'Muerde la bala', la joya perdida de Toño Martín, ángel caído del rock español y alma de Burning
Después de tres décadas, se publica la maqueta que el vocalista y fundador de la banda compuso junto con el guitarrista Pepe Risi en los 90.
6 septiembre, 2024 02:15Ni macarras ni punks (solo un grupo de rock a medio camino de Madrid y tu casa), así definía la revista Disco Expres a los Burning a finales de los setenta. En ese momento, no había nadie en la capital que tuviera tanta chulería cantando como Toño Martín (954-1991) ni que tocase la guitarra mejor que Pepe Risi (1955-1997). Dos chiquillos dotados de gracia, criados en La Elipa y reyes de Las Ventas, que fundaron Burning hace ya cincuenta años y se convirtieron para siempre en hermanos del rock.
El tándem perfecto, "como Jagger y Richards, como Lennon y McCartney", señala Jesús Ordovás, mítico periodista musical que vivió las andanzas de la banda de primera mano, como vecino de esos jóvenes ruidosos que intentaban imitar a los Stones y se "maqueaban" como los New York Dolls.
Toño (Antonio Martín) y Pepe (José Casas) eran familia dentro y fuera del escenario. "No brillaban solo por su talento, sino por ser buena gente, mágicos, amigos, divertidos, sanos", así los recuerda Penélope Martín (1980), Penny, hija de Toño, a El Cultural. Juntos compusieron clásicos del rock español como Mueve tus caderas o Qué hace una chica como tú en un sitio como este, canción del filme homónimo de Fernando Colomo en el que Toño debutó como una suerte de actor quinqui.
Sobrevivieron a la Movida, que dejó de lado a los rockeros de extrarradio para ensalzar a los poperos del centro, pero no consiguieron resistir ante la tentación de las drogas, el mayor lastre de las estrellas del rock. Amantes y víctimas del destino, se fueron el mismo día, un 9 de mayo. Toño en 1991 de un infarto y seis años después, en 1997, Pepe de una neumonía. Antes de morir, el guitarrista le dedicó una de las baladas más bellas que ha parido el rock español: Te quiero tanto.
Desde 2021 es posible toparse con un pedazo de su historia mientras se recorre Ciudad Lineal. Una placa conmemorativa cuelga en la Travesía José Noriega, cerca de donde tenían su local de ensayo, para recordarles. Aunque el verdadero homenaje ha tardado casi tres décadas en llegar. Muerde la bala, una maqueta olvidada, perdida y enterrada, que saldrá a la luz este viernes seis de septiembre de la mano de Subterfuge y del empeño de Penny.
Nueve canciones originales compuestas por Martín desde 1983 hasta su muerte, cinco de ellas creadas junto con Risi. Nací perdedor, Todos tus trucos, Demasiado orgulloso para pedir perdón, Ángel caído, Fría de un pálido azul, De nada te sirve esperar, Cenizas de rock'n'roll. Para ella, son canciones tan familiares, "como quien se acuerda de una oración que te enseñan de pequeña".
La primera vez que las escuchó tenía diez años. Desde entonces, han estado resonando en su cabeza y en las cartas que su padre le dejó, como un legado vivo, siempre latente. "Mi padre era muy esteta. Sabía que si sacaba algo tenía que ser bello, digno, como era él. El sonido es el que es, no deja de ser una maqueta. Pero suena fresco, ves que era una persona viva, llena de vida".
Provocativo, magnético, diferente, Toño era la imagen fundamental de Burning, pero decidió abandonar el grupo en 1983. Las discordancias con la banda, formada por Quique Pérez (bajo), Ernesto Estepa (batería) y a la que más tarde se unió Johnny Cifuentes (piano), se empiezan a notar en Atrapar al amor (1982), disco maduro, menos rockero, y con letras en las que él mismo reflexiona sobre dejar la vida madrileña de excesos y centrarse en su mujer Esther y su hija. "Por ti he dejado de tomar drogas mi amor, por ti he cambiado de amigos sin razón", le dedica en Loco por ti (Penny).
Un año después se fue a vivir a Briviesca, Burgos, pueblo natal de su mujer, para alejarse del ambiente nocivo de la capital, pero no de Pepe. "Nunca dejaron de verse", apunta su hija. A pesar de que, al principio, esa huida hacia delante de Toño no sentó bien a su compañero. "Es bonito tener coche y ser papá. Pero creo que la corbata a ti no te va", le dijo en Y no lo sabrás.
Fue en esa localidad burgalesa donde comenzó a germinar este proyecto en solitario del que no dejó ningún cabo suelto, "como un pastel listo para ser sacado del horno", y que contó con el apoyo de Risi, quien le pidió que lo guardase "como oro en paño".
Antes de morir, en 1991 Toño había hecho tres maquetas del disco, una la registró en la discográfica Warner Chappell, que acabó perdida entre almacenes y cajas de mudanzas, otra se la regaló a su mujer, quien se había quedado viuda "muy joven y muy enamorada", y decidió enterrarla entre sus recuerdos, y la última se la dio a Rafael Martínez, amigo íntimo de El Tiemblo (Ávila), pueblo de su infancia, quien tras custodiarla durante 24 años se la entregó a Penny. En ella, a diferencia del resto de cintas, estaban los títulos de todas las canciones.
¿Qué podemos encontrar en esta maqueta que no había en sus primeros álbumes con Burning? "Encontramos a un Antonio humilde, desnudo. Un hombre real, padre, esposo, amante, amigo, poliédrico. Con una lucidez en la lírica, en la cadencia de las letras, en la que hay un dualismo de hermanos que han llegado a la madurez de sus vidas. Y hay un quiebro de dolor por una traición que jamás pudieron entender".
En un momento frágil para el grupo, cuenta Penny, Cifuentes, quien está actualmente a los mandos de Burning, fue al Registro de la Propiedad Industrial para registrar el nombre de la banda. Algo que, como Cifuentes ha sostenido públicamente durante años, llevó a cabo a favor del futuro del grupo.
Un mazazo, una "judiada", que alejó a Toño e hizo mella en Risi. "Creo que Antonio nunca se hubiese desligado de su hijo. Mi padre fundó Burning, hizo hasta el logotipo", apunta su hija. "Pero Antonio también había madurado como hombre, como padre, y no se veía ya en el rock and roll al uso, sino más como un crooner, y decide apartarse, descansar y dedicarse a mí".
Solo era una niña, pero Penny tiene clavados esos dos años, entre 1985 y 1987, que se fueron a vivir a Nueva York a casa de sus tíos. En ese sótano de Queens, su padre empezó a ensayar las primeras canciones de esa maqueta que hasta ahora parecía maldita. "Se vuelve a formar, se vuelve a nutrir, se limpia, se pone guapo. Decidió cultivar su ser, su poesía, su arte, para dar esta joya que no pudo llegar a ser", lamenta.
"Hay huellas en mi cuerpo de una lucha interior / Hay marcas en mi alma, recuerdos de rebelión", canta en Demasiado orgulloso para pedir perdón. La fragilidad y la soledad intimista en sus letras, que se acercan cada vez más a su querido Lou Reed, contrastan con un espíritu visionario que busca aferrarse a la vida.
Aunque Penny está segura, por los escritos que le dejó su padre, que él sabía el tiempo que le quedaba. "Antonio era como una estrella fugaz, esas que tienen su tiempo, y que estar en la tierra les daña". "Un ángel caído no puede escapar / No trates de nunca de tocarle / Recuerda que un día tuvo luz / Aunque ahora viva de recuerdos", canta el propio Toño Martín en una de las canciones rescatadas.
Tras años de "zancadillas" e incluso de haber "negado que la cinta existiese", Muerde la bala es una realidad que irradia amor por los cuatro costados. También justicia, al arrojar algo de luz hacia la historia casi desconocida de uno de los frontman más importantes del rock patrio.