Teatro

El entremés del verdugo

Teatro de la Danza

9 enero, 2000 01:00

El próximo 15 de enero la Compañía Teatro de la Danza presenta en el Auditorio Ciudad de Alcobendas de Madrid "El verdugo", una versión del clásico de Luis G. Berlanga y Rafael Azcona que se estrenará oficialmente en el Teatro Victoria de Barcelona cinco días más tarde. Dirigida por Luis Olmos, ha sido adaptada por Bernardo Sánchez, quien recuerda para EL CULTURAL el acusado sentido dramático de su guión inicial.

Tiendo a pensar en teatro cuando veo cine y a pensar en cine cuando veo teatro. Tiendo a proyectar la caja que oculta cada encuadre cinematográfico e, inversamente, a planificar y editar las escenas teatrales. Se trata, seguramente, de una deformación vocacional, de espectador que desde niño iba a ver películas y comedias a los dos teatros de su ciudad -la misma que Rafael Azcona: Logroño, y sus teatros/cines Moderno o Bretón- en cuyo hueco se alternaban indistintamente una pantalla o un escenario. De hecho, fue subiendo la calle que conduce al Bretón cuando empezamos a hablar una tarde logroñesa José Luis garcía Sánchez y yo, en compañía de otros amigos, sobre la versatilidad teatral inexplorada de algunos guiones de Azcona. La cuestión nos entretuvo varios cafés y mi exploración empezó aquella misma noche.

El cine, creo, tiene mucho de teatro conformado con otra máquina, otros aparejos y otra caja de luz. Y viceversa: ¿No supone el curso teatral un ideal de plano-secuencia? Recuerdo cierta reflexión de L.G. Berlanga sobre el sistema del plano-contraplano que me marcó como espectador cinematográfico. Venía a decir en ella que desconfiaba de este sistema porque sospechaba que entre el plano y el contraplano se nos escamoteaba algo. Quizá por ello, en los días de Plácido (1961), afirmaba en "Temas de cine" que se encontraba muy a gusto en el teatro y que entraba inmediatamente en sus convenciones; y ya en los inmediatos días de El verdugo (1963) confesaba algo que yo había mantenido como señuelo en el proceso de adaptación: "... esa magia de saber que a pesar de hacerlo así estás dándole un sentido cinematográfico a aquello que en su construcción íntima, pequeña es teatral" (Film Ideal, 125). Se ve que la película El verdugo trata de la tensión entre el espacio y las figuras y que es obra de dos ingenieros de las escalas teatral y humana que son Berlanga y Azcona. Diría que el primero es un ingeniero del espacio y el segundo del tiempo. Bien entendido que en lo espacial considero desde lo arquitectónico a lo coreográfico y en lo temporal: el orden, el ínterin, el relato. Así, la película basculaba entre escalas: lo abstracto y lo chico, un Ministerio y una corredera, un aeropuerto y un sótano. Así trataba, en general, de lo falso de cualquier movimiento (individual o Nacional) y de la desproporción entre los teatros que nos contienen realmente.

La película, sabido es, partía de un pretexto espacial -la idea de una antesala patibularia letal-, pero mediante un flash-back no explícito se internaba en lo que yo ahora aprecio como una suerte de "entremés", por lo que de económico, cómico, irónico, desengañador, humano, satírico y doméstico tenían aquellos artefactos cervantinos: El entremés del verdugo.

Y de su hija y del aprendiz del funerario: tres individuos agarrotados por la vida; tres víctimas populares, reconocibles; familiares y universales, un punto barojianas, vecinas del sainete (y de su consecuente esperpento), del romance y hasta de la comedia del arte. Tambien podría ser el entremés de su maletín: ese escenario, caja, máquina, pieza de enredo mínima y obscena que constitute el almario teatral de este asunto. El objeto del maletín de "dottore" que cambia de manos encierra y simboliza los términos teatrales más íntimos de El verdugo que he trabajado y comprendido con El Teatro de la Danza de Madrid.

Me propuse en el transcurso de adaptación no incordiar a los autores de los planos originales de la fábula, de forma que me decidí a analizarlos, admirarlos y redibujarlos (sin incurrir en el facsímil): a ver qué había entre planos. Para ello me hice dos votos: de fidelidad y de pobreza. El primero consistió en partir del mismo clímax trágico que inspiró la pelicula para recapitular los antecedentes cómicos del caso que irán pervirtiéndose a vueltas de tuerca (XVI). El segundo consistió en desglosar los útiles, palabras y situaciones básicas: la pobreza radical que da sentido a esta tragicomedia que es ya materia teatral gracias a la verdad, intimidad y continuidad dramáticas que entrega toda la Compañía. ¿En el proceso?: imágenes (vi en la tele el agarrotamiento vil de Julián Mateos en Los atracadores de Rovira Beleta, el recuerdo de los Queridísimos verdugos de Patino) y lecturas, desde La piedra angular de la Pardo Bazán hasta el imprescindible La Pena de Muerte de Daniel Suciro, que me envió Luis Olmos -no sólo director ahora, sino interlocutor a lo largo de muchos meses y, desde un principio, valedor del proyecto- pasando por el poema alusivo a Bergamín Ese plato -"Perfil grotesco del verdugo/ Burocrático asesinato,/muerte con ojos de besugo./ España se come ese plato"- que podría ilustrar el doble atragantamiento con el que, ya lo verán y oirán, se inicia la función.

Bernardo SáNCHEZ