Image: En el sótano: mediocridad y esperpento

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Cine

En el sótano: mediocridad y esperpento

15 enero, 2016 01:00

Una imagen de En el sótano

El austríaco Ulrich Seidl, tras su trilogía Paraíso, explora los rincones más siniestro y menos edificantes de la sociedad occidental, esos sotanos en los que los civilizados y ricos austríacos dan rienda suelta a sus bajos instintos.

El austríaco Ulrich Seidl (Viena, 1952) tiene ya una larga filmografía en la que ha explorado los rincones más siniestros y menos edificantes de la sociedad occidental. Aun reciente su trilogía Paraíso, en la que exploraba cuestiones como la obsesión con el físico o el turismo sexual, el documental En el sótano es una película Seidl a más no poder. El título ya es elocuente, el sótano es tanto un espacio geográfico dentro de la casa como obvia metáfora de ese "sótano" en el que los civilizados y ricos austríacos dan rienda suelta a sus más bajos instintos.

En este sentido, En el sótano puede entenderse como una galería del friquismo con ese tono sórdido y brutal que es la marca del cineasta. Por la película aparecen todo tipo de personajes cuando menos pintorescos: un saxofonista borracho adorador de Hitler, una pareja de gordos que conviven siendo ella la ama dominante y él desnudo, a cuatro patas, con pesos cayéndole de los testículos, una señora que tiene muñecos guardados en cajas muy sofisticados que parecen bebés o un señor aficionado al canto operístico sin ningún talento que practica tiro y se prepara junto a sus amigos racistas para hacer frente a la invasión islamista.

Pero más allá de la rareza o la sordidez, Seidl sigue demostrando que no solo tiene un mundo propio tan desagradable y poco convencional como se quiera pero indiscutiblemente fascinante y tiene también, un punto de vista, una mirada que nos muestra el aspecto menos amable de una sociedad opulenta y "civilizada" dominada por la mediocridad, la subcultura, los referentes vacuos y la cultura de usar y tirar. Esos sótanos siniestros en el que sus siniestros protagonistas ocultan, o no tanto, sus pecados nos conciernen porque nos hablan de un mundo, el nuestro, en el que la riqueza material oculta un profundo vacío.