La favorita, el Real vuelve al origen
Javier Camarena, Simone Piazzola y Jamie Barton. Foto: Javier del Real
El Teatro Real celebra el 20 aniversario de su reapertura con La favorita de Donizetti, obra con la que abrió sus puertas en 1850. Daniel Oren dirigirá la versión francesa, apoyado en Jamie Barton y Javier Camarena.
Nueva ocasión, pues, para revisar esta partitura que sufrió tantos avatares hasta que tomó su definitiva fisonomía. La historia se remonta a 1834, a los retazos de la proyectada ópera Adelaide, revisados en 1839 para una nueva ópera francesa, L'Ange de Nisida, con texto de Alphonse Royer y Gustav Vaëz. El sujeto había sido usado ya por autores de comienzos del XIX (L'Adelaide e Comingio de Pacini, de 1818, por ejemplo). Ahí incluyó también Donizetti música proveniente de otras anteriores óperas suyas, como Pia di Tolomei y L'Asedio de Calais.
Por diversas razones la obra quedó en el dique seco. Leon Pillet, nuevo director de la Ópera de París, pidió a Donizetti que la retomara: había descubierto estupendas posibilidades en la partitura para su mujer Rosine Stolz y para el principal tenor del teatro, Gilbert Duprez. Se suprimieron los elementos cómicos y se trasladó la acción del Nápoles del XV a la Castilla del XIV, durante el reinado de Alfonso XI. Al poema, reelaborado por Scribe, se le sumó nueva música, así la escena de introducción del Monasterio y unas danzas en el segundo acto. Desde un punto de vista dramático, La favorite, finalmente estrenada en la Opéra el 2 de diciembre de 1840, se parece a bastantes óperas francesas de la época (de Auber o Meyerbeer), en las que los individuos están presos de las circunstancias históricas. Por otro lado, es evidente la presencia del estilo italiano, en lo sentimental, en las bellas melodías, en mayor medida y número que en otras obras del autor.
No hay duda de las originalidades musicales, aplicadas a un canto eminentemente romántico. Se enlazan mejor los cantabiles a las cabalettas; se utiliza una armonía muy limpia y climática, no se siguen siempre las pautas y esquemas del género. Así, el tema del dúo final, no es cantado, en contra de lo habitual, por los dos personajes a la vez. Aunque esto no rige en la versión italiana, estrenada en Padua en 1842, con traducción de Franceso Jannetti. En La Scala, al año siguiente con traducción de Calisto Bassi.
Para servir la obra en esta nueva cita se cuenta con un reparto muy adecuado presidido por la voluminosa y joven mezzo norteamericana Jamie Barton de 36 años, ganadora de varios concursos, dotada de un importante, bien coloreado, timbrado y esmaltado instrumento, amplio y extenso, manejado con técnica muy solvente, con arrestos y seguridad. Hasta el punto de irse a veces, en el cierre de su gran aria Ô mon Fernand, al do sobreagudo con suma facilidad. El timbre recuerda vagamente al de Giuletta Simionato. A su lado el tan apreciado en el Teatro Real Javier Camarena, de agudo fácil y buen arte de canto, puede que de voz en exceso liviana para un papel que estrenó, como se ha dicho, el más contundente Duprez. Simone Piazzola, barítono lírico, puede hacer un digno monarca. Daniel Oren, en el foso, no es un exquisito y refinado cantor, pero maneja bien las riendas y concierta con autoridad.