Image: Green Day, la verbena

Image: Green Day, la verbena

Escenarios

Green Day, la verbena

La banda californiana llenó el Palacio de los Deportes para ofrecer un milimetrado pero enérgico concierto de dos horas y media

30 septiembre, 2009 02:00

El cantante de Green Day, Billy Joe Armstrong, durante el concierto que ofreció el martes en Madrid. Foto: Jorge Casanueva

Marta Caballero
Que el señor Billie Joe Armstrong, líder de Green Day, se bajara este martes sus pantalones y enseñara a la mimada grada derecha sus blancas nalgas no fue cosa del azar. Probablemente, la noche anterior, en el concierto de Lisboa, en el mismo minuto, el cantante hizo lo propio ante sus seguidores lusos, y lo hará cada noche en la larga gira que tiene por delante para presentar su nuevo disco, 21 century breakdown.

Que el concierto de Green Day en el Palacio de los Deportes de Madrid se convirtiera en ese espectáculo de luz y color -cañones de camisetas, fuego, petardos muy sonoros al ritmo de la música, pistolas de agua y confeti- no es lo grave. Pero sí podría serlo el hecho de que la banda de Berkeley haya sepultado cualquier vestigio de espontaneidad a favor de una empresa más parecida a una verbena o a un musical que a un concierto de punk.

Al espectador, si le da por salirse de la liturgia y de la hipnótica artillería luminotécnica, o del espasmódico meneo de los músicos (todo junto es como quedarse embobado mirando la tele), puede parecerle que este grupo lleva haciendo varios años el mismo concierto. Y, de hecho, lo hace. Pero les funciona con todo el mundo. Los emos de 16 años que los conocieron en 2004 lloraban su lápiz de ojo a juego con el habitual look de su ídolo mientras en el graderío los fans de edades similares a los de los propios integrantes Green Day disfrutaban de la calidad de lo que, medido o no, fue un gran concierto.

Y es que no se puede obviar la energía que pone el grupo, la precisión técnica, el trabajo de Armstrong, a medio camino entre un mimo de la comunicación y un atleta que no cesa de moverse durante más de dos horas. No es sencillo, además, conjugar una actitud punk no prefabricada con la responsabilidad de atender y entretener a hordas de menores a los que doblan la edad. Así que, finalmente, lo importante es que lo pasan bien, y se les nota, y que están muy entregados.

A pesar del exceso de eos y oés del vocalista para animar a las masas, el grupo sacó brillo a sus temas estrella. Desde la potente apertura con Song of the century y 21st Century breakdown al incendio que fue en el público la épica Know your enemy -escalada de Armstrong a las gradas incluida-. Llegaron después los celebrados East Jesús Nowhere, Holiday, The static age y Before the lobotomy para luego dejar espacio a los hits St Jimmi, Boulevard of the broken dreams, Hitchin’ a ride, Jaded y Longview. La vuelta al pasado la trufaron con el himno Basket case.

Otros temas como She y King for a day tuvieron más nivel que unas inncesarias versiones de canciones como Satisfaction y Stand by me. Pero si esto era una verbena, que lo fue, al menos fue una espectacular, y así lo demostraban a la salida los fans exhaustos, llorosos y emocionados, a pesar de la peguita de los seguidores de toda la vida, que habían echado de menos algunas melodías.