Image: MENTES PERVERSAS

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Teatro

MENTES PERVERSAS

"PALABRAS ENCADENADAS"“

20 septiembre, 2000 02:00

Imaginé a ese tipo de personas que hacen de la convivencia con su pareja un infierno, que menosprecian los derechos y las penas de los demás y escribí Palabras encadenadas"

Mentes perversas



Imaginé a ese tipo de personas que hacen de la convivencia con su pareja un infierno, que menosprecian los derechos y las penas de los demás y escribí Palabras encadenadas



Una noche, hará ya algunos años, volvía a casa de madrugada, paseando. Era una noche cálida, silenciosa, de esas que en Barcelona sólo existen algunos días de agosto. En un parterre vi un gato gris, que parecía muy interesado en algo. Cuando estuve suficientemente cerca vi que ese algo era un pequeño ratón de color pardo. Estaban inmóviles el uno frente al otro, en tensión, mirándose. Yo no pude evitar quedarme también mirando. Estuvieron así unos segundos, supongo que valorando cada uno las posibilidades del contrario. De repente, el ratón empezó a correr hacia su derecha. El gato con un simple salto, cayó encima de él, inmovilizándole. Estuvo así un par de segundos y lo soltó, sin que el ratón pareciera haber sufrido daño alguno. El gato se había vuelto a plantar delante de su presa, y la observaba de nuevo. Unos segundos más y el ratón repitió su intento, con idéntico resultado. Y aún otra vez. Me di cuenta que estaba asistiendo a la representación viva de una frase hecha: jugar al gato y al ratón. Porque, efectivamente, el gato estaba jugando. Su superioridad era manifiesta, podía acabar con el ratón en cuanto quisiera, sin embargo, continuaba dándole esperanzas, ofreciéndole posibilidades de fuga. El juego se repitió un par de veces más, hasta que el gato en uno de sus saltos mordió al ratón en una de sus patas traseras, mientras lo mantenía inmovilizado. Estuvo un largo rato con los dientes clavados en la pata del ratón, hasta que lo volvió a soltar. El ratón intentó de nuevo huir, pero con una pata herida, probablemente rota, no podía llegar muy lejos. Se arrastraba. El gato lo siguió unos metros, hasta que, de un nuevo salto se situó otra vez delante del ratón. Se miraron. Le dio algunos golpes con la zarpa, como invitándole a correr de nuevo. El ratón lo intentó de forma patética, mientras el gato lo observaba alejarse. Se acercó de nuevo a él y lo inmovilizó. Esta vez, sin embargo, le clavó sus dientes en el cuello. El ratón pataleó durante unos instantes, hasta que quedó inmóvil. El gato lo soltó, le dio un par de golpes para cerciorarse de que estaba muerto y luego se fue. Se fue sin más. No quería comérselo. Estuvo jugando con él, y cuando el juego se hizo aburrido, lo mató y se largó.


No sé mucho sobre el comportamiento animal, pero me sorprendió que un gato pudiera tener un tipo de actitud que yo consideraba específicamente humana: la perversidad. Porque su juego era perverso, no tenía necesidad alguna de matar a aquel ratón ni de hacerlo sufrir de aquella manera.



Continué caminando hacia casa sin dejar de pensar en lo que acababa de ver. ¿Por qué esa crueldad? ¿Qué clase de instinto lo hizo actuar de aquella forma? Quizá estaba practicando, preparándose para otras presas, como hacen los cachorros cuando se pelean entre ellos. Sí, seguro que era eso. O no. Porque hay un detalle que había olvidado mencionar. El gato llevaba un collar de cuero. O sea que era un gato doméstico. Un gato que debía haber escapado de su casa, o que había sido abandonado o que, simplemente, había hecho una salida nocturna y ahora volvería con sus amos. Entonces imaginé que esa actitud tan perversa sólo podía haber sido aprendida de su contacto con los humanos. Los humanos sí somos crueles. Intenté imaginar con quién debía convivir ese gato para haber interiorizado un comportamiento tan desalmado.


Imaginé a ese tipo de personas que hacen de la convivencia con su pareja un infierno, que disfrutan humillando, que carecen de empatía, que menosprecian los derechos y las penas de los demás. Imaginé a un hombre y a una mujer observados por aquel gato y, con ese hombre y esa mujer escribí Palabras encadenadas.