Image: Como la vida misma

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Cine

Como la vida misma

Director: Peter Hedges

20 marzo, 2008 01:00

En primer plano, Juliette Binoche y Steve Carrell.

Estados Unidos, 2007. Intérpretes: Steve Carell, Juliette Binoche, Dane Cook. Guión: Peter Hedges y Pierce Gardner. Duración: 98 mins.

Como la vida misma descoloca. El cine estadounidense más comercial -prácticamente desde mediados de los ochenta- nos ha saturado con un mismo perfil de comedias románticas y/o familiares donde la clonación ha primado sobre la originalidad. Normal que a nadie le interesa ya una película con Steve Martin o Meg Ryan, o dirigida por Carl Reiner o Nora Ephron. En esas películas el cine dejaba de imitar a la vida y se comportaba como un dictador fijando las reglas de cómo debería ser el comportamiento humano. La puerilidad lo ha acabado convirtiendo, merecidamente, en cine invisible.

De ahí que la producción de Peter Hedges, de entrada, sea un caramelo agridulce. Una experiencia a la que uno se aboca con cierta creencia de superioridad emocional e intelectual. ¿Una película familiar? ¿Una comedia romántica con niños de por medio? Huele a una mezcla de Dulce hogar… a veces (1989, Ron Howard) y A casa por vacaciones (1995, Jodie Foster). La trama no engaña: en una reunión familiar, un padre viudo con tres hijas se enamora de la novia de su hermano. Ya se sabe que el cine mainstream norteamericano ha tendido a retratar las relaciones humanas desde un filtro excesivamente amable. Su mirada licuaba el realismo y lo reconducía hacia un optimismo dulcificado. Ahondando en ese punto es cuando Como la vida misma empieza resultar sumamente interesante. Es cierto que Eric Rohmer, Pedro Almodóvar o incluso Ingmar Bergman habrían hecho grandes películas con lom mismo, pero, aunque esto es cine para el gran público, aquél que sustituye la figura autoral por parámetros reconocibles y personajes identificables, va mucho más allá de la mera definición estilística. ésta es una obra a la que hay que apelar desde la emoción, no desde el intelecto. Y es ahí donde la vida florece. Pues es la "vida real" de Dan, el protagonista interpretado por Steve Carell, la que se muestra desnuda, sin esconder ni un atisbo de fragilidad. No está pensada como una suma de segmentos humorísticos y románticos, sino como un conjunto donde todas las partes hacen girar la acción dramática. Paradójicamente no es éste un filme de gags, aunque los haya, o con un clímax superlativo que corrija los errores pasados y reinvente el futuro, que también. De ahí su extrañeza, un flujo de sensaciones -no de imágenes- que riman la experiencia emocional entre padres e hijos, logrando hacer olvidar que ya lo hemos visto antes. Todo es cuestión de credibilidad filtrada a través de lo natural, de lo aparentemente espontáneo Para ello ese monstruo de la comedia que es Steve Carell se deja la piel. Nunca el actor se nos había mostrado tan humano y, seguramente, tampoco tan creíble. De hecho consigue lo impensable: eclipsar a una actriz, perfecta, como Juliette Binoche. Es gracias a Carell que los defectos de la obra pasan más inadvertidos, demostrando que incluso el cine más acomodaticio aún puede exhibir rasgos de genialidad.