Tres ases de la CND acarician nuestros sentidos en los Teatros del Canal
'Heatscape', 'Le jeune homme et la mort' y 'Cantata' conforman un programa excelso en el que los bailarines despliegan una versatilidad arrolladora.
La Compañía Nacional de Danza (CND), bajo la inteligente dirección de Joaquín de Luz, vuelve a la Sala Roja de los Teatros del Canal sentando cátedra de estilo y versatilidad.
Tres coreografías han sido cuidadosamente seleccionadas para mostrar el conocido ímpetu de sus bailarines, forjados en la más amplia diversidad de estilos. Para dar inicio a la noche, Heatscape, la endiabladamente dulce creación de Justin Peck, nos invita a sumergirnos en un universo de energía y movimiento, profetizando que asistiremos a un programa especial.
Estrenada por el Miami City Ballet en 2015, esta visión particular de un “paisaje caliente” es una pieza extremadamente complicada que brilla con aparente sencillez. El genio coreográfico de Peck se despliega en este ballet, llenando el escenario de líneas, círculos y formaciones angulosas que cobran vida gracias a la plasticidad de los bailarines.
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Ellos ondulan, se elevan y rompen los pasos con inesperados cambios de dirección, que desembocan en suaves frases coreográficas. En Heatscape se fusiona el baile callejero con la refinada academia en una armonía casi perfecta, dando cabida incluso a un sutil recuerdo del balachiano Apollo.
Pese a alguna desincronización pasajera, Heatscape vibró en los cuerpos de los bailarines de la CND. Una especial mención merece la formidable interpretación del italiano Thomas Giugovaz para quien la gravedad no parece existir.
Un breve intermedio cede el paso a la intensidad de Le jeune homme et la mort, una obra maestra de Roland Petit. Este ballet, compuesto por dos escenas, nos invita a presenciar la conjunción, no tan frecuente, de técnica y actuación en un relato de profunda emotividad.
Basado en un mimodrama de Jean Cocteau, Le jeune homme et la mort nos adentra en la desgarradora historia de un pintor sumido en la depresión, devastado por el abandono de su amada. La obra nos presenta la cruda realidad del desamor y la desesperación, llevándonos a un viaje introspectivo por los rincones más oscuros del alma.
En el escenario, un bailarín y una bailarina encarnan al joven y a la muerte,
respectivamente. A través de movimientos llenos de expresividad y simbolismo, nos narran el tormento interior del protagonista, su lucha contra la depresión y su inevitable fatal desenlace.
Con movimientos precisos que nos trasmiten agonía y desasosiego, el bailarín de origen cubano Yanier Gómez Noda encarnó el atormentado joven que ha perdido su amor. Como si un nuevo Baryshnikov naciera, Gómez Noda conjugó la mímica con una técnica depurada y, junto a su compañera Yaman Kelemet, arrancó los más eufóricos aplausos de la noche.
Culminando la velada, un torbellino de frescura nos envuelve con Cantata. Una danza viva que nos transporta al corazón del Mediterráneo, evocando la calidez y vitalidad de su gente.
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Creada por el coreógrafo Mauro Bigonzetti y estrenada en 2001 por el Ballet Gulbenkian de Lisboa, esta obra se desliza con agilidad, cautivando al público más exigente. En ella, los bailarines de la CND despliegan una versatilidad arrolladora, afrontando –con maestría-- un estilo alejado de la danza clásica.
Es evidente que estamos frente a un programa excelso en el que la CND danza como si un poema fuera, acariciando nuestros sentidos y transformando la noche en una velada especial.