Teatro

La revolución llegó de puntillas

El ballet Kirov lleva al teatro real "el programa Fokine"

10 enero, 1999 01:00

El Teatro Real de Madrid recibe esta semana al Ballet Kirov de San Petesburgo, la escuela de ballet ruso por excelencia en la que se han formado grandísimas figuras como Rudolf Nureyev, Natalia Makárova o Mikhail Barísnikov. Presenta uno de los repertorios más iconoclastas de la danza de esta centuria, el que ideó Mikhail Fokine a principios de siglo y que se compone de tres piezas excepcionales: "El pájaro de fuego", "Sheherezade" y "Las Sílfides".

La discreta promoción que está recibiendo la inminente visita del ballet Kirov del Teatro Mariinsky de San Petesburgo al Teatro Real contrasta con la fama de esta compañía, una de las primeras formaciones clásicas del mundo.
Depositario de una herencia fundamental para la danza académica y cuna de algunos de los mejores bailarines que han iluminado la historia del ballet, el Kirov, cuya primera visita a Madrid se produjo en 1992, vuelve a la capital donde por fin hay un escenario a su altura. Y lo hace con un programa excepcional, compuesto de "Las Sílfides", "Scheherezade" y "El pájaro de fuego", tres obras emblemáticas de Mikhail Fokine, coreógrafo cuyas innovaciones fueron importantísimas para el desarrollo del ballet de este siglo y sobre cuyos cimientos otros creadores transgresores como Vaslav, Nijinsky y George Balanchine, pudieron seguir con la evolución del arte coreográfico.

Impecable pedigree
El ballet Kirov posee un "pedigree" impecable. Es heredero de la Escuela Rusa, una institución con una rica tradición imperial de más de 250 años de trayectoria. Sus orígenes están unidos al maestro francés Jean-Baptiste Landé, a quien se le encargó crear una escuela para los hijos del personal noble del Palacio Real del zar Pedro El Grande. Los pasos de Landé fueron seguidos por figuras de la talla de Charles Louis Didelot, Jules Perrot (creador de "Giselle") y Arthur Saint Léon (del ballet "Coppelia").
Pero fue otro maestro francés, el gran Marius Petipa quien, a partir de su traslado de Moscú a San Petesburgo en 1847, elevó al ballet de San Petesburgo al nivel estelar que ha mantenido hasta hoy y ayudó a crear un público exigente que seguía el desarrollo de la danza europea a través de las visitas de las principales estrellas de la época. Petipa se quedó al frente del ballet de San Petesburgo en 1869 y la compañía se instaló en el gran Teatro Mariinsky. Durante tres décadas, el coreógrafo francés enriqueció el repertorio con obras que marcarían un estilo y una época. Las creaciones de Petipa de fin de siglo como "El lago de los cisnes", "Cascanueces", "La bella durmiente", "La Bayadera" y "Raimonda", forman parte del repertorio universal del ballet académico.
La gran ruptura hacia un ballet contemporáneo ruso se produjo con las primeras obras de Mikhail Fokine, nacido en San Petesburgo en 1880. Su talento como bailarín fue complementado por un gran interés por la música y las artes plásticas. En un momento en el que la danza se regía por unos códigos rígidos de composición y lenguaje, Fokine rompió con las reglas establecidas para buscar un arte coreográfico más orgánico.
Un manifiesto publicado en el periódico londinense "The Times" en 1914 plasmó sus ideas innovadoras que incluían una forma original para cada obra, de acuerdo con el tema, la época y el carácter de la música, la necesidad de que el cuerpo entero expresara el contenido de la obra y la extensión de esta expresión a todos los integrantes de la coreografía.
En 1907 Fokine presentó "Chopiniana", interpretada por los alumnos de la Escuela Imperial de Ballet de San Petesburgo. Una obra profundamente lírica, con temas de Chopin orquestados, en la que el virtuosismo de los intérpretes queda supeditado al carácter esencial de la coreografía. A la vez, Fokine otorgó un nuevo papel al cuerpo de baile. Dos años más tarde, bajo el nombre de "Las Sílfides" y con unas modificaciones musicales y un decorado y vestuario de destacado carácter romántico, fue presentado en París por los Ballets Russes de Sergei Diaghilev con un elenco protagonizado por Ana Pavlopa, Tamara Karsávina y Vaslav Nijinsky. En el teatro Real estos papeles los bailan Svetlana Zakharova, Janna Aiupova, Irina Jelonkina, Maya Dumchenko, Viktor Baranov e Igor Kobl. Aunque existe una muy ligera línea argumental, "Chopiniana" ha pasado a la historia como el primer ballet abstracto.
El empresario Diaghilev es el artífice de numerosas creaciones de Fokine, pues hizo realidad sus sueños de un arte ruso a la altura de la época moderna.

Diaghilev y Fokine
Los Ballets Russes del empresario Sergei Diaghilev presentaron al público europeo, a partir de 1909, algunas de las estrellas más brillantes de la danza, de la música y las artes plásticas rusas de la época. Los artistas de esta compañía crearon obras atrevidas que seguramente no habrían visto la luz dentro de su país. La creación de esta nueva estética fue un reto para el mundo de la danza que impulsó a una nueva generación de artistas e intérpretes y tuvo repercusiones fundamentales para la danza en Europa y los Estados Unidos.
"Sheherezade" y "El pájaro de fuego", ambos estrenados en 1910, son también fruto de este proyecto de colaboración. El primero, una interpretación dramática y fastuosa del poema sinfónico de Rimsky Korsakov, que cuenta la historia de Zobeida, favorita del sultán Shakriar. El papel del Esclavo Dorado, que en Madrid interpreta Ilya Kuznetzov y Faruk Ruzhimatov, supuso un gran triunfo para Nijinski y la deslumbrante puesta en escena de León Bakst cautivó al público parisino.
La partitura de "El pájaro de fuego" fue un encargo a Igor Stravinsky, quién supo plasmar elementos del folklore musical ruso con diversas influencias más contemporáneas. La escenografía y vestuario son de Aleixandre Golovine, León Bakst y el propio Fokine. Altinai, Assylmuratova, Irma Niovadze, Tatiana Amosova y Diana Vishneva se reparten el papel de esta fantástica ave en la representación del Real, en Madrid.
No ajeno a las vicisitudes que azotan la antigua Unión Soviética, el ballet Kirov actualmente bajo la dirección Makhar Vasiev, sigue siendo todo un ejemplo de la más viva tradición académica. La oportunidad para ver la reposición de estas obras de un coreógrafo que significa tanto para la historia de la danza no se debería perder.