La Calisto, escarceos sáficos en el Teatro Real
Alden propone una psicodélica puesta en escena. Foto: W. Hösl
El Real sube a su escenario La Calisto, una auténtica y excitante novedad de Francesco Cavalli y un precedente del Don Giovanni mozartiano que juguetea con las identidades sexuales. David Alden firma la puesta en escena e Ivor Bolton gobierna el foso.
El compositor perfeccionó el estilo monteverdiano y acertó a trazar, sobre libreto de Giovanni Faustini, un raro prodigio de concisión y de gracia, una asombrosa comedia lírica -lírico-sexual, como la define Piotr Kaminski- que abre a un director de escena infinitas posibilidades. Esta suerte de folletón en torno a los amores de Júpiter, que más tarde pondrían también en música Lully, Haendel o Rameau, tiene mucha y desvergonzada miga aplicada a la persecución por el dios de la ninfa Calisto -inmortalizada en una constelación- y a la serie de enredos, escenas de alto contenido erótico y sorprendentes giros argumentales, que el director de escena de esta producción, proveniente de la Bayerischer Staatsoper de Munich, David Alden, traslada a un mundo psicodélico.
La habilidad de este artista (recordemos su Alcina y su reciente Lucia) seguro que nos hará pasar un rato divertido; con mucha trastienda y segundas lecturas; con humor e ironía, anacronismos incluidos. Porque terreno tiene, efectivamente, para ello a lo largo de una trama que algunos han considerado que inaugura una línea seguida más tarde por obras muy importantes como Isis de Lully (1677), Semele de Haendel (1744) o Platée de Rameau (1745). Kaminski sitúa en la misma estela a Orfeo en los infiernos de Offenbach y al Sueño de una noche de verano de Britten, con el sublime antecedente teatral de Shakespeare.
Es admirable, a pesar de lo cambiante de la anécdota y de lo heterogéneo de los elementos intervinientes, la manera en la que el compositor italiano conjuga tan complejo universo mediante la búsqueda y la obtención de un raro equilibrio entre recitativo y arioso, en el marco de una perfección que no será posiblemente igualada en la ópera veneciana que va de 1638 a 1660 (donde la dramaturgia musical alcanza su cénit). René Jacobs, un auténtico especialista en estas músicas, resalta la calidad del libreto de Faustini, no inferior -lo cual es mucho decir- a los preparados por Da Ponte para Mozart.El dios Júpiter y la ninfa Calisto se mueven al compás de una música muy libre en la que las arias poseen un raro fulgor y un aire febril
"¿En qué otra ópera -se pregunta Jacobs- se encuentran más explícitamente que aquí tantas formas de sensualidad y sexualidad?". No hay duda, y volvemos a la conexión mozartiana, de que Júpiter es una suerte de anticipo de Don Giovanni y que, por ejemplo, Mercurio podría ser un trasunto de Leporello, criaturas que se mueven, como todas las que pueblan la historia, al compás de una música muy libre en la que, además, las arias poseen un raro fulgor y adoptan en ocasiones un aire de febril de canzonetta. Siempre se ha destacado que la ninfa protagonista es uno de los personajes femeninos más deliciosos de la ópera barroca, digna hermana de la Popea de Monteverdi y ancestro de la Cleopatra de Haendel. Su monólogo Piangete, sospirate es verdaderamente emotivo con su originalísima línea vocal. Y su ardor queda puesto de manifiesto en el dúo con Júpiter del acto III.
El personaje se lo reparten en el Real Louise Alder y Anna Devin, dos jóvenes, gentiles y magníficas sopranos lírico-ligeras. El papel de Júpiter (Giove) será interpretado por el solvente bajo Luca Tittoto, de voz oscura y flexible, muy apta para un cometido que conoce bien. Están asimismo, dentro del primer reparto, la soprano Karina Gauvin, habitual en este escenario, la mezzo Monica Bacelli, de finas maneras, y el sólido contratenor Tim Mead. Buena cosecha de artistas españoles: en el segundo cast, el barítono Borja Quiza, el contratenor Xavier Sabata y los tenores Juan Sancho y Francisco Vas. Por su parte, el veterano contratenor Dominique Visse aborda tres papeles. Destaquemos igualmente la presencia, en el de Silvano, del pétreo bajo Andrea Mastroni. Ivor Bolton, que controla este repertorio, atiende al foso, en donde -¡bravo!- se da la alternativa a la estupenda Orquesta Barroca de Sevilla. Junto a ellos, el Monteverdi Continuo Ensemble.