Cayo Largo
por Román Gubern
15 mayo, 2003 02:00Lauren Bacall y Humphrey Bogart
Cayo Largo (1948) constituyó una bastante atípica, aunque brillante, contribución de John Huston al cine negro de postguerra, un género en el que descolló con títulos tan cimeros como El halcón maltés y La jungla de asfalto. Escribió su guión con Richard Brooks, antes del estreno de su anterior El tesoro de Sierra Madre, adaptando una pieza teatral de Maxwell Anderson que había estrenado Paul Muni en la anteguerra. Pero, pese a su unidad de acción, lugar y tiempo (un día y una noche), desbordó su formato teatral, lo que ha suscitado a veces comparaciones favorables con la contemporánea La soga, de Alfred Hitchcock, esclavizada acrobáticamente por la tiranía del plano-secuencia claustrofóbico. Cayo Largo constituiría, además, la última contribución de Huston a su ciclo para la Warner Brothers, iniciado en 1941.Cayo Largo mostró con su pequeño hotel un microcosmos hermético -cual eco del reciente Huis Clos de Sartre- en el que se enfrentaron unos tiranos y unas víctimas inocentes, que con su excombatiente acosado reflejaban el conflicto entre fascismo y democracia que acababa de ventilarse en los campos de batalla. Su interacción estaba muy bien contrastada por la profundidad de campo fotográfica conseguida por el operador Karl Freund. Huston ha confirmado el sentido político del filme, al explicar que en una versión del guión puso un fragmento de un discurso de Roosevelt en boca del protagonista y añadió: "Cayo Largo era simplemente el retrato de unas personas que se encontraban al acabar la guerra y descubrían que no era el amanecer de un mundo nuevo, que seguía siendo el viejo, del que los gángsters son un síntoma".
Para capitanear la banda de malhechores eligió Huston al actor Edward G. Robinson, el más famoso y carismático gángster cinematográfico de la Depresión, que aquí tomó como modelo a Lucky Luciano. Su presentación en la cinta resultó emblemática, en la tradición mítica de la Warner Bros, metido en su bañera y parapetado tras un diario, con un habano en la boca, junto a un ventilador y un vaso con bebida. Se diría una resurrección del déspota que lanzó a la fama Hampa dorada, de Mervyn Le Roy. Johnny Rocco exhibió sus sueños de grandeza, especulando acerca de un futuro brillante en el que las bandas de gángsters ya no se destruirían entre sí, como ocurrió antaño. Pero muestra su debilidad al asustarse ante el huracán, delatando con ello su cobardía. Frente a Robinson coloca Huston a otro duro del cine de postguerra, que había sido ya gángster (El bosque petrificado, El último refugio) o cínico detective privado (El halcón maltés, El gran sueño). Y Bogart, que representa inicialmente el desencanto de la postguerra y que podría ser un personaje extraído del soberbio Los mejores años de nuestra vida, de William Wyler, acaba por reaccionar y comprometerse, derrotando al viejo gángster de la Depresión. Y en su reacción desempeña importante papel la humillación a que Rocco somete a dos mujeres, a su compinche Gaye (Claire Trevor, ganadora aquí del Oscar a la mejor actriz de reparto) y a Nora, la viuda de su amigo muerto.
La lectura política del filme se completa con un comentario sobre la opresión racial, con los dos hermanos indios fugados de la cárcel, a quienes Rocco endilga el asesinato de un policía que ha cometido y que serán por ello injustamente abatidos por el sheriff. Cayo Largo es, en resumen, bajo su apariencia convencional, una obra ideológicamente muy cargada. No faltan en Cayo Largo los simbolismos. El huracán exterior es un tropo que refleja la tormenta psicológica en el interior del hotelito en el que los gángsters han secuestrado a sus víctimas. Y el desenlace tiene su miga, pues si el botín de Frank es una maleta repleta de dólares, hay que recordar que se trata de billetes falsos, siendo por lo tanto un botín tan precario como lo era el oro que perdía el mismo actor al final de El tesoro de Sierra Madre. La secuencia final está tomada de Tener y no tener, de Ernest Hemingway, un texto visitado varias veces por la industria de Hollywood. Al final, cuando derrotados los gángsters Nora abre una ventana de su hotel, penetra por ella un aparatoso chorro de luz que vuelve a adquirir la condición de símbolo, augurando que el outsider regresado de los campos de batalla de Italia y sin familia encontrará un buen anclaje sentimental para su vida junto a la dulce Nora. Esta vez Bogart no ofrecerá el rostro de un doliente o cínico perdedor en la pantalla.
Edición convencional
WARNER
Cayo Largo (Key Largo, 1948), de John Huston. B/N
Formato 3:4
Idiomas en dolby digital mono: inglés, castellano, francés italiano, alemán
Subtítulos: castellano, francés, italiano, holandés, sueco, noruego, danés, inglés y alemán
Precio 14,99 euros
No incluye extras