tiempos de Chungking Express (1994), y materia de apasionado culto cinéfilo en las comunidades virtuales de Internet, la obra de Wong Kar-wai ofrece -quizás junto a las propuestas de su admirado amigo, el taiwanés Hou Hsiao-hsien- la punta de lanza del más moderno, personal, reflexivo y a la vez inclasificable cine que nos llega desde los confines de Asia.
La Seminci ha programado la primera retrospectiva completa de su obra que se exhibe en España. Esto supone el estreno absoluto de títulos hasta ahora desconocidos en nuestro país: As Tears Go By (1988), Days of Being Wild (1990), Ashes of Time (1994) y Fallen Angels (1995), además de recuperar, claro está, Happy Together y las dos obras citadas al comienzo.
Cronista lírico, pero no sentimental, de la soledad y del desencuentro amoroso en el marasmo de la sociedad urbana contemporánea, Wong Kar-wai conforma con sus imágenes una poderosa forma estética de combatir la carencia o de burlar el dolor generado por la pérdida. El ardor romántico de sus personajes, materia prima incombustible que alimenta la reflexión mental de todos ellos, convierte a sus criaturas en inconfundibles protagonistas de unas ficciones que se revuelven, una y otra vez, contra la fugacidad inaprehensible del tiempo y de su transcurso. Una oportunidad de oro largamente esperada, en definitiva, para acercarnos a una de las más originales y más libres formulaciones del cine de la posmodernidad, producto del empeño tozudo de un francotirador que rueda siempre sin guión, sin plazos y sin atenerse a ninguna regla conocida. En esta retrospectiva, los cinéfilostinen una cita con el Cine con mayúsculas.