Cine

Jonathan Rosenbaum

“Vivimos un momento importante de transición en el cine”

1 diciembre, 2005 01:00

Jonathan Rosenbaum. Foto: Mercedes Rodríguez

Crítico de cine del semanario "Chicago Reader", Jonathan Rosenbaum emerge como uno de los teóricos más importantes del cine actual. Comparado por Godard con el propio André Bazin, en su dilatada obra ha establecido cánones fílmicos de referencia para historiadores y amantes del cine. El Cultural ha hablado con él sobre diversas cuestiones del cine actual.

En su libro más popular, Movie Wars (2002), Jonathan Rosenbaum argumenta con extraordinario rigor y pasión en torno a la complacencia de la crítica cinematográfica, incapacitada para diagnosticar el estado de salud del cine mundial ("lo que ven es una fracción mínima de lo que se produce"), porque, al igual que el público, es también víctima de cómo la industria norteamericana del cine, en flagrante connivencia con los medios, limita las opciones de las películas que podemos ver. Rosenbaum, sin embargo, tiene motivos para la esperanza, pues ve la salvación a este bloqueo cinematográfico (que acaso nos asemeja a los reos de la caverna de Platón), en la consolidación de una era digital, y en concreto de un formato, el DVD, que "ha establecido una situación completamente nueva respecto al cine". Sobre esta situación, y sus posibilidades, habla uno de los críticos que con mayor lucidez, independencia y rigor escribe sobre el séptimo arte.

-Estamos viviendo un momento importante de transición en el cine, debido a la era digital en la que estamos inmersos. Vivimos ahora en una especie de paraíso del cinéfilo, que permite recuperar un cine nunca visto antes o muy poco visto, y el efecto consecuente es que se evalúe el cine actual con un mayor conocimiento de su historia. Siempre ha sido cierto de que hay más cosas en marcha de las que sabemos, pero el concepto de globalización, en cierto sentido, viene a atenuar esa sensación. Me gusta pensar que la revolución todavía es posible, no sólo una revolución en el cine y las artes, sino en general, porque la gente de todo el mundo tiene más cosas en común que nunca, y por lo tanto más posibilidades de actuar colectivamente.

-¿La revolución del cine vendrá, por tanto, del espectador, y no de los cineastas?
-Si, pero yo pienso que los directores forman parte también de ese público. En esencia, todas las revoluciones provienen del público. Lo que veo es que muchas cosas fueron posibles en los sesenta porque se salió de la industria, la gente demandó otro tipo de cine, y en cierto sentido puede verse el fenómeno del DVD con un potencial similar. Creo que hay una especie de renacimiento de los cineclubs, pero entendidos como gente reuniéndose en sus casas y apartamentos a ver películas, de forma no oficial... es algo que se está haciendo a lo largo de todo el mundo, y me parece interesantísimo y esperanzador.

Redefinir la crítica
-¿Y la crítica está a la altura de estos tiempos de transición?
-Deberíamos empezar a redefinir lo que la crítica es o debería ser. Con la explosión de DVD que vivimos se ha abierto toda una labor crítica, de revisión y descubrimiento, que es muy importante, y que permite ahora encontrar mejores críticas en los extras de un DVD que en libros. Por ejemplo, la mejor crítica que conozco de Iván el Terrible está en la Criterion Collection de DVD. Veo muy excitante el potencial que ofrece el DVD en este sentido, también por su aportación documentalista. Cuando murió D. W. Griffith, Erich von Stroheim habló en la radio sobre él durante unos treinta minutos, fue un discurso tan emotivo que termina llorando. No sabía que esta retransmisión de radio existía, pero gracias al DVD ahora tenemos la posibilida de oírla. Es algo que me asombra y me llena de satisfacción.

-¿Cree que las relaciones entre críticos y directores son sanas para ejercer la crítica cinematográfica?
-Tengo amigos que son directores de cine, como Jim Jarmusch, y en cierto sentido puede crear complicaciones, pero por otra parte, si te fijas en otras artes, a veces los más importantes críticos provienen de ser amigos de los creadores, de dialogar con ellos y conocerles. Creo que para un crítico, la comprensión de lo que ha visto es más importante que el hecho de que le seduzca o no; lo importante es entender la película, no que le guste. Tenemos el concepto de dividir todo en bueno o malo, pero todos sabemos que lo que es bueno y lo que es malo es algo que cambia constantemente con la historia, porque todo se reevalúa. La misión de la crítica es facilitar la discusión, aportar información, no ser prescriptiva... no me gusta la idea de decirle a la gente lo que tiene que ver.

-Los cineastas generalmente piden críticas constructivas. ¿Es labor del crítico mostrar al director cómo corregir los errores que ha cometido?
-No creo que deba ser así, porque no creo que debamos escribir para los directores. Por otra parte, tampoco creo que la forma en la que un director vea su trabajo sea siempre la mejor forma de verlo. Jarmusch y Kiarostami son ejemplos de cineastas que comprenden su trabajo muy bien, y puedo aprender de ellos más que ellos de mí, pero también hay otros cineastas que, aunque hayan realizado películas fantásticas, no comprenden muy bien su propio trabajo, y lo que ellos tienen que decir de su obra puede que no sea tan interesante como lo que pueda decir un crítico que sí la comprenda.

-¿Qué es lo que más le irrita de una película?
- Que sea condescendiente con la audiencia.Y hay mucho de eso. Hay muchas películas que simplemente dan al público lo que quieren, porque el director se proyecta en los gustos y las ideas del público. Uno de los efectos secundarios de eso es la pérdida de honestidad... aunque hay directores que pueden ser honestamente condescendientes con el público.

Identidad perdida
-Ha dicho en alguna ocasión que el cine norteamericano no existe, pero lo paradójico es que su influencia está en todas partes...
-La idea de no encontrar un cine norteamericano tiene que ver con que la propia identidad norteamericana está en crisis. Creo que está conectado a la pérdida general de identidad de Norteamérica. Es un país que está ahora mismo muy disgregado, porque han sucedido cosas muy alarmantes... y eso se traduce en el cine que se hace en el país. Cuando hice esa declaración era en referencia a una película de corte muy americana, Starship Troopers, pero realizada por un director alemán, con financiación no americana y dirigida a público no americano... Básicamente, ahora no se puede ver el cine americano como antes, como las películas de John Ford, que sí era un cine eminentemente norteamericano.

-Aquí en España no hay educación cinematográfica en las escuelas. ¿Cómo es la situación en Estados Unidos?
-No estoy seguro de cómo funciona, pero Estados Unidos es un país que, sin exagerar, odia el arte. Lo odia de una forma activa, porque lo asocia con riqueza, como si el arte sólo fuera cosa de gente rica. Eso tiene mucho que ver con lo mal que se enseña en las escuelas, así que en ese sentido, quizá es mejor que no se enseñe cine.