Image: ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú

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Cine

¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú

Stanley Kubrick en DVD

9 diciembre, 2004 01:00

El Cultural entrega hoy, por sólo 8,95 euros, el DVD ¿Telefóno rojo? Volamos hacia Moscú (1963), la única comedia de Stanley Kubrick. Cuando la paranoia en torno a las armas de destruccion masiva alcanzó su punto álgido, Kubrick realizó esta corrosiva farsa de política-ficción, una broma macabra que evidencia el absurdo de una hipotética guerra nuclear.

Corría el año 1960 y los americanos espiaban suelo soviético con sus vuelos U2. Bahía de Cochinos y el muro de Berlín, un año después, sólo serían el siniestro aperitivo a la Crisis de Cuba de 1962. La guerra fría tocaba fondo y Bob Dylan tenía sobrados motivos para cantar que una fuerte lluvia limpiaría el planeta. El mundo también lo sentía así y estaba muy asustado. ¿De qué no sería capaz el hombre después de Hiroshima? Stanley Kubrick, de escasa fe en sus semejantes y grandísimo paranoico, era probablemente uno de los hombres más asustados de la Tierra.

Su inspiración inmediata tras el estreno de Lolita (1962), por lo tanto, fue estudiar la maquinaria de la guerra moderna que parecía regir los designios del mundo. Entre informes militares y libros especializados supo de los intrincados sistemas de acción y reacción que gobiernan la maquinaria, descubrió con estupor (en la novela Two Hours to Doom) cómo el destino de la humanidad podía muy bien estar en manos de un general demente obsesionado con la amenaza comunista que, desde el sillón de su despacho, decidiera bombardear con cabezas nucleares al enemigo gracias a un sistema que lo permite. Acaso para aliviar sus propios temores, era obvio que Stanley Kubrick estaba destinado a realizar una película (definitiva) sobre los riesgos reales de la temible y temida guerra nuclear.

En todo mecanismo, si hay un margen de error, por pequeño que sea, el autor de Atraco perfecto lo pondrá en evidencia. Siempre lo hizo. ¿Cuál de sus películas no habla de sistemas que fallan, planes perfectos que se van a pique, el orden universal desafiado por el principio de incertidumbre? Las impecables estrategias creadas por el hombre, generalmente en un mundo que se desmorona, representan el camino hacia su perdición. Y aunque tragedia y drama son las palabras asociadas a la aniquilación del hombre, la fascinación intelectual de Kubrick por los mecanismos de destrucción masiva -su naturaleza paradójica, el frágil equilibrio de la disuasión- le condujo pronto a un callejón sin salida. La película había nacido con la honesta intención de presentar la melodramática relación de acontecimientos que podría conducir a un hipotético holocausto nuclear (algo que haría Sidney Lumet en Punto límite aquel mismo año), pero en un momento dado el castillo se cayó. "Me di cuenta de que la guerra nuclear era demasiado extravagante (...) -le dijo Kubrick a Terry Southern-. Al final sólo podía verla como una broma horrible". Y en eso, en una broma macabra, se convirtió ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú.

Humor anárquico
Southern sería el providencial novelista al que recurriría Kubrick para otorgarle a la película su característico humor anárquico y devastador, y a él son atribuibles casi todos los diálogos ("¡Señores, no pueden pelearse aquí! ¡Esto es la Sala de Guerra!", dice el amanerado, calvo y conciliador presidente de los Estados Unidos). Lo primero fue cambiar el título, que a España llegó adulterado. "Doctor Strangelove o cómo aprendí a dejar de preocuparme y a amar la bomba" hubiera sido la traducción literal, título burlesco que ya le da el tono correcto al filme, conduciendo la comedia americana a tierras aún no exploradas más allá de la literatura, la prensa satírica y los teatros.

El gusto por los decorados expresionistas, apuntando a la claustrofobia, conviven en la película con unas interpretaciones caricaturescas (especialmente notables en George C. Scott y los múltiples roles de Peter Sellers) y un desenfado mordaz que no atiende a lógicas, sólo al desenfreno y la farsa política, a un éxtasis cómico que adquiere consistencia en cada visionado. Una primera visita a ¿Teléfono rojo?... no bastará generalmente para conectar con su humor vitriólico (como si el cinismo de Billy Wilder colisionara con el absurdo de Mel Brooks y la negrura de Lenny Bruce), capaz de mostrarnos el fin de la Humanidad mientras suena We’ll Meet Again. Pero al desconcierto inicial, sigue la carcajada. ¿Espantaría Kubrick sus demonios a fuerza de reírse? Sólo sabemos que tras el estreno se instaló con su familia en una mansión británica. Aislado del mundo, viviría allí por el resto de sus días.


Detrás de la pantalla
-En la primera versión del guión, el final de la humanidad era contemplado, desde la perspectiva histórica, por unos observadores extraterrestes.
-En principio, Peter Sellers iba a interpretar también el piloto del B52, pero al tener problemas para imitar el acento sureño, finalmente lo incorporó Slim Pickens.
-Buck Turgidson (George C. Scott) es una caricatura del general Curtis LeMay, amante de la guerra que fue director del Comando Estratégico del Aire en los años cincuenta.
-Durante una semana se rodó una monumental guerra de pasteles entre todos los reunidos en la Sala de Guerra, pero en el montaje Kubrick desechó la escena.