El rostro impenetrable
Una exótica rareza, por Román Gubern
16 octubre, 2003 02:00Marlon Brando
Western atípico y de culto, El rostro impenetrable (One-Eyed Jacks, 1960) constituye una exótica rareza en el cine de Hollywood, siquiera fuere por tratarse de la única película dirigida por Marlon Brando. Estuvo basada en la novela The Authentic Death of Hendry Jones de Charles Neider, cuyos derechos había comprado el productor Frank P. Rosenberg y envió a Brando para su lectura. éste se entusiasmó con el proyecto y decidió producirla con su empresa Pennebaker, que había creado en 1955 utilizando el nombre de soltera de su madre. La fascinación de Brando por el proyecto era tan grande, que se llevó a Tokio el guión, elaborado sucesivamente por Calder Willingham y Guy Trosper, para reelaborarlo durante su rodaje de Sayonara. Se contrató a Stanley Kubrick para dirigirlo, pero no consiguió ponerse de acuerdo con Brando en la construcción de los personajes, y abandonó el proyecto, que por entonces llevaba el título de A Touch of Vermelion. Fue entonces cuando Brando decidió asumir su dirección. Contrató a su colega Karl Malden para interpretar a su antagonista, e hizo debutar en el papel de su pareja a la joven actriz mexicana Pina Pellicer, a quien instaló en Beverly Hills para que perfeccionase su fonética inglesa.La producción resultó extraordinariamente lenta, por el meticuloso perfeccionismo de Brando y su rígida aplicación del sistema interpretativo de Stanislawsky, incluso a los figurantes. Se rodaron escenas en el Valle de la Muerte y junto al mar, en la costa de Monterrey, un elemento inhabitual en el género. El primer montaje, que Brando aprobó, duraba cuatro horas y cuarenta y dos minutos, pero las protestas de la Paramount hicieron reducirlo a dos horas y veintiún minutos, ante la contrariedad de su director. Luego se rodó un final distinto, menos pesimista. De modo que la excelente partitura de Hugo Friedhofer sirvió en buena parte para disimular los remiendos.
Brando había definido su proyecto como "un asalto frontal al templo de los clichés". Su título inglés aludía precisamente al comodín de la baraja francesa, que sólo muestra un ojo, o una parte de su personalidad, sugiriendo su doblez. En su papel del bandido Rio, Brando se mostró hierático, pero capaz de enamorarse, de modo que su "rostro impenetrable" -del título español- ocultaba una sensibilidad emocional. En la exhibición de su personaje hizo Brando gala de un gran narcisismo escénico, visualmente muy elaborado, vistiendo casi siempre de oscuro y, en una ocasión, incluyendo un sorprendente plano pélvico.
El rostro impenetrable fue un "western de frontera", cuya acción se inicia en Sonora, México, en 1880. Rio forma con Dad Longworth (Karl Malden) una pareja de forajidos, asaltadores de bancos. Sus personalidades son muy distintas, pues si Dad frecuenta las prostitutas de los saloons, Rio prefiere cortejar a señoritas de alcurnia, en una escena, por cierto, reminiscente de la de la petición de mano en su inolvidable ¡Viva Zapata! Pero Dad traiciona a Rio cuando está cercado por los guardias y este tiene que cumplir cinco años de prisión. Se trata, por lo tanto, de una clásica historia de "amistad traicionada". Al escapar de la cárcel, Rio buscará a Dad para vengarse y lo encontrará como sheriff en un pueblecito. Simula no guardarle rencor, pero el destino prepara su venganza, haciendo que surja la chispa amorosa entre su hijastra Louisa (Pina Pellicer) y él.
Más que un western psicológico, El rostro impenetrable fue un western psicoanalítico, que acusó la huella de los grandes mitos griegos, con resonancias edípicas. Fue, propiamente, un western de frontera en clave freudiana, cuyo insólito arranque mostraba ya a Brando comiendo un plátano. Escenificó la confrontación entre una pasión vengativa y una pasión amorosa, con una muchacha enamorada -y embarazada- del enemigo de su figura paterna (llamada Dad, que significa papá en inglés). Rio quiere vengarse de una deslealtad antigua y elige la seducción de la chica como castigo, pero Dad quiere vengarse de tal seducción, en un conflicto que acaba dirimido a tiros y con la muerte del padre de la mujer amada, como en el drama de El Cid. La película es pródiga en simbolismos visuales, como las olas del mar embravecidas que significan la pasión. En un final abierto que disgustó a Brando, el protagonista montaba un caballo negro, mientras Louisa cabalgaba uno blanco. Y así sucesivamente.
Gran parte de la crítica consideró que El rostro impenetrable era un megalómano vanity film y un ejercicio narcisista de su director-actor. Pero todos aplaudieron sus cualidades visuales y la rareza del producto, sobre todo en el seno de un género tan estereotipado como el western. Pero el caso es que el elevado coste de la película hizo que su inversión no pudiera ser amortizada, lo que alejó definitivamente a Brando de la tareas de dirección. Y la prometedora Pina Pellicer, que exhibió una seductora fragilidad en este debut, se suicidó en México unos años después.
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