Foto: Anne Dokter.

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Escenarios

La Filarmónica de Viena refulge en Madrid

La histórica orquesta, que no venía por la capital desde hace años, actuará bajo el mando de Daniele Gatti, un director solvente de mando sobrio y eficaz. 

1 octubre, 2024 01:50

Ibermúsica inaugura este martes su 55 temporada con un plato muy fuerte: nada menos que con la Filarmónica de Viena, que no venía por Madrid hace años y que actuará en este caso bajo el mando de Daniele Gatti (Milán, 1961), un director solvente de gesto parco y de mando sobrio y eficaz. Es un ecléctico que trata siempre de imprimir autenticidad a sus elaboraciones sinfónicas a partir de un conocimiento de la partitura. Le hemos visto numerosas veces dirigiendo sinfonías de Mahler y partituras del siglo XX.

Hombre serio, de criterios muy personales, de técnica moderna y fluida, de temperamento bien controlado, Gatti sorprende siempre por su suelta batuta, movida con elegancia. No pose la electricidad de Muti o la sapiencia de Abbado, pero es hábil en el desentrañamiento de cualquier textura y es un estupendo rector, de coherentes criterios musicales. Sus titularidades han sido muy importantes.

Ha estado al frente nada menos que de las Orquestas de la Academia Nacional de Santa Cecilia, la Royal Philharmonic Orchestra, la Ópera de Zurich, la Nacional de Francia y la Concertgebouw. Guardamos un muy buen recuerdo de su Parsifal bayreuthiano.

A España ha venido con relativa frecuencia con distintas orquestas, entre ellas también la Filarmónica vienesa. Y se ha presentado en algunos de los festivales más señeros. En esta oportunidad defenderá un programa muy de su gusto, que incluye el curioso ballet Apollon Musagète (1927), escrito por Stravinski para orquesta de cuerda. Plantea originales soluciones rítmicas. Requiere mano firme y subrayados precisos para acercarse a la tendencia que aproxima los pentagramas al espíritu de Lully.

Grave, oscuro, lentamente desplegado es el comienzo de la Sinfonía nº 10 de Shostakóvich (1953), segunda pieza, y de qué tamaño, de la sesión. Ese comienzo, en paulatino crecimiento, casi doloroso, que se mece de manera natural en un sombrío vals, requiere nitidez de ataques, colorido chirriante, primitivismo y sarcasmo, mostrados con fulgor a través de un alto virtuosismo orquestal, más presente en el segundo movimiento, en donde encontramos al Shostakóvich más protestón y virulento.

De extrema sutileza es el dibujo del Allegretto subsiguiente, ligero y, al tiempo, penetrante, danzable y casi descoyuntado, de aromas extrañamente fúnebres, que exigen de orquesta y director un talento rítmico especial. El jueguecito planteado por Shostakóvich, que desarrolla el movimiento a partir de las notas equivalentes a las iniciales de su nombre y apellido, es de tener muy en cuenta.

Gatti no posee la electricidad de Muti, pero es un estupendo director, de coherentes criterios musicales

El más superficial movimiento postrero, Andante. Allegro, se edifica del piano al forte con lógica y con el relieve tímbrico exigido en el lenguaje del compositor, tan amigo de explorar las tesituras extremas de los instrumentos, inmersos en un discurso no siempre reproducido con absoluta claridad.

Anotemos también que Daniele Gatti volverá a Ibermúsica en abril con otra gran formación, la Staatskepelle de Dresde para interpretar en dos sesiones las cuatro Sinfonías de Schumann. Otro plato muy apetecible.