Teatro

"Al teatro le amenaza la estupidez"

Paloma Pedrero

31 octubre, 1999 02:00

Desde que en 1985 estrenara su primera obra, Paloma Pedrero ha escrito un título por año. Ahora se ha convertido en la única dramaturga de este siglo que ha publicado en Letras Hispánicas de Cátedra. Todo un dato para valorar la escasa atención que se presta a la autoría teatral femenina y que ella denuncia.

Alo largo de una conversación con Paloma Pedrero (Madrid, 1957) hay dos términos que repite para dejar claro su forma de ser: solitaria e idealista. La decoración de su casa, el salón en el que me recibe, amplifica el sentido de sus palabras. La penumbra, las paredes forradas de libros y de madera oscura propician el recogimiento, el ensimismamiento interior... y los objetos, hermosos y extraños, expuestos por todas partes, incitan a imaginar cosas, historias.

Paloma Pedrero lleva inventando historias desde hace unos quince años, cuando estrenó "La llamada de Lauren". Desde entonces ha venido escribiendo, en ocasiones también dirigiendo y protagonizando, una obra por año y siempre se ha mantenido fiel a un "realismo poético de ambiente urbano", clasificación que ella acepta con indiferencia. Su teatro ha sido premiado en varias ocasiones (tiene el Tirso de Molina 1987), ha sido traducido a varios idiomas y aunque en España parece estar condenado a las salas alternativas, fuera de nuestro país despierta interés: el pasado día 23 de octubre el Centro Dramático de San José (Costa Rica) puso en escena "El pasamanos" y tiene pendiente para los próximos meses otros estrenos en México, París y Cuba.

Ahora, Cátedra ha publicado "Juego de noches. Nueve obras en un acto", que reúne parte de su teatro breve, concebido en torno a la idea de situar personajes en noches inesperadas. De esta forma, Pedrero se ha convertido en la segunda dramaturga que la editorial publica a lo largo de la historia de la colección Letras Hispánicas. La segunda pero la única de este siglo, su predecesora fue Emilia Pardo Bazán.

-En sus 15 años de dramaturga, ¿ha habido una época en la que su teatro ha gozado de mayor aceptación? ¿Cree que el ambiente en el que nos movemos es proclive a su estilo dramático?

No estoy de moda

-Nos movemos pero... ¿quién se mueve? Para los que tiene poder para programar en los teatros públicos y privados e, incluso, para la crítica, el teatro que yo hago no está de moda. Pero a mí me representan continuamente en Sudamérica, me seleccionan los actores de las escuelas de Arte Dramático. Si yo pensara que mi teatro es antiguo, me lo plantearía. Confío profundamente en lo que hago y eso me lo confirma el movimiento y la demanda de mis obras.

-¿Qué opina de esta última generación de autores que están de moda?
-Cuando repites modelos, te conviertes en un autor clónico. Dentro de la última generación, hay un grupo numeroso de autores clónicos con un maestro original. Sanchis Sinisterra es un autor original pero no me parece un buen maestro. Un maestro de verdad es el que tiende a potenciar la originalidad de cada uno de sus alumnos, no el que busca y se complace con que imiten su modelo de escritura. Las modas y los imitadores pasan de moda.

-Usted es una autora que rara vez traspasa el umbral de los teatros públicos.
-Nunca he estrenado en el Centro Dramático Nacional, quizá porque exige mucha política y yo no soy un ser político, soy un ser poético. Me gusta la soledad y paso de las relaciones públicas. Yo peleo con mi trabajo.

-¿Tan importante es estrenar en un teatro público?
-Que hagan algo en tu país por tu trabajo, se agradece. Yo tengo lo que hay que tener para ello: obras. A lo mejor lo de ser mujer es un obstáculo.

-¿Se siente discriminada por ello?
-El poder teatral está en manos de hombres, que se entienden y se gustan. Y estoy hablando de estética y de fondo. Esta sensación, sin embargo, no la he notado en Estados Unidos, donde he estrenado ocho obras. Pero en este país el teatro es un mundo machista y poco crítico.

-Virtudes Serrano señala en el prólogo de su libro que las dramaturgas han logrado la igualdad con los autores pero ante la arbitraria elección de los textos que pasan por los espacios públicos, ante los productores que no quieren arriesgar.

-Tenemos las mismas dificultades más la de ser mujeres. Públicamente no se cuestiona la calidad de nuestras obras, sería bochornoso, pero subyace una discriminación orgánica porque, como digo, los hombres se gustan y se entienden.

-¿Defiende una dramaturgia femenina?
-No, sólo creo que hay autores buenos y malos. Yo creo que la literatura no tiene sexo, pero los autores sí y hay un universo masculino y otro femenino.

-En la narrativa esta discriminación no es tan acentuada.
-Porque la literatura dramática es la más social de todas. Una autora de teatro, cuando termina de escribir la obra, comienza su trabajo: montarla. En el teatro no existen agentes literarios, tampoco hay canales de distribución. El autor debe convertirse en su propio productor y, en este campo, las mujeres lo tienen mucho más difícil. Por eso, desde que comencé a escribir, siempre he tenido compañía, Teatro del Alma.

-¿Vive del teatro?
-Sí, aunque llevo una vida austera, sobrevivo. Además, doy clases de interpretación y dramaturgia.

-De su obra, Serrano señala influencias de Buero pero yo no se las veo.
-A Buero lo quiero mucho y siempre ha creído en mí, me apoyó desde el principio. Tengo otras fuentes, lecturas que me gustan: Chejov, Tennesse Williams, Ibsen, Wilde, Lorca y Strindberg.

-Al escribir ¿piensa en el público?
-Jamás, no acertaría. Escribo desde mí para los demás, que es lo que hace cualquier artista y con la esperanza de hacer reflexionar al público.

-¿Qué ventajas encuentra en escribir obras de un sólo acto?
-Tienen el valor del estadillo, de la síntesis, de la intensidad, que no permiten irse por las ramas. En el teatro no hay que filosofar, hay que llenarlo de palabras en acción.

-¿Cree que la figura del autor cuenta en el teatro de hoy?
-Si el teatro de hoy es el de las imágenes, el autor no pinta nada. Para mí lo fundamental en el teatro es la palabra y creo que ahora volvemos a la palabra.

-¿Qué amenaza al teatro de hoy?
-La estupidez humana, la superficialidad, la sociedad sin alma. Vivimos una sociedad frívola y ahí no cabe el teatro. El futuro de la humanidad es negro pero tengo esperanzas en que recuperemos el ritmo de la Naturaleza, que respetemos la vejez, la muerte. Cuando respetemos eso, el teatro recuperará su valor de rito, de comunión, porque el teatro, desde luego, no es para pasar el rato.