Teatro

Shakespeare a pedazos

2 mayo, 1999 02:00

Dirección y dramaturgia: Jorge Muñoz y Blanca Portillo Intérpretes: María Casal Vicente Aguado, Jorge Muñoz, Gádor Martín, Rosa Rocha, Germán González, Manuel Ramos. Teatro: Sala Ensayo 100. M

El universo dramático de Shakespeare interesa tanto al teatro como al cine, a los académicos, al público corriente y a los jóvenes, que como se demuestra en este montaje "Shakespeare a pedazos" se siguen entregando con pasión a desentrañar y revivir las pasiones de sus personajes. Jorge Muñoz y Blanca Portillo han querido hacer su personal homenaje al bardo inglés más universal de todos los tiempos, con este trabajo teatral que se centra en "Macbeth", "Ricardo III", y "Hamlet"; y teniendo en cuenta que se valen de un elenco muy joven, demuestran arrojo y valentía.
La representación está dirigida a un público joven, y no necesariamente iniciado en la obra de Shakespeare. Al comienzo de la desenfadada función, se explica que son unos cómicos que van a representar fragmentos de las obras citadas del dramaturgo, y esa explicación da pie a que el público sepa de las debilidades, problemas y conflictos de la compañía teatral que va a actuar para ellos.
Comienza Macbeth con desenfado, gracia, ingenio y demás cualidades de una fiesta juvenil, un tanto "pasota" frente al canon shakesperiano, destacándose por la síntesis y el humor propio del tebeo y del cómic. "Ricardo III" está trasladado al Chicago de los años 30, y la corte en guerra, son familias de gangsteres. Cantan el texto (adaptándolo a melodías conocidísimas) y consiguen que no se entienda absolutamente nada. El interés del público decae enormemente, en algunos casos hasta el sueño. Y con la tercera obra elegida, "Hamlet", consiguen lo más interesante de su trabajo: dar relieve dramático, intensidad y ritmo en la creación de la enrarecida atmósfera de la corte danesa y sus personajes.
Es una pena que a estas "escenas" de Shakespeare que se muestran ante el público (en algunos casos notablemente), les falte una razón interior para convertirse en espectáculo. Todo lo que se trama en escena -al margen de Shakespeare- no se sostiene en un escenario, a pesar del entusiasmo desplegado por sus intérpretes. El espectáculo está falto de discurso interno.