Cine

El verano de Marc Recha

El director catalán estrena Días de agosto, un viaje íntimo por su geografía natal

30 noviembre, 2006 01:00

Escena de "Días de agosto"

Tras su paso por Toronto, San Sebastián, Sitges y otros festivales, el martes se estrena Días de agosto, quinto largometraje de Marc Recha. Contemplativo y enigmático, el filme describe el viaje por la Cataluña interior que realizó el cineasta con su hermano mellizo David.

No es fácil encontrarse con una película que nos invita a mirar entre las grietas de su propio proceso. Detrás de la desnudez de Días de agosto, detrás de su ascética y casual sencillez, se intuye todo su pasado: la documentación, las dudas, los caminos desechados, los cambios de rumbo. Lo que empezó como un retrato del periodista anarquista Ramón Barnils fue colocándose entre interrogantes para convertirse no sólo en una invocación de su memoria (y en la crónica de una imposibilidad) sino también en la historia de un viaje de descubrimiento que es, a la vez, un ensayo sobre la conexión entre el hombre y el paisaje que habita y transforma con sus manos. De vacaciones, montados en su camioneta y receptivos a los encuentros del azar, acosados por la canícula de un sol cegador y un calor sofocante, Marc Recha y su hermano mellizo, David, se pierden en los alrededores de Riba-Roja d'Ebre, naturaleza rocosa, casi desértica, en la que el mundo parece haber llegado a su fin, abrumado por un embalse que oculta campanarios inundados. La aparición de ambos (y de su hermana pequeña como narradora) podría hacer pensar en el fragmento de una autobiografía, aunque lo que hace Recha es pasearse por la tensa cuerda que separa lo real de lo inventado, o de lo real como nacimiento de la ficción. "Tomé como punto de referencia el libro de Xavier Pla sobre Josep Pla titulado Ficció autobiogràfica i veritat literària, publicado en 1994", explica Recha. "Y eso es lo que he hecho, ficción autobiográfica". La vida se deja contagiar por la ficción y viceversa. "Desde que empezamos a escoger las localizaciones, todo el equipo adquirió un compromiso con la observación de la realidad", matiza Recha. "Todo lo que se pudiera decir y hacer sería utilizado en favor de la película".

Hombre y naturaleza
Uno de los momentos más conmovedores de Días de agosto aparece cuando Marc Recha le cuenta a su hermano que ha soñado con Ramón Barnils. "Eso ocurrió de verdad y lo incorporé a la película. Algunos detalles y personajes fueron surgiendo sobre la marcha, y los añadimos a lo que estaba preparado previamente".

La película se articula alrededor de las relaciones entre hombre, naturaleza y memoria colectiva. Habría que pensar en Gerry, de Gus Van Sant, en las películas selváticas de Werner Herzog, en El corazón de las tinieblas de Conrad, o, por qué no, en los westerns espectrales y telúricos de Anthony Mann, sobre todo Hombre del Oeste, para entender hasta qué punto el deambular errático de los hermanos Recha no es más que una hermosa alegoría sobre lo inaprehensible de la condición humana. Así las cosas, cuando esta peculiar ‘road movie’ (o ‘cat fish movie’, como les gustaba llamarla durante el rodaje) pierde a uno de sus personajes por el camino, convirtiendo al otro -su reflejo, su doble- en ‘cowboy’ solitario e investigador privado, la película enseña su deuda con una gran obra sobre fantasmas que buscan su propia sombra, La aventura, de Michelangelo Antonioni. Aunque la polisemia de Días de agosto no tiene límites, y Recha encuentra otro modelo, "el de los antihéroes crepusculares de Sam Peckinpah", que define la mirada de una manera de ser y pensar común a sus personajes, que son todos aquellos que nacieron en los setenta.

"Basta mirar atentamente cualquier cosa para que sea interesante" era la cita de Flaubert que inauguraba El cielo sube, primer largo del cineasta catalán. Y en Días de agosto Recha no se ha cansado de mirar. El cielo, la tierra, el hombre y su inquietante ausencia componen una red de texturas que la película, contemplativa y enigmática, nos regala sin ofrecer respuestas, delatándose como obra abierta a la vez que como final de trayecto y misterio sin resolver.