La soprano Sara Blanch (Aspasia) y los bailarines Clara Navarro e Iván Delgado en 'Mitridate, Re di Ponto'. Foto: © Javier del Real | Teatro Real

La soprano Sara Blanch (Aspasia) y los bailarines Clara Navarro e Iván Delgado en 'Mitridate, Re di Ponto'. Foto: © Javier del Real | Teatro Real

Ópera

'Mitridate, Re di Ponto', la ópera que Mozart compuso con 14 años y que ahora llega al Real en versión 'Succession'

Este domingo llega al coliseo madrileño con montaje escénico de Claus Guth y con Ivor Bolton, especialista en el genio de Salzburgo, al mando de la orquesta.

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Llega al Teatro Real –con diez funciones entre el 23 de marzo y el 9 de abril– uno de los frutos del joven y casi niño Wolfgang Amadeus Mozart, Mitridate, Re di Ponto, que se interpretó en el teatro madrileño en versión concertante en 2009 y escenificado en 1997 en el Teatro Carlos III de San Lorenzo de El Escorial, dentro del Festival Mozart.

Casi todos los autores –con excepciones como la del crítico Alfred Einstein– han estado de acuerdo en la importancia que para este logro del compositor tuvo el contacto con el franciscano boloñés Gian Battista Martini durante el primer viaje a Italia de los Mozart, en 1770. El mozalbete estaba deseando seguir los más sólidos y severos consejos del gran estudioso, que habrían de servirle, junto con los conocimientos que ya manejaba del estilo operístico puramente italiano, para trabajar sobre su nueva ópera, a la que de inmediato se iba a dedicar. Martini lo adiestró perfectamente.

En Milán, donde padre e hijo habían estado hacía meses, se habría de estrenar la ópera, un encargo de un buen amigo, el conde Firmian. Wolfgang y su padre llegaron a la ciudad lombarda el 18 de octubre, con problemas articulatorios en los cansados dedos después de escribir la mayoría de los muchos recitativos, básicos en una ópera de este tipo.

Le quedaba el trabajo más arduo, las arias propiamente dichas. Compuso con problemas y con dudas respecto a multitud de cuestiones, lógicas en un muchacho de 14 años, y con exigencias inadmisibles. El primo uomo, Guglielmo d’Ettore, por ejemplo, retrasó su comparecencia y la prima donna, Antonia Bernasconi, quería sustituir las arias escritas por Mozart por las de Quirino Gasparini, autor de otra ópera sobre el mismo libreto del turinés Vittorio Amedeo Cigna-Santi, inspirado a su vez en la obra homónima de Jean Racine (1673), traducida al italiano por Giuseppe Parini.

El rígido y altisonante texto va siendo desgranado en la partitura con arreglo a las normas habituales del género, con abundante empleo del da capo, como estaba mandado. De acuerdo también con los cantantes disponibles en aquel momento y en aquel teatro: un tenor, dos sopranos y dos castrati para los principales papeles; algo que contribuyó a impedir una mejor caracterización de los personajes, por momentos, auténticas marionetas.

Mozart compuso esta obra con problemas y con dudas respecto a multitud de cuestiones, lógicas en un muchacho de catorce años

Pese a todo, la belleza de muchas de las 21 arias, la profundidad de ciertos recitativos acompañados, algunos hallazgos formales, la límpida línea vocal dotaban de interés a esta curiosa historia de intrigas amorosas y políticas. Al fondo late la frondosidad y la turbulencia de la tragedia ideada por Racine.

Al final, las cosas se enderezaron y primó la música original del salzburgués en todos los casos, aunque modificada en varios aspectos y con la inclusión de un balletto compuesto por Francesco Caselli.

El contratenor Franco Fagioli (Farnace) y bailarines en 'Mitridate, Re di Ponto'. Foto: © Javier del Real | Teatro Real

El contratenor Franco Fagioli (Farnace) y bailarines en 'Mitridate, Re di Ponto'. Foto: © Javier del Real | Teatro Real

El éxito, en aquella representación del Regio Ducal de 26 de diciembre de 1770, fue considerable: se llegaron a dar 19 funciones más. Durante ellas, Wolfgang, que había dirigido las tres primeras, se dedicó a ofrecer conciertos en casas de la aristocracia milanesa.

De seguro que la prevista propuesta escénica de Claus Guth, en coproducción con la Ópera de Fráncfort, el Liceu y el San Carlo de Nápoles, nos traerá sugerencias y planteamientos de interés, como su inspiración en la serie Succession. Es algo usual en este inquieto regista, que dice: “No se puede responder correctamente al mundo musical de Mozart si lo representas todo con acciones realistas. Por eso hemos decidido que haya dos escenarios estéticamente diferenciados: el del mundo realista y otro completamente abstracto”.

Y es interesante la apuesta de que se centre en la muerte, conectada con la pieza desde el comienzo. “Está presente todo el tiempo y habrá reflejos de este otro mundo, el mundo paralelo al mundo real. Enseñaré estos dos sitios. Para este mundo abstracto tenemos once bailarines que toman distintos papeles constantemente. Será algo inusual, nuevo para una ópera como esta. Son dos estilos completamente distintos. Para mí es algo nuevo, lo estoy probando. Necesito disfrutar mi trabajo, por eso necesito nuevos retos y es muy emocionante poder llevarlo a cabo”. Sugerentes ideas que esperemos no compliquen en exceso la trama.

Lo que es seguro es que serán ofrecidas por un competente equipo vocal cuajado de cantantes muy solventes. Mitrídates se lo disputarán los tenores Juan Francisco Gatell, lírico-ligero, y Siyabonga Mangungo, ligerísimo. No hay duda de que el primero podrá otorgar más carácter al personaje, necesitado, como se ha dicho, de una zona aguda muy firme.

La soprano Sara Blanch (Aspasia), Elsa Dreisig (Sifare) y, al fondo, bailarines en 'Mitridate, Re di Ponto'. Foto: © Javier del Real | Teatro Real

La soprano Sara Blanch (Aspasia), Elsa Dreisig (Sifare) y, al fondo, bailarines en 'Mitridate, Re di Ponto'. Foto: © Javier del Real | Teatro Real

Dos voces lírico-ligeras españolas de relieve, Sara Blanch, de muy cálida sustancia, y Ruth Iniesta, más fustigante y vibrátil, defenderán la casi imposible parte de Aspasia. El papel más denso de Sifare corre a cargo de Elsa Dreisig y Vanessa Goikoetxea, dos líricas excelentes, de mayor brillo la segunda.

Dos contratenores de altura, muy distintos también, se enfrentarán a la endiablada parte de Farnace: Franco Fagioli, de amplísima tesitura y agilidad sin límites, y Tim Mead, más oscuro y sereno. Marina Monzó, exquisita y frágil, perfumada, y Sabina Puértolas, de más enjundia vocal, cantarán el papel de Ismene.

Nos queda Marzio, aquí dos tenores ligeros, Juan Sancho, de mejor encarnadura, y Jorge Franco, más leve. Arbate lo interpretará en todas las funciones el mismo cantante, el contratenor, algo nasal, Franko Klisovic.

Todos, con la Orquesta Sinfónica de Madrid en el foso, estarán a las órdenes del especialista, en ocasiones muy inspirado, Ivor Bolton, hasta hace muy poco titular musical del teatro.