Thomas Vinterberg sobre 'Otra ronda': "Es una celebración de la vida en un mundo de muerte"
El Cultural ha conversado con el director sobre la “etílica” historia que arrastran sus protagonistas y sobre la tragedia que marcó el rodaje
6 abril, 2021 09:04Desde el estreno en 1998 de Celebración, la comedia negra con la que inauguró el movimiento Dogma 95, a Thomas Vinterberg (Frederiksberg, 1969) siempre le ha acompañado un halo de enfant terrible. El director danés suma, sin embargo, más de un cuarto de siglo rehusando la etiqueta.
En su ánimo no hay un deseo provocador, sino un talante curioso, por momentos temerario, alentado por su infancia en una comuna: “De crío se me permitía hacer de todo, así que no me rebelo contra nada. Crecí con un grupo de hippies. Juntos nos aventurábamos a, por ejemplo, levantar el suelo de la casa. Y lo hacíamos tomados de la mano, con una sensación compartida de riesgo y desafío”.
Con el cine renovó los votos de ese salto al vacío en equipo. Cuando desarrolló el manifiesto Dogma junto a Lars Von Trier, en su entorno le animaron a claudicar porque lo consideraban un suicidio profesional. En contraste, aquella admonición era gasolina para la hoguera con la que aspiraba a purificar el séptimo arte. “Me decían que estaba loco y que iba a destruir el cine, pero eso me estimulaba más. La sensación de peligro siempre me motiva, y si la vivo en compañía, todavía mejor”, reconocía a El Cultural en el pasado Festival de San Sebastián.
Entre comida y bebida
Hace casi una década que acariciaba la idea de abordar la ambigüedad asociada al consumo de alcohol. Cuando al fin lo ha afrontado en Otra ronda, cuyo estreno está previsto para el próximo 9 de abril, ha sido en camaradería con cuatro actores de su terna de habituales: Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Magnus Millang y Lars Ranthe. La película narra la historia de cuatro profesores de instituto que, hastiados de su vida cotidiana, acuerdan mantener diariamente un nivel de 0,5 gramos de alcohol en sangre y estudiar las consecuencias. La etapa formativa de Vinterberg siempre se desarrolló en encuentros informales con comida y bebida, discutiendo sobre el sentido de la vida y la familia. De ahí surgió su propia versión del Principio de Arquímedes: “Dame una mesa y te hago una película”. El cuarteto protagonista de Otra ronda se alzó con la Concha de Plata ex aequo a la mejor interpretación masculina en Donostia. Desde entonces, los brindis no han cesado. Los próximos reconocimientos a los que opta son dos Óscar, a mejor dirección y mejor filme internacional.
Pregunta. Su película de graduación se llamaba Última ronda. ¿Existe alguna conexión?
Respuesta. Existe un vínculo en la trama, porque es sobre un hombre moribundo que celebra su despedida en una larga fiesta con amigos. Hay cierta familiaridad, aunque la inspiración no se remonta a aquellos tiempos.
P. ¿A cuándo, entonces?
R. Mi primera entrevista sobre el tema fue en 2013. Siempre me han fascinado los elogios a la gente que está borracha. El proyecto empezó como una pura celebración del licor, como un hábito socialmente aceptado que puede sublimar situaciones, influir en la historia mundial y en la creación artística, pero derivó hacia la exploración de todos sus registros: el alcohol también destruye familias y crea graves problemas sociales.
P. Winston Churchill es mencionado en la película varias veces por su habitual estado de embriaguez. El líder político inglés fue Premio Nobel y llegó a vivir 90 años. Uno podría preguntarse por qué su consumo de alcohol hubo de considerarse un problema.
R. ¿Quién dice que lo fue? Churchill es una antítesis de las políticas de salud. Al revisar su biografía, he llegado a la conclusión de que el día que mandó a 200.000 civiles a la guerra en barcos pesqueros, probablemente estaba un poco bebido. ¿Hubiera tomado esa brillante decisión, que cambió el curso de la historia, de haber estado sobrio? No estoy seguro. ¿Habría escrito Hemingway sus novelas en las calles de París sin vino? Tampoco lo creo. Espero que nuestra película reconozca que el alcohol puede elevar las decisiones de la gente… pero también puede matar.
P. ¿Ha probado a trabajar en alguna ocasión bajo sus efectos?
R. No dispongo de mucho tiempo, porque tengo niños pequeños. Y en un rodaje no me lo puedo permitir, ya que he de aguantar jornadas de trabajo de 14 horas. Durante el confinamiento, sí he bebido un poco más, pero no me presté a las quedadas para beber con amigos por Zoom, porque me parecía artificial.
“Estoy preocupado. Ver una película es algo colectivo y si las salas se convierten en museos, será una gran pérdida”
P. ¿Por qué enmarcó esta historia en un instituto?
R. Otra ronda destila, en cierto modo, añoranza por la juventud. Sus personajes echan de menos la levedad de ser adolescentes. Pensé que en la relación con sus alumnos, los profesores encuentran un gran espejo lleno de brutalidad. De hecho, la principal decisión durante la escritura del guion fue sus oficios. Durante un tiempo, el protagonista era un controlador aéreo que tenía miedo de hacer aterrizar los aviones. Aquella elección convirtió la película en una comedia tontorrona, pero cuando junto a mi coguionista, Tobias Lindholm, decidimos que fueran maestros, se volvieron reales y el texto empezó a avanzar.
P. ¿Qué le interesaba más, el estudio del problema, esto es, la crisis de la mediana edad, o su resolución potencial a través del consumo de alcohol?
R. Coexisten. En último término, Tobias y yo ambicionamos hacer una película sobre la vida, y para poder contar una historia sobre lo difícil y lo precioso que es vivir, has de plantear su opuesto. Para transmitir la ilusión renovada por la existencia de estos cuatro amigos, necesitaba que, al principio, sintieran lo contrario.
P. El filme está muy distanciado de sus dos últimas producciones, ambas internacionales, Lejos del mundanal ruido (2015) y Kursk (2018)…
R. Son dos aspectos diferentes de mi carrera. Los proyectos que menciona fueron encargos y los viví con una sensación de liberación, porque, para variar, no cargaba con toda la responsabilidad. Fueron trabajos en común, que implicaban la experiencia de dejar mi país. Me invitaron a una casa a construir algo con otra gente. Cuando ruedo una película en Dinamarca, en cambio, la preparo en mi propia cocina. Tiendo a asumir mis propios proyectos.
En los créditos finales de Otra ronda hay una dedicatoria a Ida Vinterberg. La película iba a suponer el debut de la primogénita del director danés en el cine. Su instituto era la localización principal de la acción y sus compañeros, los actores secundarios, pero cuatro días antes del rodaje, un accidente de tráfico mortal marcó un hiato en el proyecto. “Este largo nació como algo muy lúdico pero sucedió una gran tragedia en mi vida y necesité darle una trascendencia. Cuando mi hija falleció, seguir adelante se volvió una necesidad”, comparte con entereza.
P. Imagino la honda tristeza que vivió durante el rodaje. ¿Cómo lo experimentó el equipo?
R. Hubo mucho amor. Me sobrecogió el cariño que tanto los actores como el equipo técnico volcaron en mí. Espero que esta película irradie ese sentimiento a través de la pantalla.
“Cuando mi hija falleció quise darle trascendencia a la película. Seguir adelante se volvió una necesidad”
No es la primera vez que el cineasta afronta un momento de zozobra en su carrera. Tras el fin de Dogma en 2002, tardó mucho en retomar el trabajo: “Estaba en un callejón sin salida y al girarme no sabía hacía dónde ir”. Fue entonces cuando recordó una conversación que mantuvo con Ingmar Bergman justo después del estreno de Celebración, premio del Jurado en Cannes 1998. El maestro sueco le espetó: “Estás jodido. ¿Qué piensas hacer ahora?”. A continuación le sugirió que trabajara en su siguiente película. “Me dijo que después de cada estreno, pueden pasar dos cosas. Si fracasas, te pones nervioso. Si triunfas, te vuelves estratégico, tratando de mantenerte”.
Cuando todavía no ha recogido todas las mieles de este proyecto tan personal como catártico, ya está escribiendo otro guion, el de su primera serie de televisión, “porque es muy largo para convertirlo en una película”.
Éxito en Dinamarca
P. ¿Temió que la trama de Otra ronda produjera extrañeza entre el público?
R. Hasta que se estrenó estuve preguntándome cómo sería recibida esta celebración de la vida en un mundo de contaminación y de muerte. Pensaba que la película podría ser un alivio para los espectadores, pero también que podía resultar irrelevante. Por suerte, en Dinamarca, ha roto todos los récords de taquilla, así que ha resultado liberadora.
P. ¿Qué futuro le pronostica a las salas de cine?
R. Normalmente no me preocupan estas cosas, pero ahora sí. Ver una película es algo colectivo y si las salas se convierten en museos, será una gran pérdida.
P. ¿Con qué animo afrontó el confinamiento?
R. En lo que se refiere al trabajo, tuve mucha suerte, porque terminé la película justo antes. Ahora vivo un periodo en el que estoy escribiendo y puedo trabajar desde casa. Existencialmente me apena la gente que ha perdido a miembros de la familia, pero privadamente, me ha ido muy bien. Mi familia está en duelo. Necesitábamos silencio y el aislamiento nos ha beneficiado.
P. Su colaboración con Thomas Bo Larsen se remonta a Celebración. ¿Qué le hizo volver a trabajar con él?
R. Siempre me rijo por la admiración y por la curiosidad. Es como enamorarse. Una cuestión química. Para esta ocasión, escribí los guiones con los cuatro actores en mente. De hecho, los personajes tenían los nombres de Mads, Thomas, Magnus y Lars antes del rodaje. El elenco de esta película está integrado por personas con las que me gusta pasar el tiempo o que tienen un inmenso talento.
P. ¿Lo considera un amor correspondido?
R. ¿Cómo cree que conseguí que Mads bailase en la última escena?