Abraham Cupeiro, el español que resucita instrumentos milenarios y ha puesto música a 'Gladiator II'
- El lutier, compositor e intérprete triunfa por todo el mundo tocando imponentes instrumentos como el cárnix celta, utilizado en la guerra hace miles de años.
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Esta historia une Hollywood con Castro de Rei, una pequeña aldea de Lugo. Harry Gregson-Williams, el compositor de la banda sonora de Gladiator II, la esperada película de Ridley Scott que se estrenó este viernes, quería incorporar en su banda sonora instrumentos antiguos que evocaran la Antigua Roma, como el cárnix celta, el cornu romano y el aulós griego. Gracias a las redes sociales descubrió que en una remota aldea de Galicia vivía una persona que tenía y tocaba los tres instrumentos.
Su nombre es Abraham Cupeiro (Sarria, 1980) y es un tipo único, como de otro tiempo. En su casa-taller de Castro de Rei resucita instrumentos ancestrales que él mismo construye basándose en restos arqueológicos de las ruinas de Pompeya o en una moneda romana. También compone música para esos instrumentos y además los toca junto a las mejores orquestas por todo el mundo.
Solo este año ha dado más de 120 conciertos, en lugares tan dispares como Tasmania, Canadá, Alemania o Reino Unido, además de la geografía española, donde actualmente está presentando su tercer disco, Mythos. También triunfa en redes sociales, con 87.000 seguidores en su cuenta de Instagram y vídeos de YouTube que suman más de tres millones de visualizaciones, gracias a una vocación comunicativa y pedagógica que ha volcado en su espectáculo Resonando en el pasado, con el que explica el origen y el funcionamiento de multitud de instrumentos ancestrales.
Su colección alcanza los 200 instrumentos, de los que toca alrededor de 100, y ha construido con sus propias manos unos 50 de ellos. El “buque insignia” de la colección es el cárnix (o karnyx), una imponente trompeta de dos metros de alto y cabeza de animal que los celtas usaban en la guerra para enardecer a las tropas y amedrentar al enemigo. Lo construyó basándose únicamente en un denario romano.
“Cuando unos arqueólogos franceses vieron lo que yo hacía en mi canal de YouTube, me invitaron a ver el único cárnix original que se conserva entero en todo el mundo, y la diferencia con el mío era de solo 23 milímetros”, asegura Cupeiro.
¿Cómo es posible tal grado de similitud si él se basó en el dibujo de una vieja moneda con más de dos milenios de antigüedad? “La ley más importante es el sentido común”, responde con total naturalidad. “Aunque la gente en aquella época era un poco más pequeña, los humanos siempre construimos los instrumentos para nosotros, así que vas aplicando el sentido común para deducir las proporciones de cada parte del instrumento. Un arqueólogo no puede entender cómo se construyeron las pirámides de Egipto, pero un obrero sabe cómo se pueden mover las piedras. Esa es la visión con la que yo fabrico mis instrumentos”.
Grabando para Ridley Scott
Cupeiro recibió por mail una invitación de Gregson-Williams para ir a Los Ángeles para grabar la banda sonora de Gladiator II, pero en ese momento él estaba volcado en rematar los arreglos de las composiciones de su nuevo disco, que debía empezar a grabar en 20 días en los emblemáticos estudios Abbey Road de Londres junto a la Royal Philharmonic Orchestra. Así que declinó amablemente la propuesta. Lo que no imaginaba es que su participación en la película era imprescindible y que, ante su negativa, el compositor decidiría tomar un avión de urgencia y plantarse en su aldea para grabarle allí. Si Mahoma no va a la montaña…
Una vez metidos en faena, Cupeiro improvisó sonidos y melodías con distintos instrumentos según lo que le iban sugiriendo las escenas de la película que iba viendo en una pantalla. “Lo que hicimos fue una biblioteca de sonidos que ellos, de vuelta en Los Ángeles, encajaron en la banda sonora”, explica el músico.
“Fíjate, aunque la película tiene esos efectos especiales tan costosos, al final unos objetos tan humildes como estos instrumentos también ayudan a que la película alcance una dimensión mayor. Es la unión de la tecnología con lo arcaico”, opina el músico, que se confiesa orgulloso del resultado y califica la experiencia como “muy placentera”.
Una de las cosas que más sorprendió a Cupeiro fue leer, en el planning de las escenas, anotaciones como “a Ridley Scott le gusta el sonido del cárnix”, “a Ridley Scott le gusta el sonido del cornu”, etc. Al parecer el director había estado viendo su trabajo en redes sociales, se había familiarizado con la sonoridad de cada instrumento y le había transmitido al compositor sus preferencias.
Ridley Scott no es el único gran cineasta para el que ha trabajado Cupeiro. Recientemente ha participado en dos grandes proyectos de Netflix: La vida en nuestro planeta (2023), serie documental de naturaleza producida por Steven Spielberg y narrada por Morgan Freeman; y la película bíblica Mary (que llegará a la plataforma el 6 de diciembre), en la que Anthony Hopkins interpreta al rey Herodes y donde Cupeiro ha tocado 25 instrumentos distintos.
Su aparición en bandas sonoras de cine son un divertimento puntual en su vida cotidiana, que consiste en investigar, componer, fabricar instrumentos, grabar y salir a tocar. “Tanto Spielberg como Ridley Scott son directores que me han hecho disfrutar mucho de niño, de adolescente y de adulto. De pequeño uno no sueña con estas cosas, pero en medio de la vorágine de conciertos, poder saltarse un poco esa rutina y vivir estas experiencias es algo muy placentero”, afirma Cupeiro.
Un viaje al universo de los mitos
El lutier, compositor e intérprete conversa por teléfono por El Cultural mientras hace las maletas, porque está en plena gira de su disco Mythos. Si el anterior, Pangea, era un viaje geográfico por las músicas tradicionales del mundo, este es "un viaje a la imaginación". "Los seres humanos necesitan tener los pies en la tierra, pero su mirada se dirige hacia las estrellas. Cuando entras en la imaginación de los pueblos, descubres lo más auténtico del ser humano. Es lo único que nos diferencia de los animales”.
Cada composición está inspirada en un mito distinto que se explica en el libreto. Desde cómo el sátiro Marsias encontró en el bosque el aulós, instrumento inventado por Atenea, hasta el mito del Simurgh, el ave fénix persa que adoptó a un príncipe abandonado de bebé en una montaña sagrada por ser albino.
Formado como trompetista en el Conservatorio Superior de Madrid y especializado en música antigua en la Universidad Autónoma de Barcelona, Cupeiro fue desde pequeño “un promiscuo musical”. “Crecí escuchando mucha música tradicional, pero al mismo tiempo tocaba en una banda de música, por lo tanto lo culto y lo popular siempre fueron de la mano. Estaré eternamente agradecido a la banda de mi pueblo, Sarria, y también al grupo tradicional Meigas y Trasgos, porque eso me permitió desarrollar una visión poliédrica de la música”, afirma. “A eso hay que sumarle que cuando me montaba en el coche de mi padre escuchaba desde Edith Piaf a orquestas sinfónicas, pasando por Miles Davis”.
Sus habilidades para fabricar cosas con sus propias manos las desarrolló también de pequeño. “Me crié en lo que unos padres actuales llamarían una casa del terror. Cuando iba a visitar a mis abuelos paternos, con siete años a mi hermano y a mí nos daban serruchos y martillos para jugar y nos poníamos a construir cabañas o incluso ya algún instrumento musical rudimentario. Eso lo abandoné, pero cuando fui mayor, en el último año de carrera, tuve que fabricar yo mismo una trompeta barroca porque no tenía dinero para comprarme una, y me di cuenta de que podía fabricar llaves que abrían puertas del pasado. Aunque soy un poquito manazas, soy muy insistente y no me rindo fácilmente y poco a poco fui adquiriendo las técnicas que me permiten construir los instrumentos”, explica.
A pesar del éxito que está teniendo en los últimos años, Cupeiro está tan arraigado a su tierra que cuesta imaginarle viviendo en otro sitio que no sea Galicia. “Vivo en un sitio donde a nivel cultural hay mucho que explotar aún, y tiene una tradición milenaria que me ha acompañado desde pequeño. Además, a nivel gastronómico hay pocos sitios del mundo donde se coma tan bien, aunque no sea una razón muy glamurosa”, se ríe.
En cuanto a la humildad que transmite al hablar, afirma: “La vida es demasiado corta como para volverse un estúpido o un engreído. Mira, estos días he tenido un lumbago brutal que no podía ni andar. Ahora estoy mejor, y simplemente saborear el poder caminar mientras hablo contigo es algo para estar agradecido”.