Música

José Mercé

“Flamenco hay nada más que uno y el tradicional es eterno”

18 enero, 2007 01:00

José Mercé. Foto: Mario Martín

El cantaor José Mercé (Jerez de la Frontera, 1955) actúa el 2 de febrero dentro del Festival Flamenco Caja Madrid que comienza el lunes 22 de enero y que celebra sus quince ediciones en la capital. El artista, reconocido tanto por su cante de raíz como por sus acercamientos más comerciales al género, habla en esta entrevista de sus orígenes, la evolución de sus interpretaciones y su concepción del arte flamenco.

José Mercé, cantaor de éxito y figura controvertida del flamenco contemporáneo, tan alabado como censurado por una crítica que él considera al menos desatenta, se dispone a participar en el Festival Caja Madrid, uno de los acontecimientos más sobresalientes de la programación anual, que para celebrar su XV edición ha invitado a grandes nombres del cante, el baile y la guitarra. El que Mercé, un artista de gran calado y general reconocimiento, vuelva a la ciudad que le dio tanto, supone un poderoso atractivo para los jóvenes y un esperanzador estímulo para los aficionados de siempre. Hace unos ocho años, avalado por un cambio de imagen creada a partir de las propuestas estéticas -o antiestéticas, según el canon flamenco- del holandés Anton Corbijn, fotógrafo de Bob Dylan, U2 o Bruce Springsteen y colaborador de la revista Rolling Stone, comenzó a publicar discos con títulos tan desacostumbrados como Aire, Lío o Confí de fuá y descubrió la fórmula mágica que le ha otorgado fama y bienestar económico: sistemas melódicos y rítmicos aflamencados, cercanos al pop de consumo inmediato y abiertamente comerciales, en alternancia con lo que entendemos por flamenco puro y duro, sin concesiones. El modelo, aun siendo radical, ha funcionado, por lo que Mercé alcanzó la popularidad sin tener que trocar el oro por plata y, sobre todo, sin renunciar a la música de su gente ni olvidar las ásperas circunstancias en las que se manifestó en un tiempo aún cercano.

"Mi padre y mis tíos, que eran temporeros agrícolas en los campos de Jerez, me hablaban de las penalidades que pasaban, bregando de sol a sol en la recogida de las aceitunas y garbanzos, escardando o segando. Pero lo paradójico es lo bien que se lo pasaban en otros momentos -había gitanos muy graciosos, gente con mucho ángel- y de las fiestas de cante y baile que por las noches organizaban en las gañanías de los cortijos. Esos buenos ratos eran una especie de antídoto para olvidar lo que les aguardaba al día siguiente. Espero que no vuelva esa época en la que una multitud de jornaleros trabajaba para cuatro señores, que eran los amos de la tierra. Hay unas letras de nuestro querido amigo José Manuel Caballero Bonald, que yo grabé en 1977 para el disco Bandera de Andalucía, que dicen: ‘Cuando llueve en estos pagos/ se amontonan las ganancias/ y el jornalero parao’, ‘Fatiga del jornalero:/ sacando fruto a la tierra/ y pobre de enero a enero".

-¿Cómo se ha producido el éxito de Mercé?
-A través de la constancia y el gustarme mucho esto. Es lo que he hecho toda mi vida. Tuve la suerte de llegar a Madrid desde Jerez con trece años, a casa de mi tío Sordera, un verdadero maestro, y aprender sin descanso, tanto de mi familia como de mis compañeros. A Madrid, que a finales de los años sesenta era la capital del flamenco, le debo lo poco o mucho que soy ahora, como persona y como artista. Sobre esto quiero decir algo que puede parecer simpático, pero que es un disparate, producto de la osadía que aporta la inexperiencia: resulta que con esa edad me invitan al Ateneo de Madrid para ilustrar una conferencia de Domingo Manfredi Cano, un eminente flamencólogo, y tuve la desfachatez de aceptar. Me acompañaba a la guitarra Isidro Sanlúcar y no sabía ni a dónde iba. Yo, a causa de la poca edad y el desconocimiento, me vi en el Ateneo como si estuviera en el patio de mi casa. Ahora lo recuerdo y me echo las manos a la cabeza.

-¿Y es feliz con este éxito?
-Lo estoy viviendo con satisfacción, pero pienso que en este país le hacemos poco caso a la cultura. En el mundo flamenco no existe la personalidad ni la casta que había en otras épocas, cuando se decía con orgullo aquello de que "en mi hambre mando yo", como solía repetir el maestro Chocolate. Me haría muy dichoso -aunque la dicha es algo fugaz y pasajero- que se me reconociera por hacer cantes de raíz y tener la oportunidad de reunirlos en una gran antología, que es mi próximo proyecto; por hacer un flamenco, ni más puro ni menos puro, pero sí tradicional y que el público lo entendiera y apreciase su trasfondo cultural, porque poco a poco nos estamos dirigiendo hacia terrenos en los que cada vez estamos más perdidos.

Referencia para los jóvenes
-¿Un cantaor de sus características es una referencia para los jóvenes?
-Quiero creer que sí. Desde que en 1998 publiqué el disco Del amanecer hasta Lo que no se da, de 2006, la juventud acude a los conciertos flamencos más que nunca. Pero lo que más me agrada es cuando llegan al camerino y se interesan por los martinetes, seguiriyas o soleares que he interpretado en la primera parte de mi actuación, unos cantes que al principio les pueden parecer muy duros para sus oídos acostumbrados a otras músicas, pero el que hablen de estos estilos que pudiéramos denominar grandes, me gratifica y me llena de ilusión.

-Pensar que hay alguien joven, con aspiraciones artísticas, que le tiene como modelo, debe ser una responsabilidad.
-Una responsabilidad peligrosa y delicada, porque lógicamente esos muchachos que se están fijando en ti, piensan que eres el personaje ideal, el espejo donde mirarse, y lo que tienes que tratar es de no equivocarles ni engañarles. A veces me traen gente nueva, para que les oiga y dé mi opinión, pero noto que los están endiosando y haciéndoles creer que ya son genios. Eso ocurre en los grandes concursos, donde aparece un pollo triunfador, pero a los demás les han llenado la cabeza de pajaritos. A la larga, eso puede hacer mucho daño.

-¿Y es rentable el flamenco, lo podemos considerar un buen negocio?
-Si generalizamos no es un buen negocio. No diría que está mal pagado, pero sí que está mal llevado. Yo no podría hacer quince conciertos seguidos, como ocurre en otros géneros. Los flamencos hacemos tres conciertos consecutivos y al cuarto ya no podemos. Cantamos con el alma, con el corazón y hasta con los riñones.

-A lo mejor existen algunas técnicas o algún sistema...
-Se perdería la esencia del flamenco y su poder de transmisión. Nosotros, que no hemos ido a una academia a estudiar, a que nos enseñen a poner la voz, a modular y educar la garganta, cantamos desde las entrañas, y en ese aspecto creo que estamos mal remunerados, porque el cantaor flamenco es pura cultura y, como tal, deberíamos estar considerados y, en consecuencia, valorados con criterios que se ajusten a nuestra realidad. No sé si el flamenco alcanzará algún día el tirón popular de otras músicas, que, por cierto, tienen una destacada presencia en las emisoras de radio y televisión. Es algo que no comprendo y lo considero una práctica discriminatoria. A nosotros nos cuesta mucho más vender un disco, sólo por el hecho de ser flamencos.

-El tiempo va moldeando y definiendo la figura del artista, ¿puede hablarme de algunas circunstancias que hayan marcado su vida?
-Lo que me ha dejado marcado para siempre es la muerte de mi hijo Curro. A partir de ahí, mi filosofía de la vida es otra, las cosas las miro de distinta forma y le doy importancia a lo que verdaderamente la tiene, poniendo los pies en el suelo y viendo la cruda realidad. También quiero referirme a Antonio Gades, cuando me integré en su compañía con dieciséis o diecisiete años, recorriendo el mundo con él. Fue un personaje fundamental que me enseñó muchísimo -por ejemplo, algo tan simple como andar por un escenario-, porque hay que saber vestirse, conocer lo que es un cenital, una marca, una caja, las distancias y los espacios. Antonio Gades fue para mí un maestro y me instruyó para que llegara a ser un profesional. Y, claro, dada la dificultad de salir adelante en el mundo artístico, es un privilegio tener una buena compañera que me acompaña y ayuda.

-¿Y esos sucesos se reflejan en su cante?
-Siempre hay un antes y un después. Lo noto cuando observo mis grabaciones de distintas épocas, en la "tragirrabia" que me entra. Lo de mi hijo Curro me hizo pelearme más con el cante, ser incluso más cálido y profundizar en mis propios sentimientos.

-De todas sus grabaciones, hay dos que cada vez que las oigo me conmueven: la seguiriya con la guitarra de Juan Habichuela y una soleá con letras del Himno de Andalucía. ¿Canta normalmente con esa intensidad?
-Lo primero es que me siento identificado con esos registros y estoy de acuerdo con tu apreciación, y lo segundo es que nunca se canta igual, aunque siempre intento dar todo lo que llevo dentro, en el teatro más importante del mundo o en el más pequeño y desconocido. Desde luego, unos días te coge mejor que otros, pero no hay duda de que entrego mi corazón y creo que eso es parte del éxito, porque el público, que es tan inteligente, lo capta; sabe que nunca miento y que me dejo la piel en el escenario.

-El flamenco se expresa hoy en distintos niveles, ¿pero hay alguno que despierte más interés que otro?
-Flamenco hay nada más que uno y el flamenco tradicional es eterno. Después tenemos otro tipo de música que le estamos llamando flamenco, y eso es un error. He adaptado al compás de la bulería "Al alba", de mi amigo Luis Eduardo Aute, pero nunca será una bulería de Jerez. Y si actúo en el Colegio Mayor Universitario San Juan Evangelista, canto sólo flamenco, que para eso me contratan. Hace tiempo que se me quitaron los dolores de cabeza con las críticas y últimamente no las leo, pero a veces me molesta que tengan la obstinada tendencia de mezclar las churras con las merinas. El crítico flamenco debe limitarse a hacer crítica de lo expresamente flamenco y entender que yo interpreto, además del flamenco auténtico, otros géneros diversos.

15 años de flamenco en Madrid

Para Alejandro Reyes, director de Cultyart, la empresa que desde hace quince años organiza el Festival Flamenco Caja Madrid, el poner en marcha un acontecimiento de esta naturaleza es "una pasión, un trabajo cultural más que un negocio". La Casa Encendida albergará, desde este el próximo lunes hasta el 25 de enero, las actividades previas: conferencias, presentaciones de libros y tertulias a cargo de especialistas de la categoría de ángel álvarez Caballero, José Manuel Gamboa, Antonio Hernández, Blas Vega o Isaac Rodríguez, y actuaciones de los novísimos con clara proyección de futuro, como es el caso de los cantaores Antonio Reyes, Mari ángeles Fernández o Miguel de Tena -a los que se suma un veterano ilustre, Luis el Zambo-, el guitarrista Jesús de Rosario y la bailaora Belén López. El madrileño Teatro Albéniz será el que también este año acoja la celebración de los conciertos, del 30 de enero al 3 de febrero, con la asistencia de grandes figuras, tanto de la danza, representada por Manuela Carrasco, que vendrá con su espectáculo "Un sorbito de lo sublime", y Rocío Molina, integrante de otra esperada propuesta escénica, "Tierra de calma". En cuanto a las guitarras, la presencia de Moraíto, Antonio Carrión, Pedro Sierra, Juan Carlos Romero o Diego Amaya. En el cante, la nómina es brillantísima, con artistas consagrados de primera fila -Carmen Linares, José Mercé, Esperanza Fernández, Pansequito, Manuel Molina, Diego Clavel o Canela de San Roque- y la gran estrella del grupo de los más jóvenes: Miguel Poveda. Entre los platos fuertes,"Aluricán en azul y verde", una insólita representación coral, con trece artistas de Utrera y Lebrija -cante, baile y guitarra a modo de ritual en sesión continua-, en memoria del gran guitarrista Pedro Bacán. Como homenajeado, otro guitarrista, el maestro Víctor Monge Serranito, al que el Festival otorga su Galardón Flamenco Calle de Alcalá, un premio de importante significación, que ya obtuvieron en otras ocasiones Antonio Gades, Chano Lobato, Paco de Lucía, Enrique Morente o Manolo Sanlúcar. "El Festival de Madrid es una muestra del arte flamenco vivo, en permanente evolución y con amplia calidad musical", dice Alejandro Reyes. El tiempo lo ha convertido en un clásico de enorme prestigio, con un público mayoritario que acude de todo el mundo.