Estreno en Madrid de "Bailando en Lughnasa", de Brian Friel
La memoria pagana
17 mayo, 2000 02:00La compañía Guindalera Escena Abierta estrena hoy en la Sala Pradillo Bailando en Lughnasa, de Brian Friel, uno de los autores más prestigiosos del teatro contemporáneo y prácticamente desconocido en España. Dirigida por Juan Pastor, la obra evoca el paisaje interior de cada uno de los personajes para mostrar las necesidades contradictorias que anidan en el ser humano: el anhelo por mantener los lazos vitales ante el desarraigo, la emoción de la nostalgia y el deseo de librarse de ellos en pos de la realización personal.
Entre magia y realismo, libertad y represión, Juan Pastor y la compañía Guindalera Escena Abierta presentan desde hoy y hasta el próximo día 28 en la sala madrileña Pradillo Bailando en Lughnasa, del dramaturgo irlandés Brian Friel.La obra se desarrolla al ritmo que marcan los recuerdos, poco a poco, pero llenando de humor y de embrujo celta la escena para narrar la vida de cinco hermanas en la Irlanda rural de principios de siglo.
Para Marcel Proust fue el sabor de una magdalena. Para otros, basta con un instante de penetrante olor, una visión, una melodía.... y la memoria se pone en marcha para robar al olvido los momentos vividos. Recuerdos, en este caso de juventud, que el autor teatral Brian Friel atrapó en las páginas de su celebrada obra Bailando en Lughnasa para asegurarse de que el pasado no se esfumase y de que los veranos en County Donegal, la recogida de la cosecha y los bailes alrededor de una hoguera no fueran meros sueños.
A partir de estas memorias de juventud, mezcla de recuerdos y ficción, -estrenadas en 1990 en el Abbey Theatre de Dublín y de las que Mery Streep protagonizó una versión cinematográfica hace dos años, Bailando entre sueños- la compañía madrileña Guindalera Escena Abierta ha creado un montaje "amable y tierno" que va surgiendo conforme afloran a la memoria de su narrador y protagonista los recuerdos de su infancia... "La memoria es fundamental -asegura Juan Pastor, director del montaje- y puede que esté de moda su reivindicación. Tras la Segunda Guerra Mundial la pregunta que se planteó es si se debía olvidar o no lo acontecido. Pero los recuerdos son importantes, sobre todo en la actualidad, en el mundo de la globalización, donde se pierden los vínculos y las raíces. Esto, que nos afecta a todos, está en la obra".
El carácter universal de los temas que Friel trata en sus textos fue uno de los motivos por los que la compañía se decidió a montar Bailando en Lughnasa, que en nuestro país representó hace varios años el Teatre Lliure -lo que no evitó que Friel siguiera siendo un desconocido en España a pesar de su fama internacional-. "Nosotros ya habíamos montado otra obra suya, Amantes, y siempre nos interesó. Sabe reflexionar sobre las contradicciones del ser humano a través de la vida cotidiana. Su forma de escribir tiene algo misterioso, pero sobre todo es capaz de ver lo extraordinario en la vida ordinaria".
Irlanda, verano del 36. El joven Michael, de siete años, vive junto a sus cinco hermanas a las afueras de County Donegal. Encerradas en su vida cotidiana y marcadas por el qué dirán en su conservadora comunidad, la rutina se rompe con la llegada de su hermano mayor, un misionero que, después de pasar 25 años de servicio en áfrica, regresa a su pueblo natal para contagiarlos de su espíritu pagano, que revolucionará a todo Donegal.
Con este argumento, que recuerda a una Casa de Bernarda Alba dulcificada y con aires celtas -a pesar de su ambientación rural y de los prejuicios cerriles que mantienen a las cinco hermanas confinadas en casa- Pastor ha subrayado en escena el conflicto que sobre el papel planteó Friel: la pérdida de los valores tradicionales y el final de la unidad familiar. "A través de estas cinco mujeres solteras atrapadas en sus problemas diarios se plantea el dilema entre el peso de los ancestros, sobre todo en una comunidad como la católica irlandesa, y la necesidad de libertad".
Sin embargo, ese conflicto entre pasado y presente no se tiñe de drama, sino de la vitalidad con la que se entonan cantos y se ejecutan bailes junto a la hoguera como ofrendas al dios Lugh. Porque si hay algo que marca la obra de Friel, junto con la constante presencia de las contradicciones del hombre, es el halo de magia derramada por los mitos, en los que el autor vio los antecedentes del comportamiento humano. Así, en este texto, el dios Lugh es protagonista invisible pero omnipresente, al cual rinden tributo los campesinos en las noches de verano, tras la recogida de la cosecha. Lugh es el dios que con el arpa toca los tres aires de la música irlandesa -el aire que hace llorar, el que duerme y el aire que da alegría-, y que pone a danzar a estas cinco mujeres, para las que el ritual pagano es su única escapatoria. "Este baile es muy importante en la obra y su aire festivo también determina el tono de la misma", explica Rafael Navarro, el actor que da vida al niño que ya adulto recuerda su infancia.
El carácter pagano y el hecho de ser un montaje surgido de los recuerdos, han marcado la dirección de Pastor y la puesta en escena de esta "reflexión tierna y cálida sobre el hombre", donde el realismo convive con la magia y el humor. "La obra funciona de forma parecida a cómo nuestra memoria selecciona los recuerdos. Siempre elige el lado amable y grato de lo sucedido -dice Navarro-, nunca llega a ser del todo fiel a la realidad. De hecho, lo que hace es deformarla".
Dos niveles de narración -el pasado y el presente-, calidez poética y, en escena, cinco mujeres que se debaten entre la tradición y el ansia de libertad individual para una obra de la que sus actores prefieren los momentos callados, las frases no dichas, lo que sucede cuando no hay palabras. "La obra pasa muy rápido y al espectador se le queda una sonrisa" dice Chelo García, la actriz que interpreta a la más joven de las hermanas. "Este es un tipo de teatro antiguo, porque se basa principalmente en el trabajo actoral, y a la vez moderno, por su lenguaje escénico diferente que hace que el público participe".
Recuerdos de antaño para una obra casi nueva en España, aunque la realidad que plantea es conocida: gente emigrante con necesidad de abrirse camino, familias numerosas cargadas de una problemática concreta, la complicada vida en el pueblo, los prejuicios... Una suerte de teatro poético para una compañía que desde hace 11 años afronta el hecho teatral desde la investigación y la difusión escénica.
Un viejo desconocido
éste es uno de esos casos de reconocimiento mundial que no llegan a atravesar nuestras fronteras, lo cual no ha impedido que en el extranjero se le siga valorando como uno de los autores contemporáneos que mejor ha sabido reflejar las contradicciones humanas. Nacido en Omagh (Irlanda) en 1929 y convencido católico -como la mayoría de sus compatriotas- Brian Friel cambió las ropas clericales por la informal vestimenta de los maestros, profesión que desempeñó hasta 1960. Comenzó escribiendo relatos para el "New Yorker" y pequeños guiones radiofónicos para la BBC, hasta convertirse en uno de los fundadores del Field Day Theatre, junto a Seamus Heaney y Seamus Deane. Su primera obra de teatro lleva por título The Every Within -1962-, aunque el éxito le llegó en 1965 con Philadelphia, Here I come, en 1965, y que obtuvo un gran éxito en Broadway. El toque irlandés, ése en el que se mezclan lo real y lo fantástico, de escenarios rurales y cierta sátira constante, está presente en sus obras, desde aquellas en las que se aborda el tema de la violencia del norte irlandés -Freedom of the City- a las que se construyen en mundos marcados por el aislamiento -Living Quarters y Faith Heales-.