Don Chisciotte llega a Tomelloso
La obra de Manuel García recorrerá varias ciudades de La Mancha
10 noviembre, 2005 01:00Los cantantes de Don Chisciotte durante los ensayos. Foto: Javier del Real
La ciudad de Tomelloso acoge el 12 de noviembre uno de los proyectos más ambiciosos del IV centenario del personaje creado por Cervantes: la recuperación de la ópera Don Chisciotte. La obra, que recorrerá varias ciudades de La Mancha, pertenece al compositor y célebre tenor sevillano Manuel García, uno de los grandes nombres de la historia de la ópera, cuyo olvido responde al habitual desprecio hispano por nuestro patrimonio histórico. El Cultural analiza las claves del acontecimiento.
La batalla por el patrimonio olvidado parece vivir un buen momento al comprobar que intérpretes y estudiosos están constatando el gran filón lírico que proporcionan los siglos XVIII y XIX. Cuyás, Martín y Soler, Sor, Arrieta, Eslava, Carnicer, son eslabones perdidos de nuestro pasado y que, curiosamente, si no vienen a cambiar jerarquías en la historia mundial de la música -algo prácticamente imposible a estas alturas-, sí pueden a enriquecer sus diferentes etapas. Pero quizá, en el caso que nos ocupa, es probable que obligue a replantear algunos aspectos porque, como comenta Teresa Berganza a preguntas de El Cultural, "es que García no es Mozart, ni es Rossini. Estamos ante un compositor con personalidad propia, a caballo de ambos y con una españolidad perceptible en los giros que, sin ir más lejos, se multiplican en su Don Chisciotte", afirma con su habitual franqueza. La mezzo, que pese a superar una reciente intervención, se ha zambullido de lleno en el proyecto de recuperación de esta ópera, constata que García está justo "en el medio de dos generaciones, la de Mozart y la de Rossini".
Hay que tener en cuenta que el compositor y tenor sevillano era diecinueve años más joven que el salzburgués y diecisiete mayor que el de Pésaro, lo que se aprecia de su forma de escritura. García, compositor, cantante, empresario y profesor, dotado de una extensa voz, lo mismo impuso el personaje de Don Giovanni en Londres, París y Nueva York -donde presentó en 1825 la obra de Mozart, en la primera temporada de ópera italiana de la ciudad- que protagonizó el conde Almaviva en el estreno del El barbero de Sevilla en Roma. Su monodrama El poeta calculista alcanzó tal popularidad que Liszt compuso en 1836, cuatro años después de la muerte de su autor, un endiablado Rondo fantástico para piano que, sin duda, actuó como introductor del exotismo a la española en el París decimonónico.
Obra olvidada
Cualquier aficionado podrá entonces preguntarse qué razones llevaron la obra de este autor al olvido. En realidad no fue algo diferente al que vivieron tantos de sus contemporáneos. Autores muy populares en su día, desde Spontini a Päer, se han convertido en poco más que referencias de enciclopedia. Y aunque el García compositor se descolgó del "repertorio", desde hace tiempo, la fama de sus hijos proyectó un importante epílogo. Entre éstos encontramos a Manuel Patricio García, inventor del laringoscopio, cuyo método de canto se ha seguido consultando hasta ahora o las noveladas Pauline Viardot o María Malibran (de solteras García), creadoras de tantos personajes celebérrimos.
El interés por el compositor ha sido mucho más reciente. Dos musicólogos han sido sus impulsores. Celsa Alonso en España, autora de la primera edición crítica de sus Caprichos líricos, que llevaran al disco la propia Berganza o Ernesto Palacio, maestro de Juan Diego Flórez, y el profesor norteamericano James Radomski, que publicó en el año 2000 una extensa biografía en inglés, luego traducida. Radomski, profesor en la Universidad del Estado de California, no duda en señalar que Manuel García merece un hueco "junto a las más importantes figuras del mundo operístico tanto por el valor intrínseco de sus obras como por su consideración como virtuoso, profesor, director y compositor".
El olvido de sus obras ha sido fruto de cuestiones estilísticas. Teresa Berganza, comenta a este suplemento que "por lo que podemos deducir de sus obras, los requerimientos canoros son tan precisos como si se dirigiera a un instrumento. Hay pasajes endiablados aunque no gratuitos, porque muchos momentos son de calidad. Su técnica parte de un extraordinario dominio del fiato. Yo siempre defendí su valor. Lo hice a raíz de la grabación de sus Caprichos líricos y ahora, viendo esta ópera, resulta evidente". La mezzo forma parte del grupo que, liderado por Juan de Udaeta, ha recuperado este Don Chisciotte. "Fue en mi casa, con Udaeta, que nos leímos, de pe a pa, con el piano, toda la obra. Luego me quedé afónica tres días porque yo quería cantar a toda costa todos los papeles. Pero la sorpresa fue morrocotuda: estamos ante una composición excelente".
Un aura de misterio rodea la partitura. No tenemos "ni idea" en dónde y cuándo exactamente se estrenó. De hecho, su biógrafo, el meticuloso Radomski apenas se limita a incluirla, sin comentarios, en el catálogo. Analizando su estilo, parece fruto de su última etapa americana, entre 1825 y 1829, y quizá fue pensada para los teatros donde estrenó en Nueva York o México, sin olvidar, a lo mejor, París, que le acogió poco antes de morir.
Entre Mozart y Rossini
En Don Chisciotte se muestra el vínculo de su autor con Mozart y Rossini y Donizetti. El musicólogo Emilio Casares comenta que "su interpretación durante aquellos años en los grandes escenarios europeos del personaje central del Don Giovanni, pudo marcar al sevillano y esta realidad queda patente en los primeros números de la obra". Es una ópera cómica aunque con peso dramático, como en la de Mozart y a lo mejor se pueden establecer algunos paralelismos. Leporello podría ser Sancho y Don Quijote, Don Giovanni. Las referencias a Mozart están también en la presencia de aquellos elementos fantásticos del personaje de Brunirosa y en el uso de los tres trombones en los momentos en que aparece Don Quijote -que recuerda la entrada de el Comendador en Don Giovanni-. Pero García va más allá del lenguaje mozartiano. Así, incrementa la orquesta con cuatro trompas y se separa del salzburgués con el uso de un bel canto más decidido que se acusa en los dos personajes centrales, Dorotea y Don Quijote y en los dos dúos amorosos entre Dorotea y Cardenio y Dorotea y Fernando, en los que hay un lenguaje común con Rossini. García se concentra en el canto y cada personaje tiene momentos de lucimiento a través de una música que describe los diversos caracteres, lo bufo de Sancho, lo doliente de Dorotea, la bravura de Fernando y lo dramático de Don Quijote. Don Chisciotte merece aún otro comentario: el uso en ella de hablados y no del recitativo acompañado. Los franceses y más concretamente la ópera comique de este país, abominaron del recitativo italiano. García por ello vuelve al sistema que ya empleó en Il califfo di Bagdag con el que había tenido tanto éxito, el uso del hablado, como hará nuestra zarzuela. Para Casares, estas últimas realidades nos hacen pensar que a lo mejor García pensaba en París cuando compone la obra y que, sin negar la definición italiana de la obra, también haya algo del García francés. Para Juan de Udaeta, autor de la edición crítica para el Instituto Complutense de Ciencias Musicales, y director musical del proyecto, "resulta interesante destacar que no existe, en ninguno de los manuscritos, referencia alguna al autor del libreto. Y lo que parece claro es que, quienquiera que fuera su autor conocía a fondo la obra de Cervantes y se ciñó, con bastante fidelidad, a la sucesión de capítulos en los que se van entrecruzando las historias y aventuras del cura, del barbero, de Dorotea, de Cardenio, de Don Quijote en Sierra Morena y de Fernando, hasta la escena final en que regresa Don Quijote encerrado en una jaula".
Una ópera llena de enigmas
La recuperación de Don Chisciotte ha requerido un gran esfuerzo de documentación. Ninguna de las obras de García - incluso aquellas que tuvieron más éxito como Il califfo di Bagdad o La mort du Tasse, están editadas modernamente. De su Don Chisciotte se conocía tanto la existencia de los manuscritos como del lugar en que éstos se hallaban: dos copias en la Biblioteca Nacional de Francia y una tercera en la Biblioteca Histórica del Ayuntamiento de Madrid (en la imagen). Sin embargo quedan todavía por conocerse datos acerca de la fecha de composición, lugar del estreno o incluso sobre el autor del libreto. Se puede especular si se esta ópera se pudo estrenar o el fallecimiento del autor lo malogró.