Muere Deanna Durbin, la sonriente soprano de Hollywood
Durante la Gran Depresión su frescura y alegría ante las cámaras salvó a la Universal de la bancarrota. Tenía 91 años y vivía retirada en Francia desde hace tres décadas
1 mayo, 2013 02:00Sonriente, pizpireta, luminosa y de aspecto pueril, así es cómo el cine recordará a la actriz Deanna Durbin (Manitoba, Canadá, 1921), que ha fallecido esta semana después de una larga existencia -tenía 91 años- en la que se consagró como una de las actrices de musicales más celebradas de los años 30 y 40. La noticia la ha confirmado este miércoles un club de seguidores de la actriz, según publica The New York Times. Durbin comenzó a trabajar como actriz durante su adolescencia, debutando en un cortometraje junto a una entonces desconocida Judy Garland y luego trabajando en pequeños papeles, pero sus cualidades de soprano le llevaron a un pronto éxito en su carrera cinematográfica, marcada por una veintena musicales y comedias. Entre sus admiradores, Winston Churchill, que manifestó su admiración por sus cualidades frente a la cámara en varias ocasiones.
Esa simpatía suya no es baladí, el imán de la actriz para atraer a los espectadores salvó de la bancarrota a Universal Pictures durante la Gran Depresión al protagonizar varios éxitos de la compañía, que hoy reconoce que un 17 por ciento de los ingresos de aquella década se correspondía con las películas en las que apareció la joven Durbin, tras Bette Davis la segunda actriz mejor pagada de la época. Sin embargo, tiempo después de su retiro a Francia junto a su marido, el productor Charles Davis, hace ahora 30 años, la intérprete reconoció que esa imagen de aniñada felicidad con la que será recordada, justo la antítesis del prototipo de actriz de la época, no se correspondía con la realidad, pues nunca disfrutó actuando ni dando esa imagen, según admitió entonces. Quizá el rechazo de Hollywood y de los espectadores a su intento de protagonizar papeles más serios le llevaron a odiar ese rol de chica sana y alegre que el star-system le adjudicó para animar a un público extasiado de miseria.
Destacó en películas como Loca por la música (1937), Su última diablura y El primer amor, ambas de 1939. Pero su verdadero espíritu quedó reflejado en Mentirosilla, quizá el trabajo que mejor ejemplifica esa impronta juvenil por la que desde hoy será recordada. Bien entrados los años 40, su suerte menguó, a pesar de que la Universal todavía puso empeño en procurarle roles más serios, aunque en producciones de menor enjundia. Con todo, protagonizó filmes como Princesita (1940), Casi un ángel (1941), Mujercita (1941), Luz en el alma (1944) y La dama del tren (1945), dirigida por su tercer marido, con el que pasó el resto de su vida en una villa francesa.