La Mano de Mico
En manos de Hermann Bonnín, director del espectáculo y también del Espai Brossa, esta materia prima se ha convertido en un montaje como pocos: una experiencia teatral para privilegiados.
Bonnín ha aprovechado las reducidas dimensiones de la sala para potenciar los efectos del texto. En primer lugar, los apenas 30 espectadores que pueden ver a diario la función se hallan tan cerca de los actores que casi se podría decir que están integrados en la escena. Y es que, en verdad, no existe separación entre las butacas y la magnífica escenografía de Paco Azorín, que ha invadido todo el local, creando al público la sensación de que lo que allí ocurre ocurriría igual si nadie lo estuviera mirando.
Una vez más, Bonnin destaca como un gran director de actores: el trabajo de los intérpretes es impecable. Destacan los dos protagonistas -Josa y Sales-, pero sólo porque sobre ellos recae el peso de la acción. Una acción, por cierto, muy bien reforzada por unos efectos especiales que, sin exagerar, crean el ambiente que el texto demanda. En resumen: todo son buenas razones para no dejarlo escapar. Hay tiempo hasta fines de marzo.