Image: Israel Galván

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Danza

Israel Galván

"Sé que me ven como un bicho raro, pero me siento muy libre"

10 septiembre, 2010 02:00

El bailaor Israel Galván

La Abadía comienza su temporada con Israel Galván, un bailaor que se ha erigido en uno de los artistas más iconoclastas del flamenco. Presenta sus espectáculos más personales: La Edad de Oro, sobre la época dorada del flamenco (del 16 y 17), y Solo, en el que baila sin música (18 y 19). Como aperitivo, participa en La Noche en Blanco (este sábado).

Un bailaor que dice que sus maestros cercanos son Kubrick, Pasolini y Buñuel suena raro. Sí, Galván (Sevilla, 1973), como él mismo confiesa, es un "bicho raro" de la escena flamenca que ha cautivado al público con una estampa impecable y una danza iconoclasta. Quizá no convenza a los defensores de la ortodoxia, pero dicen sus amigos que los bailaores se mezclan entre el público para verle y que los cantaores le buscan para que una sus compases a sus ocurrencias modernas. Galván tiene lo que se dice estilo y ha encontrado un filón en el flamenco que da idea de sus infinitas posibilidades.

-¿Cómo ve pasar los días Israel Galván?
-Yo, la verdad, que cada día necesito conocerme un poco más bailando. A diario, sin una idea muy clara, voy sacando partido a mi cuerpo y ahora preparo las funciones de La Abadía, quiero adaptarlas al espacio y también a las sensaciones que me produce.

-Tras el éxito de El final de este estado de cosas, Redux, vuelve a Madrid con Solo y La Edad de Oro, ¿Por qué ha elegido estas piezas?
-Bueno, no las he elegido yo, sino el teatro. Son mis espectáculos más íntimos. La Edad de Oro es la forma que tengo de personalizarme en el escenario, mi esencia como bailaor. Es un espectáculo con un cantaor, una guitarra y yo. Y luego, Solo, es como mi laboratorio. Son espectáculos que, aparte de que hay baile, tienen una gran intención teatral.

-Llevar el flamenco de los tablaos a los teatros ¿lo ha cambiado?
-El flamenco en el teatro lleva muchos años. En mis espectáculos hay cien por ciento baile, ahora...la manera que tengo yo de hacerlo... pues no me corto en romper con el guión flamenco. Hoy el flamenco está en un buen nivel, pero si quieres hacer algo que vaya más allá de lo que es bailar, nos tenemos que exigir con cierta humildad un sentido y un control teatral.

-Ahora que viaja tanto, ¿le hubiera gustado nacer en otra ciudad?
-La verdad que me hubiera gustado nacer en París, es una ciudad en la que me encuentro cómodo. Pero si sigo viviendo aquí, en Sevilla, es por algo. Aunque viaje mucho necesito volver a Sevilla.

-En Sevilla encuentra a sus colaboradores, los cuales han ido cambiando con los años.
-Vas pasando por ciclos y vas encontrando gente que te aporta y luego, vas cambiando de artistas, de flamencos, de iluminadores, de directores de escena. Yo, con el único colaborador que he estado desde el principio es con el artista plástico Pedro G. Romero.

"Me gané mi libertad"
-Después de estar en la compañía de Mario Maya, la dejó porque quería bailar en solitario. Tras cinco espectáculos en solitario ¿no le apetece volver a compartir la escena?
-Todavía no me conozco y me quiero conocer para bailar con otros. Y no me canso de bailar solo porque necesito más tiempo para mí. Todavía no estoy contento conmigo mismo. Desde que resucité artísticamente de mi último espectáculo, yo, aparte de solo, también he bailado con objetos, y eso lo veo como si bailas a dúo. Siempre he sido muy tímido y ya desde chico no me gustaba bailar sevillanas. Yo, el flamenco lo veo muy individual.

-Usted es consciente de que ahora, cuando actúa, ya tiene al público bastante predispuesto de su parte.
-No sé, cuando salgo al escenario sé que los primeros 30 segundos el público se queda extrañado, pero los que no me conocen, poco a poco, creo que me reconocen como flamenco y como artista. Ahora yo me siento con mucha libertad, pero sé que me ven como un bicho raro y que ya me lo perdonan todo. Aunque esa libertad me la he ganado.

-Cuénteme cómo se la ha ganado.
-Cuando abandoné la compañía de Mario trabajé mi vertiente más ortodoxa, para que me reconocieran como un bailaor cómodo de ver. Pasé por una época de presentarme a muchos concursos. Pero luego decidí que estaba cansado de bailar así, necesitaba rebuscar para seguir divirtiéndome. He bailado desde chico y quizá tiene uno ya muchas vueltas. Ahora tengo la impresión de haber cruzado varios desiertos. Al principio, el público no me reconocía y me sentía en tierra de nadie. Los aficionados al flamenco decían que lo que hacía no era flamenco y los aficionados a la danza que sí. Hasta que estrené Arena.

-¿Qué ocurrió con Arena?
-Con Arena puse de acuerdo a la gente, se acostumbraron a mi. Era un espectáculo en el que quise plasmar el mundo de los toros sin tópicos. Y los hay, pero también filosofía, sangre y arte. Y mucha crueldad y sensibilidad.

-Para encontrar una vía artística verdadera ¿hay que sufrir estas travesías del desierto?
-Cada artista tiene su propio momento, pero yo he estado como un noria, subiendo, bajando. Y todavía me siento un poco así, pero por lo menos me sigo divirtiendo.

-Aprendió a bailar con sus padres, Manuel Soler y Eugenia de los Reyes ¿no?
-Sí, pero tenía tan cerca el flamenco que no tenía vocación. Bailaba con mis padres, pero en la edad del pavo prefería jugar al fútbol, no quería bailar. Luego, en la adolescencia, con mi timidez para relacionarme, me encerré en el baile, porque me expreso mejor bailando que hablando.

- ¿ Y cómo ven sus padres lo que hace? ¿Les gusta?
-No les gusto. Siempre he gustado más "antes", "antes estaba mejor", dicen. Pero si no fuera por ellos, no hubiera hecho esto. He necesitado una familia muy flamenca para hacer lo que hago, una familia, como decirle..., muy guerrillera..., que marca mucho las formas, que te dice que tienes que bailar así... para que yo, al final, haya hecho otra cosa.

-O sea, artísticamente y en términos freudianos, usted "ha matado al padre".
-Sí, algo así (ríe...).

-Con Solo, usted se reconoce en Vicente Escudero.
-Yo, con Pedro G. Romero, he hecho como un curso intensivo de vanguardias artísticas. Hacía pasos, y sin haber visto bailar a Vicente Escudero, me sentí luego muy identificado con él. Antes de conocerlo, yo me vi reflejado en él. En una película vi cómo bailaba sin música, tan sólo con el ruido de dos motores, en París, antes de que lo hiciera nadie. Pienso que Vicente tuvo que luchar muchísimo para hacer valer su arte, y lo que me extraña es que haya llegado tan lejos con un baile tan valiente. Era tan diferente lo que hacía que yo creo que chocaría en aquella época. Creo que debió vivir en un mundo aparte...(largo silencio). Ahora, yo también tengo la cabeza solo en el baile...

-Pero usted tiene familia ¿no?, una familia te mantiene unido a la realidad.
-Sí, no estoy tan loco. Y es verdad, es verdad..., mi mujer y mis dos niños, y el Betis me unen a la realidad, aunque el Betis sea a veces irreal.