Nihilismo, sexo, drogas y poesía: la historia de The Velvet Underground, la banda que pervirtió el rock
El periodista Rafa Cervera repasa en un libro la trayectoria del mítico grupo de Lou Reed y John Cale, tronco del árbol genealógico del rock alternativo.
14 diciembre, 2023 02:30Lewis Allan (en adelante, Lou) Reed: nacido en Brooklyn, de familia judía, aspirante a escritor que va a descubrir en la música un vehículo para la literatura. Adolescente provocador, buscador de problemas, lector de Sade, investigador nato. Experimenta con sustancias varias y establece trato carnal con mujeres y hombres.
A los 16 años forma su primer grupo, The Shades (que se transforma en The Jades). Tiende a la depresión y le dan sesiones de electrochoque. Se enamora de su compañera universitaria Shelley Albin, que le inspirará la canción Pale Blue Eyes. Es fichado por Pickwick Records como compositor de canciones por encargo. Allí conoce a John Davies Cale: galés de padre minero, músico expansivo y arriesgado, iconoclasta, adepto a Dylan Thomas y entre cuyos retos está unir el rock con las vanguardias, hacer un rock distinto, avanzado, incómodo, disidente, revolucionario. Esta idea los asocia decisivamente.
Comparten piso y también agujas, por lo que contraen hepatitis. Se libran de la Guerra de Vietnam y en 1965, junto a Sterling Morrison, que había sido compañero de Reed en la Universidad de Siracusa, y Angus MacLise (que dimitió pronto y fue sustituido por Maureen Ann Tucker), fundan The Velvet Underground. El grupo que pervirtió el rock.
Una perversión que consistió en proporcionarle “algo de lo que carecía: realismo. Un realismo más bien sucio filtrado a través de autores literarios que hasta entonces no tenían eco en esta música, desde Genet a John Rechy, sin olvidar a Delmore Schwartz. La música funcionaba al mismo nivel. Las texturas sonoras que trajo consigo John Cale elevaron el rock a otra dimensión menos complaciente”. Así lo manifiesta el periodista y escritor Rafa Cervera, que acaba de publicar, en Libros Cúpula, The Velvet Underground, etc., una obra en la que vuelca todo su conocimiento, acumulado durante décadas, sobre la banda.
Hay otros dos nombres fundamentales en el inicio de esta historia: Andy Warhol, que conoce a los Velvet (también vale “la Velvet”) en una actuación en el Café Bizarre de Nueva York y se convierte en su representante y mecenas (era el grupo que mejor podía encajar en su Factory), y la modelo, actriz y cantante alemana Nico, nacida como Christa Päffgen y que había tenido una infancia traumática en la Alemania nazi y un romance fugaz con Bob Dylan. Era tímida, bella y sorda de un oído y colaboró con la banda en su primer disco (1967), que no se entiende sin ella, a pesar de que solo canta tres canciones: Femme Fatale, All Tomorrow’s Parties y I’ll Be Your Mirror.
“Da la sensación de que, sin ellos, la evolución del grupo hubiera sido muy distinta —señala Cervera—. Imaginemos, por ejemplo, que su camino no se hubiese cruzado con el de Warhol. Es muy probable que jamás hubiesen logrado grabar un disco, teniendo en cuenta lo que hacían. MGM los contrató porque eran un producto Warhol. En cuanto a Nico, sin ella el primer disco [el del plátano de Warhol en la portada] no sería el disco que es. Era una relación condenada a no durar, pero durante el tiempo que duró dio frutos memorables”.
The Velvet Underground, explica el experto, representa “la incorrección política de su momento: los Beatles dicen que todo lo que necesitas es amor, los hippies celebran la Era de Acuario y ellos vienen y te bombardean con una música corrosiva que habla de urbanitas marginados. Por eso mismo en su día fue como si no existieran. La relación con Warhol acabó siendo contraproducente y su vínculo con una modista tan popular como Betsey Johnson tampoco les sirvió de ayuda”. Pero “ahora sabemos que fue como tenía que ser y que fue mejor así”.
Son muchas las cuestiones, ideas, temas, conceptos, vectores argumentales que surgen al hablar de la Velvet. Entre ellos, en el análisis de Cervera, los siguientes:
Nihilismo/misantropía: “Creo que la letra de Heroin sintetiza la relación con ambos conceptos. Una canción sobre el uso de una droga dura, cantada en primera persona, que en realidad es una excusa para hablar de la insoportable incongruencia de este mundo. Además, está Warhol, un nihilista cínico revestido de una capa de frivolidad bajo la cual yace un mensaje devastador de soledad y decepción”.
Sexo: “Lo expresan en dos canciones muy distintas entre sí. En Sister Ray no solamente hay sexo, mezclado con drogas, también es sexo queer. Marineros y travestis. En Some Kind Love el sexo es expresado como el misterio inexplicable que es el deseo”.
Drogas: “Sin la anfetamina, los Velvet no hubiesen sonado como sonaron en sus tres primeros álbumes”.
Poesía: “Lou Reed era un poeta que supo ver las posibilidades que ofrecía la canción pop para reforzar el ritmo y el mensaje de un verso. Eso lo hizo mejor que nadie, con el permiso de Dylan”.
La Velvet, en palabras de Ana Curra, que firma el prólogo del libro, es “el verbo hecho ruido”. Un grupo que desde una ciudad que no le hacía caso inventó un nuevo lenguaje para el rock. Y que anticipó corrientes y posiciones artísticas que tuvieron desarrollo en las décadas siguientes. Para Cervera, “la fuerza de su legado se concentra entre 1972 y 1985, más o menos. Es cuando su influencia empieza a germinar. Su obra cala en nuevos artistas como Bowie, Patti Smith, Eno, Jonathan Richman, Sonic Youth, The Jesus and Mary Chain. Gente que se inspira en ellos para hacer algo propio. Los Velvet son el tronco del árbol genealógico de eso que de verdad podemos llamar rock alternativo”.
En la historia (corta, conflictiva, compleja y fascinante) de la/los Velvet, uno de los aspectos más sugerentes es la relación que mantuvieron sus dos protagonistas mayores, “gritos en busca de una boca”, Lou Reed (de cuya muerte se cumplen diez años) y John Cale. Sin este, “Reed nunca hubiera cristalizado como el músico que fue: le enseñó la dirección que debían tomar sus canciones”. Por otra parte, Reed “le dio la oportunidad” al galés “de salir del circuito experimental y aplicar sus ideas a músicas más populares. Se necesitaban tanto que era inevitable que acabaran distanciándose”. Una hermosa, agridulce y muy humana historia de creación, afinidades, egos, turbulencias, canciones, celos, divorcios, reencuentros.
Rafa Cervera (a quien, desvela Curra, llamaban Rafa Velvet en su adolescencia valenciana) ofrece un libro “escrito desde la pasión, pero con una mirada agnóstica”. Una “puerta de acceso” a la banda y un manual lleno de claves para comprender su importancia musical, cultural, artística: “Quería contar la historia del grupo desde la posición que me da haberlo seguido desde los 14 años. Pero quería escribir desde mi experiencia actual, desde mis 60 años, con todo mi bagaje como periodista musical que lleva años intentando desmontar discursos agotados. Y también aplicar mi experiencia como novelista. Mis tres novelas le deben mucho a los Velvet. Además, quería sacar al grupo de su nicho. Sacarlo fuera del contexto de la prensa musical especializada. Dar información, ofrecer una mirada fresca y hacer que todo ello resulte ameno al lector”. Y ejecuta el plan con potencia narrativa, enfoque transversal y, como destaca Fernando Navarro, sentido poético.