La familia de Jacob en su pequeña granja durante un momento de 'Minari'

La familia de Jacob en su pequeña granja durante un momento de 'Minari'

Cine

Vuelta de tuerca al sueño americano

'Minari. Historia de mi familia', que llega a las salas este viernes tras ganar el Globo de Oro a la mejor película en lengua extranjera, destaca por la gran verdad con la que el director Lee Isaac Chung desarrolla a los personajes

12 marzo, 2021 09:07

El estreno de Minari. Historia de mi familia en España llega cuando ya ha pasado más de un año desde que el director Lee Isaac Chung (Denver, 1978) recibiera el Premio a la mejor película y el Premio del público en el Festival de Sundace de 2020, pero a tan solo un par de semanas de haber conquistado el Globo de Oro al mejor filme en lengua extranjera, lo que la pone de plena actualidad.

Sin duda, este largometraje producido por Brad Pitt posee los rasgos típicos del cine independiente que suele triunfar en el festival creado por Robert Redford en Park City, en el estado de Utah. Sorprende más que un filme estadounidense, que transcurre en Arkansas y en el que se combina fluidamente el coreano y el inglés, acabe imponiéndose en una categoría de los galardones de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood que suele honrar a películas de latitudes distintas a las del país presidido por Joe Biden.

Minari. Historia de mi familia nos sitúa, sin embargo, en los años 80 de Ronald Reagan para abordar la historia de una familia de inmigrantes coreanos que busca trazar su propio camino para alcanzar el sueño americano. Jacob (Steve Yeun), después de una década sexando pollos en California, ha conseguido suficiente dinero para comprar una parcela en la que pretende cultivar frutas y vegetales típicos de su país de origen para vender a la cada vez mayor comunidad coreana de la zona. Hasta este terreno apartado del mundo civilizado llega con su mujer Monica (Yeri Han) y los pequeños Anne (Noel Kate Chow) y David (Alan S. Kim), que no parecen entusiasmados con lo que allí se encuentran: una destartalada y amplia casa con ruedas en la que tendrán que olvidarse de las comodidades típicas de la vida en la ciudad.

Una Arcadia sureña

A partir de aquí, nada sorprende en exceso en este filme cuya narrativa navega por aguas muy transitadas ya por la cinematografía estadounidense (aunque no es en la narrativa donde el director se juega el impacto del filme). Jacob trabajará como un condenado para sacar adelante la granja, pero se enfrentará a miles de dificultades –desde el clima a la falta de agua pasando por su propio orgullo–, Monica irá perdiendo la poca fe que tiene en el plan de su marido a medida que los golpes en la línea de flotación económica de la familia se vayan acumulando, Anne pasará desapercibida durante todo el filme (¿era necesario incluir su personaje?) mostrando la unidimensional faceta de adolescente responsable y David, aquejado de un problema de corazón que le impide hacer grandes esfuerzos físicos, irá superando sus miedos infantiles a medida que va haciéndose a la vida en esta arcadia sureña.

Las anteriores películas de Lee Isaac Chung no eran precisamente comerciales. Su ópera prima fue Munyurangabo (2007), un filme rodado en Ruanda en lengua kiñaruanda que narraba la historia de amistad entre dos jóvenes de etnias distintas y que tuvo su estreno en Cannes con críticas muy positivas. Después siguió experimentando con las formas cinematográficas en Lucky Life (2010), un drama familiar basado en la poesía agridulce de Gerald Stern, y en Abigail Harm (2013), un surrealista cuento de hadas de Manhattan, pero ninguna de las dos llegó a tener un estreno comercial, a pesar de su buen desempeño en el circuito de festivales.

Minari. Historia de mi familia, por su parte, es un filme mucho más convencional que los anteriores trabajos de Chung, una historia familiar de superación emotiva y sincera, rodada sin grandes aspavientos, con hechuras clásicas, destinada a convencer a un público muy amplio (e incluso a recibir premios importantes). Todo parte de la propia infancia del director, que vivió una situación parecida a la que atraviesa el pequeño Daniel en la película. De ahí que sea a través de los ojos de este personaje como experimentemos buena parte del filme, aunque el punto de vista no sea riguroso al cien por cien. De manera que también accedemos a las interioridades de la relación entre Jacob y Monica, a sus conversaciones íntimas que ponen de manifiesto la erosión de la unidad familiar.

Un exceso de cordialidad

Por otro lado, en su búsqueda de un tono amable en el que el humor hace acto de presencia de manera habitual, el director evita adentrarse en ciertos aspectos que podrían haber dotado de una mayor aspereza al relato: apenas somos testigos de la relación de la familia con sus vecinos y cuando el director nos la muestra, se produce con un exceso de cordialidad, como si no existieran prejuicios en la época hacia los inmigrantes. Tampoco tenemos acceso en todo el metraje a la experiencia de los niños en la escuela.

Así, la película se adentra en una especie de ensoñación dulcificada que tiene en la relación de Daniel con su abuela Soonja (Youn Yuh Jung), que aparece para ayudar a Monica a cuidar a los niños, sus momentos más inspirados. Soonja es una mujer de carácter, divertida y algo irresponsable, pero no es lo que Daniel espera de una abuela ya que “ronca, viste calzoncillos y no sabe hacer galletas”. La dinámica entre ambos se convierte en el gran hallazgo de la película, convirtiéndose en uno de los dúos cómicos más hilarantes hallados en el cine reciente. Pero también hay chispazos de auténtica inspiración en lo visual, como ese plano casi espiritual en el que vemos cómo la luz del sol se filtra entre las nubes.

Al final, Minari. Historia de mi familia quizá no sea un drama perfecto, pero sí una película emocionante y humana que nos engancha por la gran verdad con la que el director desarrolla los personajes, por la belleza de los escenarios, bañados con esa potente luz de Arkansas, y por la actuación de unos intérpretes en estado de gracia, con mención especial para esa abuela que pasa los días viendo lucha libre y bebiendo Mountain Dew, otra manera de vivir el sueño americano.

@JavierYusteTosi