Pasiones, gloria y tragedia entre pinceladas: así ha tratado el cine a los pintores
Pierre Bonnard se suma a un largo listado de artistas plásticos que han suscitado el interés del séptimo arte, de Miguel Ángel a Van Gogh, de Caravaggio a Pollock.
25 agosto, 2024 00:53El periodo de la historia del arte que más ha interesado al cine de ficción es el de las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX, que abarca el impresionismo, el postimpresionismo, el simbolismo, los modernismos, el expresionismo, la ola inicial de las vanguardias...
Ese fue el tiempo de Pierre Bonnard (1867-1947), referente de los nabis y cuya compleja relación con su musa y compañera Marthe (marcada por la reclusión y la dependencia mutua) es el tema central de una película que, dirigida por Martin Provost, llegará el 30 de agosto a las pantallas españolas. Vincent Macaigne y Cécile de France son los protagonistas de Bonnard. El pintor y su musa, que formó parte de la Sección Oficial del Festival de Cannes en 2023.
(Advertencia quizá innecesaria: en muchos casos, entre las circunstancias biográficas de los artistas y lo que cuentan las películas, o la manera en que lo cuentan, hay diferencias notables).
Al cine le gustan las vidas turbulentas y uno de sus pintores predilectos, también de ese periodo, es Vincent van Gogh (1853-1890). El acercamiento más célebre es El loco del pelo rojo (Vincente Minnelli, 1956), a partir de la novela Lust for Life de Irving Stone.
El joven Van Gogh (Kirk Douglas) está empeñado después de algunos fracasos en ser predicador y, aunque no parece dar el perfil, es enviado a una pobre región minera belga, donde hace suyas las terribles condiciones de vida de sus habitantes. Lo rescata su hermano Theo, el principal apoyo que tuvo a lo largo de su vida.
De regreso en el hogar familiar se entrega al dibujo, conoce el desamor, prueba suerte en La Haya, donde convive un tiempo con una mujer, y decide viajar a París para vivir con Theo. Allí descubre a los impresionistas y entiende que debe empezar una nueva etapa en su obra basada en las posibilidades de la luz y el color.
Conoce a algunos pintores como Pissarro o Seurat y establece amistad con Paul Gauguin (Anthony Quinn, que recibió el Oscar al mejor actor secundario). No vende cuadros y se traslada al sur de Francia, a la localidad de Arlés, donde pinta febrilmente, fascinado por los paisajes provenzales, vive del dinero que le envía Theo, espera a Gauguin y sueña con crear una comuna de artistas.
Gauguin llega y lo recibe con entusiasmo y una habitación decorada con sus girasoles, pero pronto empiezan las discusiones por asuntos de todo tipo, de lo doméstico a lo estético, y después de una de ellas se corta una oreja con una navaja de afeitar. Sus problemas mentales se han agudizado.
Voluntariamente ingresa en un sanatorio, donde sigue pintando y sufriendo crisis. La muerte se asoma a sus cuadros. Visita por última vez a Theo y conoce a su cuñada, Jo, y su sobrino. También al doctor Gachet, al que retrata. En un campo de trigo de Auvers-sur-Oise se pega un tiro.
Protagonizada por Jacques Dutronc, Bernard Le Coq y Alexandra London, Van Gogh (Maurice Pialat, 1991) se centra en el periodo de Auvers y la relación del pintor con Gachet, aficionado al arte, y su hija Marguerite. También aparecen Theo y Jo, cuyos papeles ganan en importancia y complejidad. La historia escarba en el conflictivo trato entre los hermanos: a los dos les queda poco tiempo de vida. Los encontramos también en Vincent y Theo (Robert Altman, 1990), con Tim Roth y Paul Rhys.
Van Gogh, a las puertas de la eternidad (Julian Schnabel, 2018) recrea su estancia en Arlés, con Willem Dafoe como protagonista. En la etapa final se centra asimismo Loving Vincent (DK Welchman, Hugh Welchman, 2017), cinta animada en la que cada fotograma es un cuadro pintado al óleo en el estilo de Van Gogh.
Edouard Deluc dirige Gauguin. Viaje a Tahití (2017), con Vincent Cassel en el papel del pintor. 1891. Gauguin (1848-1903) se ahoga en París y decide irse a la Polinesia. Nadie quiere acompañarlo. Allí sufre un infarto, muestra signos de diabetes, pinta, reivindica la infancia y el salvajismo, se integra en la cultura local y conoce a Tahura, venus tahitiana que le inspira numerosos cuadros y también le da algún disgusto.
Renoir (Gilles Bourdos, 2012) muestra al pintor (1841-1919), anciano, frágil, lúcido y gruñón, en su casa de la Costa Azul, a la que llega la joven Andrée, aspirante a actriz, para trabajar como modelo. A él le gusta porque “su piel no rechaza la luz”. También le gusta a su hijo Jean, que regresa herido de la Primera Guerra Mundial y va mostrando interés por el cine. Con Michel Bouquet, Christa Théret y Vincent Rottiers.
También tiene su película la impresionista Berthe Morisot (1841-1895), a la que Édouard Manet ayudó a cumplir su sueño de ser pintora. Marine Delterme y Malik Zidi protagonizan Berthe Morisot (Caroline Champetier, 2012).
Vincent Lindon es Auguste Rodin (1840-1917) en Rodin (Jacques Doillon, 2017). A los 40 años, el escultor recibe su primer encargo del Estado, La puerta del infierno, basado en la Divina comedia de Dante. También trabaja en su Balzac. Ha sufrido y sufrirá rechazos y ataques.
Camille Claudel (1864-1943) es su alumna y amante. Una relación tempestuosa e imprevisible cuya complejidad, nutrida de dolor, incomprensión y paradoja, queda resumida en esta frase: “Te amo como Camille pero te odio como Claudel”. Aparecen en el filme otras obras y amantes, así como Cézanne, Monet y Rilke.
En 1915, Camille Claudel fue internada por su familia en un asilo de enfermos mentales al sur de Francia, cerca de Aviñón. Ya no esculpió más. Juliette Binoche la interpreta en Camille Claudel 1915 (Bruno Dumont, 2013), que fue rodada en un manicomio con enfermos reales. La cinta está basada en su historial médico y su correspondencia con su hermano Paul. Se siente encarcelada y tiene miedo de ser envenenada. Y espera la visita de Paul.
En Moulin Rouge (John Huston, 1952) encontramos a Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901) dibujando y bebiendo. Es feo, pequeño y elegante, de trago fácil y trazo rápido. Es de familia heráldica y de pequeño se cayó por las escaleras y quedó lisiado. Quería ser pintor y se trasladó a París. En la calle conoce a una mujer que amenaza con reforzar su infelicidad.
Hace un cartel promocional para el Moulin Rouge que desagrada a su padre, que se lo hace saber. Y Henri, gloriosamente, le espeta: “En esto sé más que tú; tú nunca has trabajado. Los de nuestra clase nunca lo han hecho. Nos encubrimos con nuestro nombre, como si fuera una hazaña haber nacido. Nuestro mundo murió con María Antonieta. Somos fósiles. Y yo me he atrevido a romper moldes. Trabajo y, como bien dices, bebo cada día más. Así olvido mi soledad, mi fealdad y el dolor de mis piernas. Todos tenemos un refugio: mamá, sus plegarias; tú, tus caballos, tus halcones y tus sueños de una época ya extinta; y yo, mi coñac”. Con José Ferrer y Zsa Zsa Gabor.
El artista reaparece en la gran pantalla en 1998: Toulouse-Lautrec (Roger Planchon), con Régis Royer y Elsa Zylberstein.
Con John Malkovich al frente del reparto, Klimt (Raúl Ruiz, 2006) se centra en la estancia del austriaco (1862-1918) en París con motivo de la Exposición Universal de 1900, en la que fue premiado, y sus relaciones con distintos personajes en la Viena de la Secesión.
Entre ellos, Egon Schiele (1890-1918), que tiene su propio biopic (Egon Schiele, Dieter Berner, 2016), en el que, interpretado por Noah Saavedra, lo hallamos en 1910, expulsado de la Academia y dibujando desnuda a su hermana y a otros menores. Se implica en un grupo de artistas, conoce a la inspiradora bailarina Moa Mandu y Klimt le presenta a la modelo Walburga Neuzil, con la que establece una relación difícil.
Es acusado del secuestro y la violación de una adolescente, pero solo condenado por atentar contra el decoro. Su arte es definido como obsceno y pornográfico. Pasan los años: escándalos, mujeres, guerra, enfermedad…, y el intento de proyectar internacionalmente su carrera.
Es la Viena de Oskar Kokoschka (1886-1980), que aparece como secundario, por su relación con Alma Mahler, en La novia del viento (Bruce Beresford, 2001) y Alma Mahler, la pasión (Dieter Berner, 2022), que arranca con una discusión entre Gustav Mahler y su mujer, que ha conocido a Walter Gropius. Al poco, Mahler muere y Alma proyecta rentabilizar su viudedad (hay una sinfonía por estrenar…). “El buen gusto es el fin del arte”, afirma frente a un cuadro escabroso de Kokoschka, al que pide conocer.
Hilma af Klint (1862-1944) quería entender los secretos de la existencia. Y todo lo demás también. Hilma (Lasse Hallström, 2022) la sitúa inicialmente en Estocolmo al final de su vida, que estuvo marcada por la muerte de su hermana cuando era una niña. Le interesan los asuntos esotéricos, pasa por la Academia, escucha a los espíritus, descubre el amor lésbico.
Admira a Rudolf Steiner, con el que tiene varios encuentros no satisfactorios. Busca un arte revelador que conecte con lo absoluto, alumbre el misterio, haga visible lo invisible. Su obra de pionera de la abstracción genera incomprensión. Pidió que no fuera expuesta hasta 20 años después de su muerte. Hizo cuadros para el futuro.
Protagonizada por Tora Hallström y Lena Olin, la película muestra un encuentro entre Hilma y Edvard Munch (1863-1944), que también había perdido a una hermana. Munch (Henrik Martin Dahlsbakken, 2023) presenta al artista en distintos momentos de su vida, en la que hay adicción, desequilibrio, enfermedad, tristezas irreparables y algunos cuadros memorables. “El arte controla la naturaleza y descarta lo que no puede controlar”, dice, en defensa de la soberanía del arte. Con Alfred Ekker Strande, Mattis Herman Nyquist y Ola G. Furuseth.
La pintura finlandesa tiene un referente en Helene Schjerfbeck (1862-1946). Helene (Antti Jokinen, 2020) arranca con una entrevista a la artista (Laura Birn), a la que preguntan por qué ha pintado la guerra y la pobreza, temas poco adecuados para una mujer. Vive en un mundo en el que los hombres se sirven la carne primero. Ella es una mujer sobria en cuya mente los colores tienen vida propia. Discute con la familia, sufre mal de amores, vende obra. Intimidad y mirada, prestigio y soledad.
A Paula Becker (1876-1907) le sugieren a los 24 años que se busque un hombre, se entregue a una vida convencional y decente y deje la pintura para su tiempo libre. En la colonia de artistas de Worpswede (Alemania) le piden precisión y exactitud, pero ella concibe la pintura en otros términos. Allí conoce a Otto Modersohn, con el que se casa. Cinco años después no es feliz: el que tiene algo de proyección es él, que también tiene problemas de erección.
Se va a París con su amiga Clara Westhoff, que durante un tiempo le ha hablado a Rilke y ahora trabaja con Rodin. Allí crece artísticamente (era deseable) y sexualmente (era inevitable). Ella presagiaba que viviría poco y acierta; lo que quizá no imaginó es que moriría después de un parto complicado. Su historia está en Paula (Christian Schwochow, 2016), con Carla Juri y Albrecht Schuch.
Joan Allen y Jeremy Irons son Georgia O’Keeffe (1887-1986) y Alfred Stieglitz (1864-1946) en Georgia O’Keeffe (Bob Balaban, 2009). Una historia de amor maduro entre pintora y fotógrafo, con partidas de croquet, suegra insoportable, boda sencilla, problemas de dinero, conflictos. Ella se va a Nuevo México, donde encuentra inspiraciones. Él la echa de menos, a pesar de que no le falta compañía, y le da un infarto. Se dan otra oportunidad y por supuesto sale mal. O’Keeffe acabará sus días en Nuevo México, muchos años después de la muerte de Stieglitz.
Françoise Gilot intenta Sobrevivir a Picasso (James Ivory, 1996), pero no es fácil. En el París de los años 40, ella es una joven que quiere dedicarse a pintar. A su padre le sienta fatal la idea y le pega, así que ella se va a vivir con Picasso (1881-1973), al que recién conoció. Él la acoge, la desconcierta y la preña. Sigue teniendo trato con Marie-Thérèse Walter y Dora Maar, y aparece también, un tanto enloquecida, Olga Khokhlova, otra ex, con la que tuvo un hijo “que solo piensa en bebida y en putas”, según detalla con resignada y maternal veracidad.
Françoise dice que él trata a las mujeres como mascotas. Es controlador, cruel y posesivo, imprescindible e insoportable, y además se afilia al Partido Comunista y se va a Polonia a hablar ante camaradas que le desprecian. Y conoce a Jacqueline Roque. Picasso es Anthony Hopkins; François, Natascha McElhone.
También encontramos al malagueño en Las aventuras de Picasso (Tage Danielsson, 1978), La banda Picasso (Fernando Colomo, 2012), sobre el robo de La Gioconda en 1911, y la serie Genius: Picasso (varios directores, 2018), con Antonio Banderas.
Amedeo Modigliani (1884-1920) es un pintor sin suerte y sin dinero, bebedor y autodestructivo, en Los amantes de Montparnasse (Jacques Becker, 1958). Se enamora de Jeanne Hébuterne, una muchacha de familia bien, aspirante a pintora. El padre no quiere que se vaya a malvivir con el bohemio, pero ella se rebela. Él tiene ventas exiguas y borracheras homéricas. Con Gérard Philipe, Lilli Palmer y Anouk Aimée. Reencontramos al italiano en Modigliani (Mick Davis, 2004), con Andy García y Elsa Zylberstein.
También es muy cinematográfica la relación entre la pintora Dora Carrington (1893-1932) y el escritor homosexual Lytton Strachey, encarnados por Emma Thompson y Jonathan Pryce en Carrington (Christopher Hampton, 1995).
Entre las grandes figuras de la pintura nacidas en el siglo XX que tienen su biopic está Frida Kahlo (1907-1954). Frida (Julie Taymor, 2002) refleja preceptivamente las dos mayores desgracias que sufrió la mexicana (Salma Hayek): su accidente de autobús, de consecuencias tremendas, y su matrimonio con Diego Rivera (Alfred García). También su romance con Trotski y alguna incursión lésbica.
Maudie, el color de la vida (Aisling Walsh, 2016) cuenta la relación entre la pintora canadiense Maud Dowley (1903-1970) y el rudo vendedor de pescado Everett Lewis. Ella sufre artritis reumatoide, vive con su tía y empieza a trabajar como limpiadora y cocinera para él. Además, pinta flores y pájaros en las paredes. Propone casamiento, insiste y lo logra. Vende cuadros con doméstica modestia y llama la atención de los medios e incluso de la Casa Blanca. Sus problemas físicos se van agravando, a pesar de lo cual sigue pintando. También le será desvelado un terrible secreto familiar. Con Sally Hawkins y Ethan Hawke.
Joaquim de Almeida y Victoria Abril lideran el reparto de Óscar. Una pasión surrealista (Lucas Fernández, 2008), sobre el pintor canario Óscar Domínguez (1906-1957), que vivió en París, bebió mucho, explotó su subconsciente y se suicidó.
Antes de ser James Bond, Daniel Craig fue George Dyer, amante de Francis Bacon (1909-1992), ladrón reconvertido en compañero sadomaso, en El amor es el demonio (John Maybury, 1998). Derek Jacobi interpreta al pintor, que considera que “es imposible definir el placer” y que “no hay belleza sin herida”. Una historia entre la creación y la sordidez, el deseo y la destrucción, el éxito y el sufrimiento.
Ed Harris dirige y protagoniza Pollock (2000). En el Nueva York de principios de los 40, Jackson Pollock (1912-1956) conoce a Lee Krasner (Oscar para Marcia Gay Harden), que también se dedica a la pintura. Pollock es alcohólico, raro y expresionista abstracto. Hace su primera exposición individual en la galería de Peggy Guggenheim, que además le encarga un mural para su casa.
Jackson y Lee se casan y se van a Long Island a ser moderadamente infelices al principio y luego ya del todo. Él se entrega al dripping y ella le corta las uñas. La crítica, en la que cuenta con Clement Greenberg como principal aliado, lo va aceptando. Pollock se mata borracho en un accidente de tráfico.
De regreso a Finlandia conocemos, en Tove (Zaida Bergroth, 2020), protagonizada por Alma Pöysti, la historia de Tove Jansson, pintora, escritora, ilustradora e historietista, creadora de los exitosos Mumins. Y la de Touko Valio Laaksonen (1920-1991), considerado uno de los creadores más influyentes de imágenes porno gay, en Tom of Finland (Dome Karukoski, 2017), con Pekka Strang y Lauri Tilkanen.
De nuevo en Nueva York, uno de los sucesos más impactantes en la vida de Andy Warhol (1928-1987) fue el intento de asesinato que sufrió a manos de la feminista radical Valerie Solanas, protagonista de Yo disparé a Andy Warhol (Mary Harron, 1996), con Lili Taylor y Jared Harris.
Corta vida tuvo Jean-Michel Basquiat (1960-1988). Conoció el éxito y murió de sobredosis. Y mereció un biopic: Basquiat (Julian Schnabel, 1996), con Jeffrey Wright, David Bowie y Dennis Hooper.
Tim Burton contó en Big Eyes (2014) la historia real de la pintora Margaret Keane (1927-2022). Después de abandonar a su primer marido, Margaret Ulbricht (Amy Adams) conoce en San Francisco, años 50, al agente inmobiliario, oportunista y pintor dominguero Walter Keane (Christoph Waltz).
Ella pinta cuadros de niños con grandes ojos (inquietantes, conmovedores) que empiezan a tener éxito y él ve ocasión de negocio y además se los apropia. Ella lo acaba aceptando. Montan una gran mentira y se forran. Hasta que ella se cansa y revela la verdad. La cosa acaba en un juicio en el que un juez les pide que pinten ante los miembros del jurado.
También es real la historia de La chica danesa (Tom Hooper, 2015), sobre Einar Wegener (luego, Lili Elbe, 1882-1931) y Gerda Wegener (1885-1940): Einar (Eddie Redmayne) sustituye a la modelo femenina de Gerda (Alicia Vikander), experiencia que le pone en conflicto con su identidad masculina.
Y la de Mi pie izquierdo (Jim Sheridan, 1989), sobre el pintor y escritor Christy Brown (1932-1981), que con tenacidad batalló para superar las barreras impuestas por su parálisis cerebral (primer Oscar para Daniel Day-Lewis).
Retrocedemos a la Edad Moderna. Charlton Heston es Miguel Ángel Buonarroti (1475 1564) en El tormento y el éxtasis (Carol Reed, 1965). Tras un prólogo en clave documental, la acción arranca mostrando el perfil guerrero del papa Julio II, al que no faltan enemigos y que a su regreso a Roma pide a Miguel Ángel que aplace el proyecto de su tumba en San Pedro (el escultor anda en lucha de egos con el arquitecto Bramante, responsable inicial de la nueva basílica) y acometa la decoración de la Capilla Sixtina.
“Un escultor debe pintar techos y un pirata lidera la Iglesia”, piensa el artista. Después de un torpe inicio encuentra la inspiración en el cielo de Carrara y le muestra su propuesta al soberbio papa, que dirá: “Yo proyecté un techo; él proyecta un milagro”.
Algunos cardenales consideran obsceno su trabajo, pero al papa le gusta. No obstante, su impaciencia y su arrogancia exasperan al artista, cuyo carácter tampoco es fácil. Sus problemas de salud y la irrupción de Rafael Sanzio añaden dramatismo a la historia, en la que se pone de manifiesto la sospecha de que el arte quizá sea el camino más solvente, o el único, para conectar con lo absoluto.
Un pintor tan fascinante como El Greco (1541-1614) no podía ser ignorado por el cine. Creta, Venecia, Madrid, Toledo, amor, éxito, Inquisición... Nick Ashdon y Juan Diego Botto protagonizan El Greco (Yannis Smaragdis, 2007).
Del Barroco, por supuesto, el pintor más cinematográfico es el turbulento Caravaggio (1571-1610). Nigel Terry lo interpreta en Caravaggio (Derek Jarman, 1986), que lo presenta al filo de la muerte en Porto Ercole y recorre algunos episodios de su vida. La sombra de Caravaggio (Michele Placido, 2023), con Riccardo Scamarcio, lo sitúa en Nápoles en 1609, exiliado después de matar a un hombre y a la espera de una posible absolución papal. Es un artista que piensa que la verdad está en el dolor humano, en “los desamparados que pueblan las sombras”.
Pendenciero y genial, usa modelos vulgares y convierte a una prostituta ahogada en la Virgen. Cuenta con el apoyo de la familia Colonna (Constanza le da algo más que apoyo) y el cardenal Del Monte. En esta película hacen aparición Giordano Bruno, encarcelado, y Orazio y Artemisia Gentileschi (1593-1656), a la que Valentina Cervi interpreta en Artemisia (Agnès Merlet, 1997).
Charles Laughton se mete en la piel de Rembrandt Harmenszoon van Rijn (1606-1669) en Rembrandt (Alexander Korda, 1936). Muere Saskia, su primera esposa, su Ronda nocturna no es bien recibida, se pregunta qué es el éxito para un artista...
Diez años después tiene hembra nueva y muchos problemas económicos. Ella le pide que pinte “la clase de cuadros que gustan hoy en día”. Luego aparece Hendrickje, muy entregada, pero él ayuda en la cocina. Hendrickje se muere y él quiere casarse antes. No hay mucha pintura en esta película.
En 1999 llega una nueva aproximación, de nuevo sencillamente titulada Rembrandt, para qué complicarse, dirigida por Charles Matton y protagonizada por Klaus Maria Brandauer.
También Johannes Vermeer (1632-1675) dio el salto a la gran pantalla en La joven de la perla (Peter Webber, 2003), adaptación de la novela de Tracy Chevalier sobre la relación entre el pintor (Colin Firth) y la modelo de una de sus obras más conocidas (Scarlett Johansson).
Entre los siglos XVIII y XIX vivieron Francisco de Goya (1746-1828) y J. M. W. Turner (1775-1851). Al aragonés lo encontramos en diversas películas, series y miniseries producidas en distintos países.
Por ejemplo, en Goya en Burdeos (Carlos Saura, 1999), exiliado y anciano; Volavérunt (Bigas Luna, 1999), en intrigas y enredos con Manuel Godoy, la duquesa de Alba y Pepita Tudó; y la no muy recordada Los fantasmas de Goya (Milos Forman, 2006). Lo interpretan Francisco Rabal, Jorge Perugorría y Stellan Skarsgard. También en la miniserie televisiva Goya (José Ramón Larraz, 1985), con Enric Majó, Laura Morante y Raf Vallone. Hollywood se interesó por una de sus obras más célebres en La maja desnuda (Henry Koster, 1958), con Ava Gardner y Anthony Franciosa.
Mike Leigh narra la vida del inglés, encarnado por Timothy Spall, en Mr. Turner (2014). La historia arranca con un Turner ya maduro que regresa a casa después de un viaje. Le recibe la criada, a la que pide té y palpa una teta (la derecha) y el departamento vaginal.
Llega su padre, barbero jubilado, y empieza a hacer cosas por la casa. Se sabe luego, porque lo visitan, que Turner tiene esposa, hijas y nieto. Turner es un hombre no del todo simpático. Tiene un punto socarrón que podría atractivizar su carácter, pero parece que no. También es mentiroso y un pintor enorme.
Papá muere y él aprovecha el luto para beneficiarse a la criada, que al parecer estaba deseando, y visitar casas de lenocinio (para dibujar). Como otros pintores a los que hemos citado, él también perdió a una hermana. Aparece Constable. Turner pinta escupiendo. Se ayunta con la señora Booth, que ya hay que tener ganas, y empieza a manifestar problemas de salud.
Se le muere una hija, pero él estaba pintando naufragios. Aparece Ruskin en modo pedante. El arte de Turner es objeto de burla. Al final de su vida cede sus obras al Estado, aunque tiene ofertas. Se muere Turner entre láudano y gatos y bocetos últimos, y diciendo “el sol es Dios”.
(¿Cuánto hay de verdad en las historias que sobre los pintores nos ha contado el cine?).
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