Teatro

La nueva etapa de la CNTC

El futuro del clásico

12 diciembre, 1999 01:00

Con el nombramiento de Andrés Amorós como director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) se abre un nuevo capítulo en la joven historia de la institución. Es también una ocasión para reflexionar sobre la herencia recibida y su futuro. Directores de escena y expertos en teatro clásico plantean en estas páginas sugerencias y temores y se atreven a decir qué reformarían de la CNTC, qué autores debería representar y cómo y cuántas obras producir. Además, el nuevo director avanza algunos de los criterios generales que inspirarán su política.


ERNESTO CABALLERO
Dramaturgo y director

No se puede seguir con un esquema de funcionamiento en los teatros públicos basado exclusivamente en los gustos personales de quien está al frente de los mismos. Urge pues una reflexión sobre la labor de las instituciones públicas para con nuestro ingente patrimonio teatral. Respecto a qué autores debe representar la CNTC, los españoles desde el Renacimiento hasta el Romanticismo, con especial énfasis en el Siglo de Oro, y esporádicas incursiones en la dramaturgia europea de época.

La CNTC debería hacer tres espectáculos de producción propia por temporada, por dos compañías (una fija y otra en gira). Y mantener una política de coproducciones con compañías privadas que acometan la puesta en escena de autores clásicos. La compañía debe ser estable y abierta a las colaboraciones con otros profesionales. Sería conveniente crear la figura del director asociado (no necesariamente director de escena) para establecer los criterios de producción y programación. Sería aconsejable que la puesta en escena de las producciones propias se encomendara tanto a los directores vinculados a la compañía como a otros directores invitados, tanto nacionales como extranjeros.

Creo que habría que pensar en la construcción de un edificio de nueva planta capaz de dar respuesta a las exigencias que la puesta en escena contemporánea demanda. La actual sede del Teatro de la Comedia se constituiría de este modo en un espacio complementario para aquellas representaciones concebidas al tradicional modo a la italiana. También resulta imprescindible un Centro de Investigación en donde los profesionales (tanto de la práctica como de la teoría) generen una dinámica permanente que tienda a la consolidación de sólidas pautas de trabajo escénico. De ahí debe desprenderse esa impronta en la actuación actoral que todos anhelamos y envidiamos de instituciones análogas fuera de nuestras fronteras (Comedie Francaise, Royal Shakespeare Company); y no de los recursos escenotécnicos desplegados por el director de turno. Finalmente, sería conveniente crear un espacio en donde pudiera establecerse una fructífera relación entre las dramaturgias clásicas y nuestros autores contemporáneos.

FERNANDO DOMéNECH
Dtor. del Aula de Teatro Clásico RESAD

Creo que la CNTC necesita pocas reformas y éstas deben hacerse con cuidado de que no se caiga el edificio. Una institución que ha funcionado razonablemente bien durante trece años merece, cuando menos, un respeto. Sentado esto, hay que admitir que es una institución que empieza a anquilosarse y que debe iniciar una nueva etapa más ambiciosa: debe crecer, ampliar su repertorio, abrirse a nuevos directores. Y en primer lugar, debe recuperar la idea inicial de formar una compañía estable, y no convertirse, como empieza a ser, en un simple centro de producción de teatro clásico.

Soy partidario de que mantenga en escena, en montajes de calidad que se repongan cada cierto tiempo, el repertorio básico del mejor teatro español (Lope de Vega, Calderón, Tirso). También de que estrenen las obras menos conocidas de estos mismos autores o de autores de menor fama (Vélez de Guevara, Coello, Zamora...). Alguna vez podría representarse algún clásico extranjero de los que raramente se ven en la escena española (Ben Jonson, Racine...). Sólo en último extremo se debe llevar a escena a Shakespeare.
Considero que tendría que mantener un sistema flexible de producción: Tener una compañía estable de actores con buena formación en teatro clásico (¡al menos que sepan decir el verso!) y con un director de escena titular (distinto del de la CNTC) contratado por dos o tres años, tiempo en que se puede desarrollar una labor escénica coherente. Igualmente, impulsar producciones propias, con directores contratados sólo para el montaje, y actores propios y ajenos. Su sede debe estar abierta a montajes en régimen de coproducción o a producciones ajenas.
Quiero subrayar que la CNTC ya realiza otro tipo de actividades: sus publicaciones son excelentes y un referente para todos los estudiosos del teatro clásico. Sería imperdonable que no continuase con ellas. Por lo demás, no me parece imprescindible que realice otro tipo de actividades.

JOSé MARíA FLOTATS
Actor y director

No conozco el funcionamiento de la CNTC y por tanto no voy a opinar sobre qué habría que reformar. Además, soy reacio a decir lo que debe hacer un director que acaba de aterrizar en el cargo.

Parto de que la programación de un teatro público debe ser la que el director libremente decida en su proyecto, sin injerencias de ninguna clase. Una gran compañía debe representar desde los griegos hasta el último joven autor. La pregunta que yo me hago es "¿debe existir una compañía de teatro que sólo haga teatro clásico?". En sus inicios, la Comedie Française hacía obras contemporáneas, de Molière. Hoy hace el gran repertorio universal pero también teatro contemporáneo.

En relación con el número de producciones, éstas no se deciden arbitrariamente, sino en función de sus presupuestos, de sus espacios escénicos y del número de sus técnicos y artistas. Por lo general, un director quiere producir el máximo de espectáculos posibles. Si hace más espectáculos, se produce una mayor alternancia de estos. Obviamente, las obras se exhiben menos tiempo, pero hay más alternancia de éstas, pueden ir de gira y pueden pasar a formar parte del repertorio de la compañía. ése era mi proyecto en el Teatre Nacional de Catalunya. Respecto a cómo producir, es indispensable la compañía estable porque es la base para crear escuela e ir mejorando la calidad artística. Pero compañía estable no quiere decir compañía cerrada, las puertas tienen que estar abiertas a los actores. Compañía estable en ningún caso quiere decir funcionariado, es antagónico a la creación artística. Por otro lado, soy partidario de que el director principal sea un creador secundado por un excelente administrador, pero en ningún caso al revés. La programación es la columna vertebral del teatro y eso es responsabilidad única del director artístico. Por supuesto, tiene que haber un número de directores invitados regularmente e incluso puede acoger alguna compañía de fuera, aunque no creo que esa sea su función.

Finalmente, observo que cada vez que se cambia un director de un teatro público o se inaugura un teatro público, se le exige a éste que resuelva los males del teatro en general. No se le puede pedir a la CNTC que sea la escuela de Arte Dramático porque para eso están los conservatorios o las escuelas. Quizá es enriquecedor organizar otras actividades como conferencias, publicaciones, exposiciones siempre que versen alrededor de obras que se estén representando.

CéSAR OLIVA
Director y Catedrático de Filología Hispánica

Tras el magnífico impulso que supuso su creación y los primeros años, era evidente que se necesitaba buscar nuevas ideas. Lo primero que habría que cambiar es el modelo de funcionamiento. Sin embargo, nunca me ha parecido mal el repertorio de la CNTC: fundamentalmente, los clásicos españoles; algún extranjero como excepción. El problema de la renovación del repertorio es muy complejo, pero habrá que abordarlo con prudencia y con rigor. No estaría mal que cada dos o tres años la CNTC "descubriera" uno de los poetas menos habituales: Vélez de Guevara, Claramonte, Bances Candamo... Pero también que, cada dos o tres años, haya un nuevo Alcalde de Zalamea, Vida es sueño, Dama boba... Los grandes teatros apuestan por el repertorio.

Tampoco me he planteado exactamente cómo debería de producir la CNTC. Pero sí pienso cómo no debe hacerlo: encerrándose en sí misma, sin salir a cualquier rincón del Estado, festivales extranjeros; haciéndose madrileña, en una palabra. Ignoro si la fórmula de la compañía estable es la adecuada, pero la CNTC no debe eludir el compromiso de ser nacional. Lo que se le pide es flexibilidad y dinamismo. Que por el peso de un decorado no deje de actuar en cualquier escenario. Y en relación con otras actividades que pudiera desarrollar, no hay más que mirar qué hacen otras compañías de este signo en el mundo. Copiar lo bueno no es malo. Está casi todo inventado. Una compañía que se precie de tal debe atender la formación de actores y actrices, reciclarse, el estudio del teatro, la conexión con la Universidad...

EVANGELINA RODRíGUEZ
Catedrática de Literatura Española

La CNTC exige más bien un trabajo de insistencia y continuidad en lo experimentado hasta ahora. Sugeriría, sin embargo, que no acabe convirtiendo a los clásicos en un objeto de lujo envuelto en otro lujo: me refiero a la tendencia a "prestigiar" el clásico con versiones de autores o firmas importantes que, en ocasiones, tienden a convertir el producto en algo de intencionalidad radicalmente distinta. La segunda es que fuera de verdad una CNTC, es decir, que no fuera la Compañía de Teatro Clásico de Madrid (o de Almagro y poco más).
Además de insistir en los grandes dramaturgos del siglo XVI y XVII (donde radica la creación de una tradición que todavía es endeble), los grandes autores del teatro español hasta nuestro siglo (como Rivas, Moratín, Valle Inclán o Lorca) deberían merecer de tanto en tanto una puesta en escena, aunque los autores vivos deben tener otro espacio. La nacionalidad de los autores no me parece que deba ser una limitación: es un acierto que Molière haya entrado en su repertorio. Debe haber clásicos que se comparen con otros clásicos.

Respecto a su funcionamiento, pienso que las producciones de la CNTC no deben estar contaminadas por su rentabilidad. Su dotación presupuestaria no tendría que ser un impedimento para sus producciones que, en estreno y en gira posterior (con producciones propias o pactadas con otras autonomías o países), pueden llegar razonablemente hasta dos por temporada. Habría que tender a tener una compañía estable (que crea escuela y tradición de interpretar a los clásicos). Y lo que no me parece necesario es que ceda su sede a otras compañías. Por otro lado, considero esencial la figura del director invitado.

También es fundamental su trabajo de difusión. Apoyo totalmente la existencia de la revista Cuadernos de Teatro Cásico (la única, por cierto, que sobre teatro clásico existe actualmente en nuestro país). Debe intentar crear un Centro de Documentación de Teatro Clásico a partir de la experiencia de sus producciones. Y me parece urgente (es lamentable que no se haya hecho hasta ahora) que se graben en condiciones idóneas sus montajes para que subsistan como material pedagógico.

EDUARDO VASCO
Director de escena

La progresiva deriva de lo que debería ser la compañía más emblemática del Estado ha marcado estos últimos años un abismo entre la personal visión de Adolfo Marsillach, que algunos creemos que enriqueció sensiblemente la entonces limitada visión de nuestro llamado repertorio clásico, y un periodo gris que todos hemos conocido después. No se puede olvidar que estamos hablando de una Compañía de Teatro. No debe ser un museo ni una recreación de lo que fue. Definamos qué papel queremos que juegue en la sociedad y contemos con la gente que hace teatro para su realización.


Si queremos frecuentar un repertorio clásico, hay un ingente número de títulos absolutamente desconocidos para el público dentro y fuera de nuestras fronteras que se echan de menos. El teatro y las rigideces suelen ser malos compañeros de viaje. El repertorio debe ir de la mano de quienes van a realizar los montajes y no primar sobre todo. No merece la pena montar determinado título a toda costa.

Supongo que lo ideal sería producir cuando se tenga el equipo adecuado para el título adecuado. La figura del director invitado debería reforzarse para que cada director trabaje en varios proyectos a lo largo de varios años y no resulten montajes que no tengan nada que ver entre sí. Existen varias compañías de mediano formato que trabajan casi en exclusiva textos clásicos, otras lo hacen de una forma más esporádica y con acuerdos de coproducción, exhibición o gira realizarían su tarea de una forma más ordenada y fácil. La compañía estable es la más obsoleta de todas las formas de organización. Tratar de mantener una compañía así supone imponer un reparto al director, pagar millones de pesetas a los actores que no participan en las funciones en cartel o gira, etc. Cada vez son menos los teatros en el mundo que mantienen dicha estructura.

Respecto a otras actividades que pudiera desarrollar como el verso, las publicaciones, seminarios, intercambios o la búsqueda de títulos, nunca están de más.