Madre coraje vuelve al frente
La compañía Atalaya suma ya 33 años de andadura. Foto: Félix Vázquez
Insólita es la frenética actividad de Atalaya, compañía estable en una época en que esos términos (compañía y estable) lo tienen muy difícil para caminar juntos. Con la formación sevillana, sin embargo, lo llevan haciendo 33 años. Una andadura que se embala en los últimos meses, en los que han ensartado cuatro teatros públicos y cuatro textos clásicos, defendidos todos con el mismo equipo. En julio estuvieron con su Marat/Sade en el Lliure. En mayo cerraron la temporada de la CNTC en el Pavón con La Celestina. Y ahora, antes de asentarse en el María Guerrero con Así que pasen cinco años (desvelarán su nueva versión de la pieza lorquiana el próximo abril), llegan a las Naves del Español con la Madre coraje de Bertold Brecht, que estrenan este jueves (9). Como para frotarse los ojos.El autor alemán es un icono para Ricardo Iniesta, director y fundador de Atalaya, que a mediados de los 80 se formó en el Berlín Ensemble, junto a algunos estrechos colaboradores de Brecht. Aprendió de las fuentes primigenias el sentido de sus técnicas rupturistas. Como la del distanciamiento. "Brecht la aplica en realidad a los actores, no a los espectadores. Los intérpretes no deben emocionarse sino generar emociones. No le interesaban nada esas interpretaciones psicologicistas en las que el actor vivifica su propia experiencia", explica Iniesta a El Cultural.
Brecht, añade, sí pretendía impactar con su dramaturgia en el público. De lo que huía era de la identificación a título personal de éste con los personajes para que prevaleciese la combusitón colectiva. Iniesta le toma la palabra hasta las últimas consecuencias en esta adaptación de Madre coraje. Anula radicalmente la distancia entre platea y escenario al colocar un puñado de butacas sobre las tablas. "La gente siente en su propia carne la tensión de un conflicto bélico. Es como si fueran corresponsales en el infierno". Ese infierno es el de la Guerra de los Treinta Años que desangró Europa en la primera mitad del siglo XVII, enfrentando a católicos y protestantes.
Por ese territorio devastado deambula, arrastrando a sus hijos y su carreta, Anna Fierling (encarnada por Carmen Gallardo), una vendedora de baratijas a la busca constante de unas pocas monedas con las que alimentar a su prole. Lucrarse de la violencia en su caso tiene una justificación moral sólida. Iniesta pone el acento en este detalle para apartarse de otros directores que la han perfilado con ángulos más sombríos. Hasta cierto punto, la salva y la concibe como una víctima de un contexto envenenado. El que el propio Brecht formuló con su célebre sentencia: "La guerra es la continuación de los negocios por otros medios".
@albertoojeda77