Teatro

Vuelve un extraño

6 febrero, 2000 01:00

La sala Nou Tantarantana de Barcelona estrena el próximo viernes El malentendido, una de las piezas dramáticas más destacadas de Albert Camus. Esta tragedia es uno de los mejores ejemplos del teatro del absurdo y de las preocupaciones existenciales del autor, para quien sólo la defensa de valores como la libertad, la verdad, la justicia y la moderación podían salvar al hombre del nihilismo que preside este mundo alienado.

Albert Camus escribió Le malentendu (El malentendido), la más relevante junto con Calígula de sus piezas teatrales, en 1938, cuando los nazis habían ocupado ya Francia. En ella narró la vuelta a casa de un hombre que, tras veinte años de ausencia, se reencuentra con su madre y su hermana, quienes le darán muerte antes de averiguar quién es, del mismo modo que asesinan a cualquier cliente adinerado que llega a su pensión. La acción se ambienta en los años 40, y se contagia irremediablemente del pesimismo que en aquel momento predominaba en toda Europa. Texto profundamente enraizado en las preocupaciones existenciales, filosóficas y poéticas que vertebran el resto de la obra del premio Nobel francés, El malentendido recrea de nuevo la búsqueda existencial del hombre que, al no hallar respuestas, acaba convertido en un extraño para sí mismo. Como Mersault, el protagonista de El extranjero, que mata a un hombre sin razón y sin motivo alguno, se deja también condenar a muerte.

El dramaturgo Lluís Anton Baulenas ha traducido por primera vez Le malentendu al catalán. Es esta versión la que, a partir del 11 de febrero, podrá verse en el pequeño escenario del teatro Nou Tantarantana, de Barcelona, de la mano del director Antonio Simón, y con un reparto formado por Albert Pérez, Rosa Cadafalch, Montse Alcoverro, Mercè Mariné y Oriol Tramvia.

La puesta en escena de Simón quiere hacer hincapié en el lenguaje de la tragedia. Es por ello que se ha optado por una desnuda escenografía de Paco Azorín -en la que una pared une y separa al mismo tiempo dos mundos opuestos- y por un trabajo actoral que subraya cuantos ecos de tragedia clásica presenta la obra.

"Hay mucho de Edipo y de Electra en este texto, que viene a ser el equivalente en teatro de El extranjero o La peste, comenta el director, quien añade, a modo de declaración de intenciones: "Quiero reivindicar la tragedia fundamental porque con ella empieza todo. Quiero saber cómo se afronta el lenguaje trágico hoy en día. Alrededor de eso hemos trabajado y hemos descubierto que hay que afrontarlo con sobriedad y sencillez, huyendo de los énfasis y de acentuadas interpretaciones, buscando el juego de los actores que permita un lenguaje gestual estilizado, tratando de comunicar por encima de todo".

Simón habla también de hallar la plenitud a través del horror, de búsqueda de la emoción por parte del público, de catarsis: "Hay que reinvindicar el dolor como emoción positiva porque la gente va al teatro en busca de emociones. No se trata de divertirse a base de evasión, también hay que profundizar, arañar, conmover al espectador". En ese sentido, pone el director un ejemplo cinematográfico reciente, el de Rompiendo las olas, de Lans Von Trier, cuya tesis no le parece tan alejada de la que él persigue con este trabajo. "Es un texto muy duro, muy fuerte, pero plenamente contemporáneo", añade Simón. Y es que la contemporaneidad de Camus está fuera de toda duda, como apunta Fernando Savater en el texto que la compañía ha escogido para el programa de mano, y que apoya las tesis de Antonio Simón: "Camus no tiene ni una arruga. Es más nuestro que nunca: más ecuánime, más valiente y lúcido que jamás. Casi profético. (…) Su énfasis no insulta ni intimida sino que nos reclama: nos convoca."