Image: Whisky

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Cine

Whisky

Director: J. P. Rebella y Pablo Stoll

9 diciembre, 2004 01:00

Intérpretes: Andrés Pazos, Mirella Pascual, Jorge Bolani. Guionista: Rebella, Stoll y G. Delgado. Estreno: 10 diciembre 95 min

No es fácil encontrarse en el cine contemporáneo con una propuesta tan rigurosa y tan consecuente como la que desarrollan dos jóvenes cineastas uruguayos, casi primerizos, dentro de Whisky. Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll dirigen con ella su segundo largometraje, pero demuestran con sus imágenes una claridad de criterio y un nivel de autoexigencia que cada vez resultan más excepcionales en el paisaje de nuestras pantallas. Y además el descubrimiento tiene más calado de lo que podría pensarse, porque no estamos sólo ante una puesta en escena dominada con pulso admirable y ante una estética coherente, que conforma la totalidad de la película con unidad y armonía más que llamativas, sino también, y sobre todo, ante una mirada propia y ante una personalidad fuera de lo común.

Claro está que las primeras derivan con naturalidad de las segundas y que estas últimas, a su vez, son destiladas por las primeras como las facciones de un rostro nos hablan de la persona que lo posee. El estilo construye el sentido y el discurso genera las formas, en estrecha y bipolar dialéctica, dentro de este penetrante retrato de unos seres solitarios y anónimos, atrapados en un profundo vacío existencial y víctimas de una parálisis emocional de la que habla, con extraordinaria elocuencia, esa implacable sucesión de planos fijos que da forma a la estética del film.

La inmovilidad de la cámara, que nunca se rompe, permite a ésta observar con tanto pudor como distancia a los protagonistas de una historia que diríase filmada por un imprevisto Kaurismäki uruguayo cuya mirada parece impregnada por un sutil, subterráneo humor judío que subyace, sin hacerse notar y sin ningún tipo de exhibicionismo, a todo el relato. Una mirada que consigue convertir la existencia gris, átona y rutinaria de un fabricante de calcetines (incapaz de expresar ni las más mínima de las emociones), de la encargada de la factoría (que acepta hacerse pasar por su esposa) y del hermano del primero (que llega a la ciudad para asistir a la exhumación de las cenizas de la madre) en una aventura humana apasionante y vertiginosa.

La paradoja está implícita en la naturaleza misma de la propuesta estética y narrativa. Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll colocan una lupa de aumento sobre estas criaturas (ancladas a la rutina de un desierto emocional) y, al mantenerla frente a ellas con impasible firmeza, nos descubren el torbellino soterrado que se desata en su interior cuando una situación imprevista altera su pautada, invariable liturgia cotidiana. El milagro consiste en que la distancia adoptada (establecida por esa cámara imperturbable) conjuga, de forma simultánea, la seca y desnuda concatenación narrativa, despojada de todo sentimentalismo, y la ternura que se atisba en el fondo del desamparo y de la discapacidad emotiva de los protagonistas.

Los cineastas se acercan a sus criaturas con una actitud tan humilde como respetuosa, desde una mirada que radiografía con precisión los más ínfimos detalles y valiéndose de una cámara capaz de congelar éstos y de hacerlos expresivos de un mundo interior que se atrinchera bajo una apariencia de engañosa impasibilidad. He ahí la gran conquista de una película cuya apariencia modesta esconde, en realidad, una de las obras mayores que han surgido desde el cine latinoamericano en los últimos años.