Teatro

Sueños de una tarde dominical

Maritza Núñez

9 enero, 2000 01:00

Ganadora del Premio María Teresa León para autoras dramáticas, Maritza Núñez ha cultivado diversos géneros, entre ellos la ópera y la poesía. EL CULTURAL reproduce un fragmento de Sueños de una tarde dominical, en el que se recoge un diálogo entre Diego Rivera y Frida Kahlo.

Sinopsis

Frida niña y su padre discurren sobre el mundo del color y de la Lokura, "reino en el cual reinaba la calma" hasta que un día el NiñoSapo (Diego) posó su mirada en una hermosa doncella. El primer acto transcurre en la casa azul de Coyoacán, en 1939, en vísperas del viaje de Frida a París. Frida, al darle la noticia a Diego de que espera un niño, se entera de que su hermana tiene relaciones con éste. En el segundo acto, Frida, Siqueiros, Trostsky, Modotti y Breton reflexionan sobre la guerra, el poder, el arte, la revolución, el papel del artista en la lucha revolucionaria, la libertad, la vida. El cuarto acto, sin embargo, es una suerte de collage de distintos temas que se entrecruzan.

Dramatis personae

18 personajes, entre los que figuran Frida Kahlo, la Otra Frida, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Tina Modotti y André Breton como protagonistas de la obra. Además, dos marionetas que aparecen momentáneamente.

fragmento del preludio

Voz de Frida niña.- Otra vez nos hemos ido por las ramas.
¿Y qué pasó después de que se inventaron los colores en el país de la Lokura?
Voz del Padre.- Pues que todo iba de lo más bien. La Lokura era reino de espléndido colorido, sólo comparable al arco iris. Hasta que un día, de tierras muy lejanas, llegó el Rey Sapo...
Su rostro era el de una deidad asiática, y hermosa su cabellera negra, de hebras gráciles que se agitaban al viento. Era como un niño gigantesco. Un inmenso NiñoSapo. Y, sin embargo, su mirada era frágil. Había algo de tristeza en sus enormes ojos, tan inmensos como oscuros. Y sus párpados, arrugados como el tiempo, parecían querer escaparse de sus órbitas. Eran los suyos unos ojos extraños que parecían abarcarlo todo desde aquel rostro sin edad. Y entre esos dos ojos habitaba un océano de profundidades impalpables.
Voz de Frida niña.- ¿Quizá la sabiduría?
Voz del Padre.- Quizá.
Y una sonrisa lejana. Como si en ella se ocultaran hermosos secretos. ¿Qué encerrarían los ojos de aquella criatura de las aguas?
Eran sus hombros dos lunas llenas de las que nacían sus brazos delgados, que culminaban en unas manos diminutas, antenas con las cuales palpaba el universo.
Y así, una mañana en que el NiñoSapo salió a pasear, posó su mirada en una hermosa doncella del país de la Lokura y entonces...

Fragmento del Tercer Acto (Escena XIV)


Frida.- Comenzó el gran sermón del Divino Maestro...
Diego.- No sé si el Divino Maestro pero sí pintor. En cambio tú, ni siquiera eras capaz de asumirte como una pintora profesional. ¿Cuántos cuadros has pintado durante todo el año? Y en los pocos que has pintado, ¿qué has hecho?
Pintarte tú. Siempre tú.
Tú con tus changuitos ¿con tus pinches changuitos! Frida con sus loros, Frida sin sus oros, Frida con traje de tehuana, Frida sin traje de tehuana.
¿A quíen crees que le pueden interesar dentro de cien años tus trajes de tehuana y tus changuitos? Dime, ¿a quién?
¿Por qué no te ocupas de algo profundo, o, al menos de algo más serio, Frida?
(Entran Natalia y Cristina)
Frida.- ¿Y tú crees que tus murales sí van a interesar dentro de cien años? Cuando el socialismo triunfe, si triunfa, y la gente tenga cultura, ¿a quíen le va a interesar que lo adoctrinen? A nadie.
Diego.- Yo en un sólo mural soy capaz de retratar la historia de México.
Y en cambio, tú, Frida, ¿qué es lo que haces?
Frida.- Llegará un día en que tus murales, siendo grandiosos, no conmuevan, porque sus temas parecerán ingenuos, Diego. Pero yo, yo he pintado no mis sueños, como dice el pinche de Breton. Yo he pintado mi vida. He pintado una realidad y por esa razón, en esos pequeños cuadros, hay algo auténtico. Con changuitos o sin changuitos, hay algo auténtico. Mi sufrimiento ha sido auténtico y, por eso, aunque te duela el alma, tocará a la gente.
Diego.- ¿Y tú que crees que en el arte las buenas intenciones bastan?
Tu sufrimiento será auténtico y tus emociones honestas, pero tu pintura es mala porque no tiene técnica.
Frida.- Y tú, observa la diferencia entre los rostros de los niños o de las indias que has pintado y esos rostros sin vida de tus Lenin, tus Marx y tus Stalin que pintaste para que sirvan de propaganda. Estás celoso. Celoso por el éxito que tuve en París. Y para que te duela más, ¿quieres saber algo? No he pintado para ser famosa ni me he llenado la boca de teorías estúpidas como todos ustedes. He pintado porque necesitaba pintar para vivir. Eres una maldición, Diego Rivera. Tuve dos accidentes en mi vida: mi accidente cuando niña y tú. Pero ninguno de los dos va a acabar conmigo. La gente dice que ellos me llevaron a la pintura. Mi accidente sí, pero a tí no te debo nada. Y me siento feliz de que así sea, hijo de la gran chingada.
Diego.- Si no te hubieras casado conmigo no pintarías como pintas.
Frida.- Puede que tengas razón. Mis mejores cuadros no fueron inspirados por ti. Durante toda tu vida no has hecho sino pensar en ti mismo.
¡No quiero volver a verte!