Teatro

Castelao y la certeza de la muerte

"Los viejos no deben enamorarse"

30 enero, 2000 01:00

Os vellos non deben de namorarse (Los viejos no deben enamorarse), el próximo espectáculo del Centro Dramático Gallego que dirige el joven Manuel Areoso, es el resultado de la fascinación que le produjo a Castelao el Teatro del Arte de Nikita Balieff. A partir de este modelo, el artista reinventa personajes extraídos del teatro popular. El montaje, que se representa en Santiago de Compostela, rinde homenaje al intelectual gallego en el cincuenta aniversario de su muerte.

Fue un autor poliédrico, Castelao. Cuando murió en Buenos Aires en 1950, el Gobierno franquista prohibió mencionar su obra política. Pero el intelectual gallego era mucho más que un influyente y admirado ideólogo y un diputado republicano en el exilio. Para el pintor y diseñador gallego Luis Seoane -autor de algunos de los más celebrados carteles publicitarios del presente siglo en España-, la genialidad de Castelao como dibujante estaba fuera de toda duda. Valle-Inclán le pidió que hiciese los decorados para el estreno, en Madrid, de Divinas Palabras. Corría el año 1932. En el elenco de aquel espectáculo estaba Margarita Xirgu.

Para Manuel Areoso, director del próximo espectáculo del Centro Dramático Galego (CDG), Os vellos non deben de namorarse (Los viejos no deben enamorarse), el texto de esta obra conforma la mejor pieza dramática nunca escrita en Galicia. Os vellos non deben de namorarse es una farsa en tres lances; tres pequeñas historias de amor o de muerte. Tres lances cargados de ironía y sarcasmo con finales de insinuado dramatismo.

Una mirada nueva

El CDG se encontró este año con una de esas imposiciones que siempre tiene al calendario por responsable. El 7 de enero se cumplieron 50 años de la muerte de Alfonso Daniel Rodríguez Castelao. El máximo responsable de la compañía gallega, Manuel Guede, para quien "nunca está de más revisitar Os vellos...", decidió sumar al Centro Dramático a las conmemoraciones. Y eso aún cuando el espectáculo había sido uno de los dos puestos en escena en la temporada inaugural del centro -hace ahora 16 años-.

Era un texto ya escenificado por el CDG y tremendamente conocido en Galicia. Así que Guede apostó por un director joven, Manuel Areoso, y que apenas si se había prodigado hasta ahora en tales tareas: "Quise aprovechar esa mirada nueva". Areoso, que había sido ayudante de dirección de Antonio Simón en Lugar, uno de los espectáculos de la compañía la pasada temporada, pergeñó una puesta en escena sencilla y concebida como "obra coral". "El protagonista", dice Areoso, "debe ser el texto".

El texto nació tras la fascinación que le produjo a Castelao en París, en 1921, el Teatro del Arte de Nikita Balieff. El también autor de Sempre en Galiza "descubrió entonces las posibilidades que tendría para un teatro popular gallego la aplicación de ciertos usos de estilización poética del imaginario colectivo". Surgieron entonces personajes como el boticario don Saturio y sus cuatro hermanas solteras. O el Demonio. O la Muerte. Y unos diálogos cargados de referentes para el espectador.

Tras esa aparente sencillez, Castelao ocultó toda una rica serie de guiños y matices. Eso es la ironía, un lugar común en una parte de la literatura gallega y que también explotarían sabiamente autores como Cunqueiro o Otero Pedrayo.

Una sola anécdota basta para explicar de qué manera el recurso a la ironía aporta al texto una indefinición que le permite adoptar una gran diversidad de matices. John Ruthenford, titular de la Cátedra Gallega en Oxford, asegura que descubrió que había logrado entrar en el sistema cultural gallego una tarde en que la lluvia caía a chuzos. Miró al cielo y exclamó: "Parece que llueve".

El antropólogo Marcial Gondar, que sitúa esta manera de contemplar el mundo en el catálogo de los valores que conforman la personalidad de los gallegos, cree que todo viene de la percepción del mundo como algo complejo, donde decir que algo es blanco o es negro es dar el primer paso hacia la senda de la equivocación.

De entre los matices que el texto ofrecía, de las líneas argumentales que podría haber seguido, Manuel Areoso se quedó con una: la muerte. En su opinión, lo que se esconde detrás de la farsa, tras la idea de que los viejos no pueden enamorarse, es el inexorable drama de la muerte "y su tratamiento social".

Para construir su obra "coral" sobre el texto primigenio, el director adoptó maneras de compañía independiente. En su primer encuentro con los actores no existía reparto de papeles. Comenzaron las lecturas del texto y los cambios de impresiones. "Llegó un momento en que estaba bastante claro a quién le correspondía cada uno de los papeles".

En busca de la zona oscura


El director cree que esa es la única manera de desenmarañar un texto "que está lleno de claves". "Cada actor tenía que buscar en esa zona oscura". Y poco le importó a Areoso la edad de los intérpretes para encarnar papeles que correspondían, por ejemplo, a viejos. Ni el matiz de edad que, una vez sobre el escenario, habría que aportar, según el texto, a determinados personajes. Siempre lo que hay detrás de la palabra escrita: "No me interesan demasiado unos clichés interpretativos donde un actor tenga que concentrar sus esfuerzos en aparentar que es un viejo. Prefiero que se adentren hasta el fondo en esas relaciones de los personajes con la vida y la muerte".

Con esos mimbres, Areoso ha construido un espectáculo sobre el que recae la responsabilidad de mantener la recuperación del crédito del Centro Dramático Galego. Tras varias temporadas llevando a los escenarios espectáculos -entre ellos el polémico Valle-Inclán 98- de discutible resultado, la escenificación a finales del pasado año de Si o vello Sinbad volvese ás illas hizo posible el reencuentro con crítica y público (la pieza tuvo que ser repuesta en Santiago,algo que no estaba previsto). La responsabilidad es doble: Castelao está demasiado mitificado en la cultura gallega como para no acertar con él.