Image: El Sr. Ibrahim y las flores del Corán

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Cine

El Sr. Ibrahim y las flores del Corán

Director: François Duyperon

29 julio, 2004 02:00

Omar Sharif y Pierre Boulanger en la última película de François Duyperon

Intérpretes: Omar Sharif, Pierre Boulanger, Gilbert Melki. Guionistas: François Duyperon. Estreno: 30 julio. 95 minutos

El recuerdo de Antoine Doinel, el personaje creado por François Truffaut, asalta nuestra memoria a los pocos minutos de iniciarse la historia del adolescente Moisés Schmitt. Como el protagonista de Los 400 golpes (1959) y de Antoine et Colette (1962), este nuevo huérfano de afectos familiares se cría también en la calle a principios de los años sesenta, comete pequeños hurtos a escondidas, alimenta un amor no correspondido por una chica de su edad a la que intenta regalar discos y busca una referencia paternal que no encuentra en su casa.

El Moisés de Dupeyron tropieza en su barrio con una rubia y glamourosa estrella de cine que remite de forma inequívoca a Brigitte Bardot (gentileza inesperada de Isabelle Adjani en un inesperado cameo) y que, durante el rodaje de un film, se sube a un descapotable rojo, igual que hacía la Bardot al comienzo de Le Mèpris (Godard, 1963). No es sólo pues el protagonista de la película quien deambula por la calle en busca de una guía inspiradora para caminar por la vida, sino también el propio director (el mismo de C´ est quoi, la vie?) quien busca unas referencias fílmicas paternales cuando adapta la novela original y semi-autobiográfica de Eric-Emmanuel Schmitt.

Nada menos que Truffaut y Godard son invocados así, sucesivamente, al comienzo de un film que viene a narrar un bonito cuento de identidades intercambiables sobre la argamasa dramática de una canónica historia de iniciación y aprendizaje vital. Un anciano y venerable tendero musulmán llamado Ibrahim (nombre de ambivalentes connotaciones judías y musulmanas) se convierte en padre adoptivo y brújula existencial de un adolescente judío llamado Moisés -pero al que decide llamar Momo- tras el suicidio del verdadero padre, que antes había abandonado a su hijo, y tras el repudio de éste a su madre (ausente hasta entonces) cuando ella reaparece: "no me llamo Moisés", le dice para rechazarla, "Me llamo Momo, de Mohammed". Un viejo comerciante turco al que toman por árabe en el barrio (su final será el mismo que el de Bardot en la película de Godard) y un niño judío que termina por asumir la identidad de su protector son, pues, los dos polos de una fábula iniciática filmada por Dupeyron con excesivas servidumbres hacia el original literario. Las abundantes sentencias del tendero (un renacido Omar Sharif) desvelan la falta de profundización dramática en un personaje que no crece por dentro y que evoluciona, al igual que el niño, más porque así lo imponen desde fuera sucesivos giros del guión que porque lo determine la dramaturgia interna de las imágenes.

Una reconstrucción de época ajustada, pero cuidadosa en los detalles, y una cierta parálisis dramática durante algunos pasajes acaban por definir los límites de esta modesta película, construida con honestidad y sobre materiales literarios de nobles instintos, pero de alcance cinematográfico muy limitado a pesar de los tutores invocados.