Teatro

"Chiquilladas", de Raymond Cousse

19 marzo, 2000 01:00

Después de once años, Santiago Sánchez retoma Chiquilladas, de Raymond Cousse, más conocido en nuestro país por ser el autor de El cerdo. Se trata de un texto irónico que, bajo la mirada de un niño, va desvelando los recuerdos de nuestro descubrimiento del mundo para ofrecer una corrosiva crítica de éste. El trabajo de Sánchez, que respeta el concepto escénico del desaparecido dramaturgo, se presenta el próximo martes en el Teatro Alfil de Madrid.

Un niño juega en la plaza de su pueblo, y jugando, jugando cuenta todo lo que ve a su alrededor: "Sus primeras impresiones, las cosas que le dan miedo, incluso a veces deja volar su imaginación y plantea problemas fundamentales de la existencia recordándonos esas preguntas sin respuesta que hemos dejado atrás".

Así es, como explica el actor Santiago Sánchez, Chiquilladas, el primer texto que escribió el dramaturgo francés Raymond Cousse. Una obra llena de ironía, ternura, humor y lirismo que, con una mirada naif y a través del teatro del absurdo, despierta recuerdos de nuestro propio descubrimiento del mundo.

La obra fue creada para el Festival de Avignon en 1984 y en 1988 obtuvo el Gran Premio de Humor Negro que se concede en Francia. En nuestro país fue representada por primera vez en 1986, en el teatro Poliorama de Barcelona, dirigida por Josep M. Flotats y con Pep Cruz como protagonista. Fue entonces cuando Santiago Sánchez la descubrió y decidió hablar con Cousse para que le dirigiera: "Me dijo que no, por mi bien, puesto que el carácter del texto aconsejaba no hacerlo". Pero lo que al principio iba a ser una entrevista formal, al gusto francés, se convirtió en una larga noche, que acabó con el cierre de todos los bares de Valencia y comiendo paella a las tres de la madrugada. "Entonces, empezamos a tutearnos, y sobre las siete vislumbramos la posibilidad de trabajar juntos", recuerda el actor.

Chiquilladas se estrenó en octubre de 1989 con gran éxito, el Premio a la Mejor Interpretación de la Alternativa Internacional del Festival de Otoño de Madrid y el atractivo de ser la primera obra que Raymond Cousse dirigía en el extranjero.

Una carrera teatral

El espectáculo, que hoy se retoma como homenaje al autor, se compone de diez escenas, con un ritmo que cambia continuamente y que obliga al actor a mantener una preparación de atleta. "Siempre recordaré el primer ensayo general. A la cuarta escena caí rendido. Pensé que jamás podría tener el fondo necesario para mantener aquel ritmo endiablado. Raymond vino hacia mí y me dijo: ‘Tranquilo, es como una carrera. Pronto descubrirás cómo controlar tus tiempos’. Por eso es imprescindible guardar un equilibrio, pues si arrancas rápido, desfondas ", explica Santiago Sánchez.

Y es que el texto, cuyo lenguaje infantil es sólo una coartada para ofrecer una crítica corrosiva del mundo, requiere una gran versatilidad de recursos sobre el escenario. Reescribirlo cada noche con el cuerpo, como si fuese una partitura, exige la disciplina y la fantasía de un músico.

"Como mantiene Peter Brook, en el detalle está la calidad. Raymond era muy meticuloso, casi rayaba lo maniático, y lo curioso es que no entendía el castellano, pero sabía cuándo me equivocaba por las cadencias, por la pérdida de musicalidad del texto", afirma el actor.

Un lugar animado

Escritor maldito, Raymond Cousse es autor de varias obras de teatro (El cerdo, que interpretó en nuestro país Juan Echanove, El guiso del chef, Le baton de la marechale), en las que curiosamente aparece siempre la imagen de una carnicería: "Es el único lugar animado del barrio si exceptuamos la escuela", decía. "Una idea que simboliza cómo nos alimentamos de muerte, cómo el carnicero que acaricia a un animal lo mata al día siguiente ", explica Sánchez.

Su poética mantiene influencias de la Nouveau Roman, Ionesco y Beckett, con el que mantuvo una amistad hasta su muerte (Pierre Chabert, director de las obras de Beckett, llevó también a escena El cerdo). Al final de su vida, mostró su malestar por el ambiente cultural de los 90 y contra la gran maquinaria del espectáculo que entendía el teatro como propaganda o lujo.

"él decidió irse cuando se sintió artísticamente muerto y siempre apostó por la idea de que el teatro fuese un revulsivo, un elemento de agitación social de las conciencias", afirma el actor.

Para Santiago Sánchez, cuya trayectoria profesional está jalonada por títulos como La noche de Madame Lucienne, de Copi, Sirenas, trompetas y pedorretas, de Dario Fo, Visanteta de Favara, con Els Joglars, Imprebís o más recientemente Galileo, de Bertolt Brecht, Chiquilladas es un "golpe en la conciencia, en este caso personal, un texto que emociona, hace llorar y reír", un acto de generosidad teatral que invita a decir: "Yo también quiero jugar".