Image: Entrevista con Sergi Belbel

Image: "Entrevista con Sergi Belbel

Teatro

"Entrevista con Sergi Belbel

"Busco liberar sentimientos"

21 junio, 2000 02:00

Desde que hace más de diez años empezó a hablarse de un "fenómeno" asociado a su nombre, ha sido el dramaturgo catalán más conocido de su generación. Premio Bradomín 1985 y autor de éxitos como Elsa Schneider, Dins la seva memòria, Hombres o Después de la lluvia combina la escritura y la búsqueda de nuevos caminos dramatúrgicos con la dirección. No en vano el próximo día 27 estrena en el Grec su primer musical, El temps de Planck, en el que, según expresa, se "suelta en sentimientos".

Sergi Belbel lleva más de un año trabajando en su último texto teatral, El temps de Planck (El tiempo de Planck), un musical con un trasunto poco frecuente: las teorías de Max Planck, a quien la ciencia considera el padre de la física cuántica. Se trata del primer musical escrito por el joven dramaturgo que se estrenará el día 27 en el Romea, dentro del Festival Grec.

-Lo primero que sorprende es ese tema tan poco común, y la presencia de Planck en el título.
-Max Planck, sí. No sé si se debe a mi obsesión por encontrar algo nuevo en teatro. Ya está bien de tratar, por ejemplo, la incomunicación. Cuando dirigí en la Sala Beckett Carta a los geólogos, me apasionó ver cómo el autor hacía materia teatral de un tema científico desconocido para el gran público. Yo no tengo ninguna formación científica, pero siempre me ha apasionado la ciencia, y he leído cosillas. Creo que la obra surgió de esa afición, y pensé: ¿Por qué no intento hacer otra cosa? El título puede asustar, pero la obra no sólo habla de esto. Hay personajes, acción e intento que el punto de vista desde el que se enfoca el tema (la muerte) sea a través de los ojos de alguien que lo conecta con la física cuántica.

-La famosa constante de Planck…
-Exacto, formada por temperatura, longitud y tiempo. Yo me he fijado en el tiempo, una fracción infinitesimal, el tiempo mínimo en que puede producirse un fenómeno físico y a través del cual los científicos deducen qué pasó en esa fracción de segundo, tras el Big Bang.

-Es difícil tratar el paso del tiempo en teatro, aunque usted insiste en hacerlo.
-Es muy difícil. En este caso hay un tiempo lineal, pero también un juego temporal. La obra está vista también desde la imaginación de uno de los personajes, y desde ese punto de vista se rompen las leyes.

-¿Y cómo es posible hablar en teatro de punto de vista?
-Hay un punto de vista narrativo objetivo, pero en algunas escenas se rompe esa linealidad a través del punto de vista de un personaje. Al final hay una clara rotura de todas las normas teatrales.

-¿Y cómo? ¿Puede avanzar algo?
-No (risas). Todo se rompe: los personajes cambian de identidad, el tiempo avanza y retrocede…

-¿Final sorpresa?
-No. No lo sé definir. Digamos final especial. Es un final prescindible, de todos modos.

-Y entonces, ¿por qué está ahí?
-Es una especie de homenaje a Planck: la distorsión del tiempo, los fenómenos físicos irreversibles… Hay alguien en la obra que no quiere que sea así, quiere que el tiempo fluya en otra dirección.

-La física cuántica también defiende que es posible viajar en el tiempo, ¿por ahí van los tiros?
-Totalmente. Y no digo nada más.

-¿Considera, pues, que las mejores fuentes donde puede beber un autor son las menos literarias?
-Sí, si no lo haces así cometes endogamia. Si te ciñes mucho a un tema acabas haciéndote una buena empanada mental. La clave es buscar cosas que no tengan nada que ver, y encontrar las conexiones entre ellas. Va bien para desintoxicar.

-También es la primera vez que escribe usted un musical.
-Sí, hice la tentativa de hacer un musical irónico en Sóc lletja (Soy fea), aunque era más bien una obra de teatro con canciones. Fue suficiente para ver que me interesaba el género. Es un terreno en el que hay mucho por hacer.

-¿No teme las etiquetas en un momento en que parece que el musical sufre cierto desprestigio?
-No les temo porque El temps de Planck es un musical poco común. No hay números musicales, ni coreografía, el texto es lo más importante, aunque cantan, tocan en directo y hay música.

-En este caso, ¿la música es una excusa para contar?
-No. Yo hice un texto susceptible de ser cantado en cualquier momento, y no marqué lo que era una canción y lo que no. Se lo enseñé al músico (óscar Roig) y aclaramos qué eran las canciones: todo aquello que expresaba un sentimiento. Todo fue muy laborioso, lento, pero ha sido muy interesante porque, como autor, era un género nuevo, donde siempre cabe la innovación. Y también porque es un poco más sentimental que una obra de teatro. Si no hubiera habido música, no me hubiera atrevido a hacer algo tan "sentimental". Pero pensé: "Venga, me suelto". En mis obras siempre freno mucho los sentimientos. Aquí nada: todos lloran y se quieren.

-Hábleme de su equipo.
-Son unos actores fantásticos: Pep Cruz, Mont Plans, Roser Batalla, Rosa Galindo, Ester Bartomeu, Pili Capellades y Fran Capdet. La parte actoral se ve mucho, al revés de lo que pasa en otros musicales.

-También prepara usted una coproducción TNC-CNTC: El Alcalde de Zalamea. ¿Se enfrenta a Calderón distinto a como se enfrentó a Goldoni, o a Guimerà?
-No. Pienso abordar a Calderón igual que abordé a Shakespeare, Goldoni o cualquier otro.

-¿Y eso qué significa?
-Significa que me lo tomaré como un texto universal que me gusta mucho, que trataré de explorar y al que intentaré darle una lectura contemporánea sin necesidad de maquillarlo con cosas raras, de manera que llegue a cuanta más gente, mejor.

-Es usted director asociado de la CNTC. ¿Cree que convendría redefinir la compañía de modo que se creara una compañía estable?
-No lo tengo nada claro. A veces opino acerca de estas cuestiones, y me siento tonto por opinar. No sé de qué va dirigir un teatro, y no sé qué sería mejor. Una cierta fidelidad es buena, pero una regularización de una compañía provoca algo horrible, y creativamente no funciona: una suerte de funcionariado teatral. La crisis de las compañías estables ha venido dada por este fenómeno. Una cierta flexibilidad es mejor.

-Alonso de Santos acaba de ser nombrado director de la Compañía. ¿No le ofrecieron dirigirla a usted?
-No. Y si lo hicieran alguna vez les diría que no. He tenido ofertas similares, y siempre me he negado. Yo quiero hacer teatro. Y punto.