Benito Zambrano
He tenido que olvidarme de Solas
10 marzo, 2005 01:00Ha tardado en recuperarse del "efecto Solas", cuya repercusión hace cinco años confiesa que le "descentró terriblemente", colocándole en una posición dentro del paisaje cinematográfico que nunca deseó. Las expectativas en torno a Benito Zambrano y su segundo largometraje, sin embargo, no han hecho más que crecer con el tiempo. La próxima semana llegará por fin a las salas Habana Blues, el esperado regreso del cineasta sevillano a la gran pantalla, un homenaje al pueblo cubano contado desde el amor a sus artistas, a sus músicos y su dignidad. Con actores desconocidos y un guión que comenzó antes de rodar su extraordinaria ópera prima, el filme camina entre el drama de personajes, el musical y la comedia sentimental. El cineasta sevillano, con su película recién terminada, ha hablado de ella con El Cultural.
Para situar su Habana Blues, Benito Zambrano (Sevilla, 1964) recurre a películas como Alrededor de la medianoche (B. Tavernier), Los fabolusos Baker Boys (S. Kloves) o The Commitments (A. Parker), joyas acuñadas con la atmósfera musical que sólo el buen cine puede sublimar, o con la atmósfera cinematográfica que sólo evoca la buena música. Ha traído a la pantalla los sones y colores de la "música cubana underground", como le gusta decir, y "los sueños de tantos artistas que se quedan en el camino por no poder ofrecerse al mundo". A los numerosos amantes de Solas -película que en cierta medida mostró a la industria cómo el talento también llena salas-, puede desconcertarles que el mismo cineasta detrás de aquella sórdida historia de desamparos y oscuridades, de suburbios en los que se cuece la desesperanza, vuelva ahora con una película colorista, enérgica, inocente, incluso fashion, una celebración de la vida y la amistad en muchos aspectos tan opuesta a su ópera prima que debe ir por delante la admiración por encontrarnos frente a un artista honesto, es decir, que no le teme al riesgo de ofrecer lo que no se espera de él, el riesgo de ser fiel a sí mismo y a sus entrañas, sobre todo cuando los ojos de la industria están puestos en su próximo paso desde hace tanto tiempo. De esa dignidad creativa, al margen de los resultados finales -que el público podrá juzgar a partir del viernes 18-, surge y trata Habana Blues, un cancionero de amor a "esa loca y maravillosa isla" llamada Cuba, a sus gentes, su arte y su dignidad. En su casa de la Gran Vía madrileña, con la película recién salida del horno, el cineasta de Lebrija relata a El Cultural su aventura cubana.-El blues del título ya implica cierta tristeza. ¿Tiene una mirada triste hacia La Habana?
-No... el blues en este caso no tiene que ver con la tristeza. Tampoco tiene que ver con un sentimiento melancólico. Mi película no es una mirada nostálgica a La Habana. Más bien al contrario, porque retrato un mundo joven, alegre, vital, guapo... pero con un fondo negro, oscuro, opresor y decadente... y luego hay una historia que trasciende lo puramente cubano, que es una historia de amistad, de amor, de desencuentros. Creo que el blues entronca más con el elemento emocional, con el estilo musical que sostiene el intenso drama, de desgarro y de desarraigo, que hay entre los personajes de la película.
Ellos son, principalmente, Rui (Alberto Joel García) y Tito (Roberto San Martín), dos músicos vivarachos, pícaros en las calles habaneras, que se ofrecen como guías de una productora musical española en busca de grupos desconocidos de la isla. Enfrentados a su talento, también se enfrentan más tarde a la tentación y el dilema de aceptar un contrato internacional para alcanzar sus sueños, convertirse en estrellas, algo que les obliga a dejar atrás sus raíces y familias.
-¿Qué tiene Habana Blues de musical?
-No se puede considerar un musical. Las canciones no están integradas como parte de los diálogos, aunque en cierta medida hacen avanzar la acción. Me gusta decir que es una película con música y sobre músicos. Una vez que nos hemos metido en la vida de los personajes, la música va desapareciendo para quedarnos con ellos. No sabría cómo definir esta película, si adscribirla a algún género... Digamos que he creado personajes falsos en un ambiente verdadero. ése ha sido el punto de partida.
El problema de la música
-La música como elemento dramático ha planteado problemas a muchos cineastas... ¿Cómo ha sido para usted?
-La música en el cine siempre es un problema, siempre que su función no esté integrada en el desarrollo dramático de la historia, que en cierta medida banalice la imagen, entonces el problema será mayor. Pero bien integrada, funciona... hay muchos ejemplos, y hasta resulta imprescindible. Mi primer trabajo en el momento de abordar el proyecto fue asegurarme de que la banda sonora sirviera para que el espectador se integrara en el desarrollo de la historia. Me preocupé mucho por buscar los temas y poner en marcha las interpreatciones que se integraran naturalmente en el desarrollo de la película.
-¿Cómo se escribe un guión después del éxito de Solas?
-Pffff... Para empezar, olvidándote de eso. Tuve que dejar atrás Solas y todo lo que representó. He tenido que olvidarme de Solas. Uno tiene que olvidar todo lo que ha hecho antes, porque desde el punto de vista creativo no te lleva a ningún lado. Hay que dejarse llevar por la inspiración, por la intuición, por el duende... y seguir hacia adelante sin mirar atrás. Lo que a mí me ha aportado Solas es que ahora he podido hacer la película que he querido, con total libertad.
-La propuesta de Habana Blues es arriesgada. ¿Cree que no hubiera sido posible sin el éxito que le proporcionó su primera película?
-A mí me decían muchos productores que yo esta película no la iba a hacer, que tenía que hacer otra cosa después de Solas. Pero mi tozudez ha sido superior, y la verdad es que después de tantos años, ahora que la veo terminada, creo que honestamente hay una película muy digna y que el esfuerzo y la espera han merecido la pena. Hay algo en la pantalla que atrapa y que interesa, porque tiene emoción. De ahí a que funcione o no entre los espectadores ya es otra historia. Para mí hay algo ahí y me siento satisfecho del trabajo realizado.
-Las comparaciones van a ser inevitables. ¿Le preocupa?
-Es inevitable que la comparen. No es algo que me moleste. Creo que como es tan diferente a Solas, los puntos de comparación van a ser en lo positivo, en que sigue siendo un cine de emociones, de personajes bien construidos, sin importar sus circunstancias o espacio físico y temporal. No creo que en esta película se vean personajes de cartón piedra, sino auténticos seres humanos que pueden moverte algo por dentro, que te importan... que trascienden su ficción para transmitir algo al espectador. Si eso funciona, las comparaciones con Solas creo que van a ser positivas. A no ser que la gente quiera que haga Solas otra vez, es decir, un drama de gente pobre de barrio... entonces se llevarán una decepción.
Las vueltas del guión
-Usted estudió en la Escuela de Cine de la Habana. ¿Viene de ahí su interés por la música cubana?
-La idea del guión de la película surgió allí, de hecho, hace ya doce años. La película nace como un homenaje al pueblo que conocí en aquellos años, de 1992 a 1994, es una especie de compromiso como creador que tengo ante su gente. Luego el guión ha dado muchas vueltas. Inicialmente era sobre un músico mulato. Escribí un desarrollo pero la historia se me complicó en cierto punto. Cuando regresé a España perdí la conexión emocional y creativa con Cuba, y el guión se quedó en una buena historia mal estructurada. Cuando intenté resolverlo, entré en un callejón sin salida. Esto me llevó a un fuerte trabajo de investigación... viajes a Cuba para conocer a fondo el mundo musical y buscar las razones reales de los personajes. Contratamos a varios guionistas y no encontrábamos la solución. Yo tenía muchas ganas de rodar... pero aparte de que los guiones que me ofrecían no me interesaban, sólo tenía verdadero interés por filmar esta histoira.
-Firma el guión con Ernesto Chao. ¿Qué puede decir de él?
-Chao no es guionista profesional. Es un gran amigo y ha sido colaborador mío en otros proyectos, y mi relacion con él es que sabía muy bien cuál era la película que yo tenía en la cabeza. Así como algunos guionistas profesionales no lograban entenderme, o no me daban lo que yo quería, con Chao sí encontraba esa comprensión, escribía cosas que encajaban en lo que yo quería. Ha sido como un salvavidas en momentos en los que me he quedado empantanado en el guión. él entendió la historia y los personajes que yo quería y me indicaba soluciones muy útiles. Además, por el hecho de ser cubano, ha aportado a los diálogos expresiones, naturalidad, frescura...
-Cuando habla de la película que tenía en la cabeza... ¿se refiere a su mirada fílmica, a su modo de entender el cine?
-Parto de la base de que las películas siempre están en el guión. No sólo en las 120 páginas, sino en el concepto virtual de la película. La mirada fílmica tiene mucho que ver con eso, pero la película siempre la vas buscando de manera intuitiva. Yo nunca tengo claro qué película estoy haciendo. No es algo racional. Más bien trabajo por eliminación... sé antes lo que no quiero que lo que quiero. Yo no sé exactamente qué es lo que estoy haciendo y qué es lo que va a salir de las decisiones que tomo. Como mucho, tengo sospechas. Con suerte, todas tus decisiones te van llevando a la película que tienes en la cabeza, pero si no partes de un guión sólido no hay nada que hacer. Es como tratar de construir una casa sin planos.
-Tanto en Solas como en Habana Blues, y hasta en la serie Padre coraje que rodó para televisión, hay un sentimientiento de solidaridad con los desfavorecidos...
-Al ser Habana Blues una película sobre el mundo del arte, los problemas de los personajes están más en lo espiritual y en lo emocional que en lo social. En la medida en que a mí me importa el contexto de los personajes, sí hay solidaridad con los más desfavorecidos. Hay elementos en Habana Blues que tienen más que ver con lo político y lo social que en Solas, pero las emociones y vidas interiores de los personajes, el drama personal prevalece sobre el drama social. Cuando dicen que Solas es cine social... no es por llevar la contraria, pero creo que la gente no vio que más que una película social es una película humanista. Yo no la planteo como una película de pobres y oprimidos, sino como una película de unas vidas de las que me interesa hablar.
Hacia un cine humanista
-En tal caso, su interés humano va dirigido siempre a los estratos sociales más perjudicados.
-Lo que ocurre es que a mí me importa muy poco lo que le pase a un pijo del barrio de Salamanca, por poner el caso, o a un ejecutivo de Wall Street... me interesa más lo que le ocurre a la gente donde yo tengo mi mirada puesta, porque es el entorno del que yo procedo. Incluso en una película de época... si tengo que contar algo sobre, por ejemplo, la posguerra o la guerra civil, lo que no voy a ir a contar es la historia del señorito o del general. Dirigiría mi mirada hacia otro lado, quizá hacia el puesto de castañas en el que compra el general...
-La palabra "dignidad" también es muy importante en su cine...
-Es una palabra que me llama mucho. Y además es una palabra muy importante en Cuba. En cierta época, fue referente de la historia de los pueblos de América latina. Lo que estaba pasando con Cuba y lo que siempre he vivido, esa especie de fraccionamiento del país que se produce desde la caída del muro y del bloque socialista, el pueblo cubano, que se sentía guía y faro de todo un continente, se siente ultrajado, y sobre todo cree haber perdido su dignidad. Cuando empecé a trabajar en la historia, me motivó la idea de cómo responde la gente joven de allí ante estos problemas, dónde está su dignidad y su autoestima. Entonces, claro, surge la picaresca, a vivir del ‘bisnes’ como dicen ellos. Con esos elementos he querido jugar para hablar de estos personajes. Está planteada la pregunta de hasta dónde puedes vender tu alma, hasta dónde puedes llegar para sobrevivir... En cierto sentido, también es una película sobre la dignidad creativa.
Responsabilidad política
-Con una mirada extranjera, ¿no le parece muy delicado tratar "el problema cubano"?
-Cuando yo viví y estudié allí nunca me sentí extranjero. Creo que entendí bien lo que estaba pasando, con la libertad de tener una mirada desde fuera, desde donde se ven mejor las cosas muchas veces, con la libertad de poder decir lo que quería. La Escuela de Cine era como una isla dentro de la isla, donde podíamos hacer y decir lo que quisiéramos. Pero cuando llegó el momento de contar una historia sobre ellos, inevitablemente te planteas que no eres cubano, y que yo dentro de mi casa, en España, puedo pensar ciertas cosas y decirlas, puedo criticar lo que me dé la gana y como me dé la gana de mi país, pero a la hora de hablar de otro, es diferente. Con Cuba, además, siendo un país tan politizado, con el que se han hecho películas tan estúpidas, ejercer esa libertad exige todavía mayor responsabilidad. No tengo derecho a juzgar lo que ocurre allí. Es un terreno ambiguo y difuso. Es una responsabilidad del pueblo cubano, su misión y su obligación. Lógicamente, son los propios artistas cubanos quienes deben tratar los problemas de su país. Ya hay muchos extranjeros diciéndoles lo que tienen que hacer, y yo no quería caer en esa misma pretensión.
El grito habanero
La música cubana es, según Zambrano, "el templo donde el pueblo cubano sublima, con alegría y pasión, la difícil situación por la que atraviesa". Ese templo se traduce en teatros desvencijados, garajes y tejados de la ciudad, donde la música se abre a todos los estilos, desde la bossanova al ‘death metal’, pasando por el ‘hip hop’, el ‘reggae’ o el ‘rock & roll’, un crisol de actitudes que conforman el pasiaje musical de la escena callejera cubana y, por tanto, de Habana Blues. Los actores Alberto Joel García y Roberto San Martín (en la foto) ponen rostro a las voces de la música que alimenta el filme, y que el autor de Solas ha sacado del anonimato para producirla profesionalmente, un grito que según Zambrano "contiene el alma transgresora y hastiada de una juventud enfrentada a un entorno carcelario y absurdo". En el retrato de esos músicos -personajes satélite que no son actores- es donde quizá reside lo más estimulante de Habana Blues. Una música (y una película) que hay que conocer al menos para cuestionarla.