Teatro

"He querido hacer un comic"

"Entremeses de Cervantes", por Joan Font

19 marzo, 2000 01:00

El espíritu y la estética del grupo catalán Comediants sumadas a la dramaturgia más festiva del autor de El Quijote. El resultado: estas Maravillas de Cervantes que el director Joan Font ha dado forma de fábula con actores, acróbatas y músicos, muy al estilo de la comedia del arte. ésta es la cuenta nueva que inicia la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC). También es su primera producción con Andrés Amorós al frente, quien también firma la versión de estos entremeses que se estrenan, el próximo viernes, en el escenario del teatro de La Comedia de Madrid.

Ocho comedias y ocho entremeses a cambio de 260 maravedíes. Cervantes, brazo inútil y mano diestra en la escritura, disfrutó en vida del dinero, aunque no del placer de ver representadas estas obras "que yo querría que fuesen las mejores del mundo o, a lo menos, razonables", como él mismo escribió. El inesperable éxito de la primera parte de su Quijote y la omnipresencia de Lope de Vega en el teatro español a partir del siglo XVI mantuvieron bajado el telón para estos entremeses que siglos más tarde sedujeron a dramaturgos como Lorca -fue lo primero que representó con La Barraca- o el alemán Bertolt Brecht.

Tampoco Joan Font ni Andrés Amorós han podido resistirse a la festividad, eficacia cómica y delirante actualidad de estas piezas, que se intercalaban en la alta comedia a modo de distensión, pero que Lope de Rueda primero, y Cervantes después, elevaron a categoría dramática con valor propio. "Cervantes no estaba en mi mente porque yo soy más hombre de creación propia que de texto y nunca había hecho teatro clásico. Sin embargo, me alegró que Amorós pensara en mí para dirigirlos porque están muy en la línea de Comediants", señala Joan Font.
El retablo de las maravillas, La cueva de Salamanca, La elección de los alcaldes de Daganzo, El viejo celoso y Los habladores son los cinco entremeses que Amorós ha servido a Font para abrir el apetito clásico del director catalán, decidido a convertir el escenario del Teatro de la Comedia en una fiesta, en una celebración vital y teatral. "En estos entremeses está precisamente el concepto lúdico de fiesta y me parece que ligaba mucho con mi propuesta escénica. Es ese momento mágico donde se rompe con el espacio y el tiempo y todo se llena de magia y aventura. Quiero elevar un concepto estético y también un mensaje para que la gente que venga ‘alucine’ con lo que ve, que entre en otra dimensión".

El invisible Dionisios

Así, un invisible Dionisos es convocado para que susurre al espectador el lado mágico y festivo de una realidad que Cervantes supo atrapar entre renglón y renglón. Para él, la comedia era "espejo de la vida, ejemplo de costumbres e imagen de la verdad", como dijo el hidalgo de lanza en astillero, rocín flaco y galgo corredor.
Font ha tomado esa realidad para convertirla en una gran fábula. Acrobacias, música en directo -de Josep Gol-, canciones, guiñol. Un compendio de las artes escénicas, una suerte de metateatro contenido en entremeses como El retablo de las maravillas y que este director ha querido presentar envuelto en su personal concepto estético.

Para ello, se realizó un casting en el que seleccionaron a 14 actores, tres acróbatas y dos músicos. Todo al servicio de esta gran fiesta con la que el director catalán quiere resucitar "una nueva Comedia del Arte". No en vano, Cervantes bebió del Renacimiento en sus viajes a Italia y Tirso de Molina le llamó "el Boccaccio español". "Estos entremeses tienen un desparpajo, una sensualidad al más puro estilo de la Comedia del Arte. El viejo celoso es absolutamente Comedia del Arte. Eso está presente en mi versión a través del vestuario, del maquillaje, y de las máscaras que llevan los personajes. He querido hacer una especie de cómic, reinventar esa Comedia que no existe en España y que está en Cervantes".

Pero la mirada de Font esconde una curvatura similar a la de los deformantes espejos del Callejón del Gato, pues ha visto "un espectáculo cercano al esperpento". Es una visión que casi 400 años atrás mantuvo Cervantes sobre la sociedad que le rodeaba. Y que da origen, supone Font, a los esperpentos que Valle-Inclán no pudo negar. "Eso explica que los personajes de este montaje sean arquetipos, como se ve en el gobernador o en el escribano, y así los he caracterizado. Intento deformar la realidad para explicarla". Ese es el motivo por el que Groucho Marx se pintó un bigote en vez de impostar un mostacho sintético, excusa perfecta para colocarse una máscara y jugar a las representaciones. Por eso, Font ha tenido presente a Groucho y a Charlot en este espectáculo donde se rinde un homenaje al teatro y a la música.

De lo que no se han ocupado ni Font ni Amorós ha sido de darle actualidad a los textos, ya que Cervantes atrapó la esencia humana entre palabra y palabra. Su humor no daría para crear efímeras frases de moda repetidas hasta la saciedad. Más bien daría qué pensar durante un buen rato sobre la hipocresía, la mentira, los celos, la estupidez humana, la vejez, la juventud, los nacionalismos mal entendidos o la burla sobre lo políticamente correcto -que en el Siglo de Oro se nombraría con otro ridículo eufemismo-.

"Entiendo que no los representaran en vida de Cervantes porque son de una desfachatez genial y en ese siglo hubieran sido un escándalo". Para Amorós, la adaptación de los entremeses no ha sido tarea difícil: "Los he retocado muy poco porque el lenguaje es modernísimo".

Pero en el deseo de Font y Amorós también está el hacer llegar el teatro a un público cada vez más amplio y joven. Ese es uno de los motivos que llevó a Amorós a la elección de Font para estas Maravillas. Y por eso, el director catalán ha mantenido una doble lectura: "Para el público en general y para jóvenes -explica-. Quiero que al adolescente se le abran las puertas, que pregunte, que se fascine y quiera volver otro día. El teatro es intelectualidad y sensualidad".

El director apuesta por el homo ludens que sucede al homo sapiens y recupera una forma de actuación que, a pesar de remontarse a los "sátiros" de la Antigöedad griega, es "muy nueva para el público actual". Esta es la apuesta escénica de Font sobre unos textos que anteriormente fueron dirigidos por José Luis Gómez y Francisco Nieva. Aunque es la primera vez que la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) produce estos entremeses, Cervantes estuvo presente en temporadas pasadas. Y es que en este último siglo se ha visto en su teatro lo que en vida del autor se pasó por alto. él mismo aseguró que había escrito hasta 20 ó 30 comedias "que se recitaron sin recibir ofrenda de pepinos ni otra cosa arrojadiza", aunque sólo queda constancia de las Ocho comedias y ocho entremeses nunca representados pero publicados en 1615 aprovechando el éxito del Quijote. En esa edición están los entremeses que forman estas Maravillas, junto a comedias como La Numancia o Los tratados de Argel.

Vocación dramática frustrada

El éxito de sus novelas tal vez cerraron el camino de sus comedias.En Cervantes siempre hubo una vocación dramática "y pensando que aún duraban los siglos donde corrían mis alabanzas, volví a componer algunas comedias, pero no hallé pájaros en los nidos de antaño". Lo que sí encontró fue la sombra de Lope de Vega, que dominaba la escena española, y del que aceptó Cervantes parte de sus hallazgos, pero rechazó el convencionalismo de su fórmula. Aún a la sombra del Quijote y de Lope, rompió con la norma imperante, redujo de cinco a tres los actos de sus obras y supo elevar el género del entremés hasta colocarlo a la altura de la comedia y la novela. De buscar un elemento que diera coherencia a su obra, la libertad sería el epicentro. También lo fue de su vida. No podía ser de otra forma para alguien que fue esclavo en Argel y que sufrió el cautiverio dos veces en su vida.