Image: La danza de los malditos

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Teatro

La danza de los malditos

Béjart presenta en La Zarzuela " Le Presbytère..."

7 marzo, 2001 01:00

Tras cinco años de ausencia de nuestros escenarios, el coreógrafo francés Maurice Béjart, uno de los grandes mitos de la danza contemporánea, rinde tributo a Freddie Mercury y al bailarín Jorge Donn con un montaje sobre los males del sida. Desde hoy, y hasta el 10 de marzo, el Béjart Ballet Lausanne regresa a España al ritmo de Queen y de Mozart.

Pocos coreógrafos en la historia de la danza del siglo XX han despertado tantas pasiones como Maurice Béjart. Alabado por muchos por su visión revolucionaria del ballet, es repudiado por otros que no comparten su gusto por lo espectacular. Con este montaje de Le Presbytere n"a rien perdu de son charme, ni le jardin de son éclat, que presenta en el Teatro de la Zarzuela, vuelve a dar un ejemplo más de su audacia a la hora de combinar elementos muy diversos para expresar lo que le apasiona. El espectáculo utiliza música de Queen y Mozart para rendir un homenaje a las personas que mueren jóvenes, entre ellos Freddie Mercury y el bailarín argentino Jorge Donn, ambos víctimas del sida a los 45 años.

A sus 74 años recién cumplidos, el coreógrafo sigue con su vertiginoso ritmo de creación. De nuevo, el corazón ha jugado un gran papel en la creación de Le Presbytere…!, que dura una hora y cuarenta minutos, sin descanso. "Freddie Mercury y Donn murieron a la misma edad. Eran dos personalidades muy direrentes, pero con un mismo deseo de vivir y de mostrarse", explica Béjart.

La bellísima vista sobre el Lago Leman que el coreógrafo divisaba desde su chalet en Montreux resultó ser la misma imagen que salía en la portada del disco póstumo de Freddie Mercury con Queen, titulado Made in Heaven (Hecho en el cielo). "Soy muy sensible a ese tipo de coincidencias", apunta Béjart.

Mercury y el sida

A continuación el coreógrafo se empapó de la música y la vida de Mercury, sus orígenes iraníes y su familia, de religión parsi. Cargado de estímulos y energías, Béjart creó lo que define como "un ballet alegre, nada siniestro ni pesimista. Este ballet se encuentra totalmente vinculado a sentimientos que me recorren en este momento. Si no digo que es un ballet sobre la muerte, el público no se dará cuenta de ello. Inspirado por Freddie Mercury y por Jorge Donn, éste no es un ballet sobre el sida sino sobre las personas que mueren jóvenes. No quiero decir que han muerto demasiado pronto porque no estoy seguro de que las cosas sucedan demasiado pronto o demasiado tarde, sino que suceden cuando deben suceder".

Hace poco más de treinta años, en su versión de Romeo y Julieta, "un Frere Laurent poco convencional gritaba ante Jorge Donn e Hitomi Asakawa, ¡Haced el amor, no la guerra!", cuenta Béjart. "Hoy, Gil Román responde: ‘Nos ha dicho: ¡Haced el amor, no la guerra! Hemos hecho el amor, pero ¿por qué el amor nos hace la guerra?’ Esta es la crisis de angustia de una juventud que vive el problema de la muerte a través del amor", explica el director.

Entre los temas de Queen, Béjart ha intercalado piezas instrumentales de Mozart, muerto a los treinta y cinco años. "La música de Queen es un torbellino. Invención, humor y amor, todo está ahí. Me gusta, me inspira, me guía y en esa tierra de nadie a la que todos iremos algún día estoy seguro de que Freddie Mercury estará sentado al piano con Mozart".

En cuanto al enigmático título, Béjart asegura que no esconde ningún secreto. "Deseaba escoger un título que no evocara nada y me quedé con la contraseña de Rouletabille en El Misterio de la habitación amarilla, que estaba releyendo en aquel momento. Me han dicho que es una frase que había sido anotada por los surrealistas. No quiere decir nada, pero es bellísima y tiene una gran fuerza poética".

Su estreno en París en 1997 contó con la presencia de los músicos de Queen y de Elton John, quien interpretó The Show Must Go On. El público enloqueció. Personas de su entorno comentan que Le Presbytere…! es una de sus mejores creaciones dentro de una apretada trayectoria con ciertos altibajos. El montaje ha sido descrito como "magnífica ilustración del humanismo de Béjart, una fiesta de la juventud y la vida, que trata indirectamente la enfermedad y la muerte". Le Presbytere...! cuenta con el habitual simbolismo escenográfico que caracteriza a las obras del coreógrafo y un vestuario eficaz de Gianni Versace, colaborador en varias ocasiones con Béjart, que pocos meses después moría asesinado. "Mis ballets son encuentros: con la música, con la vida, con la muerte, con el amor, con seres cuyo pasado y obra se reencarnan en mí, al igual que el bailarín que he dejado de ser se reencarna en intérpretes que lo superan".

Es innegable que la mirada amplia de Béjart, que atiende tanto a la filosofía oriental como a grandes acontecimientos históricos, ha cambiado los conceptos de temática y estética del ballet contemporáneo.

Provocador y prolífico

En un momento en que la danza académica estaba dominada por una estética rusa y más tarde anglosajona, Béjart aportó un toque mediterráneo lleno de color y pasión que sorprendió a muchos e irritó a otros tantos. Provocador, polémico, prolífico y rompedor, gracias al creador marsellés el ballet europeo contemporáneo ha adquirido una personalidad apasionada y extravagante, con un gusto por lo exótico y una gran habilidad para combinar elementos aparentemente irreconciliables. Este gusto por la diversidad ha sido a veces un arma de doble filo. Algunos críticos le acusan de una falta de claridad en sus ideas y una sobredosis de elementos escénicos y gestos grandiosos. Como apunta el crítico estadounidense Jack Anderson en su Historia concisa del ballet y la danza moderna, "la coreografía de Béjart, el más polémico de los coreógrafos franceses, tiene una gran energía y carga erótica. Sus detractores afirman que sus obras carecen de sutileza pero nadie puede negar su impacto." Nadie duda ya de que Béjart ha creado un estilo propio, caracterizado por el alto nivel técnico de sus bailarines, el atrevimiento de sus propuestas, su gusto por los grandes simbolismos teatrales y la convivencia de elementos estéticos dispares. Fue uno de los primeros en presentar sus espectáculos en grandes recintos para un público masivo, y en atreverse con grandes espacios no habituales para el ballet.

De Wagner a Sissi

El coreógrafo no tiene miedo de ningún tema. Desde El Anillo del Nibelungo de Wagner hasta el simbolismo de Carl Jung, pasando por la filosofía oriental -tiene entre el público japonés fervientes admiradores-, la emperatriz Sissi, Stravinsky… Béjart lo aborda todo con unos grandes medios coloristas y un excelente nivel de interpretación. En 1959 dió forma a su propia visión de La consagración de la primavera, una de las obras destacadas del Ballet del Siglo XX, fundado en Bruselas el año siguiente. En 1970 estableció la célebre escuela MUDRA, Centro Europeo para el Perfeccionamiento y la Investigación de Intérpretes del Espectáculo, por donde han pasado alumnos como Nacho Duato.

Desde entonces, Béjart ha creado más de un centenar de coreografías, con una yuxtaposición de elementos diversos que entusiasma al gran público y exaspera a los más puristas. En 1987 la compañía se afincó en Lausanne, y cambió su nombre a Béjart Ballet Lausanne. Aunque MUDRA no sobrevivió el traslado de la compañía a Suiza, más tarde se creó la escuela-taller Rudra, que continúa el proyecto de formación del genial coreógrafo.

Creador para priviligiados

Cuando Suzanne Farrell, amada musa de George Balanchine y estrella del New York City Ballet, tuvo enfrentamientos con el gran coreógrafo ruso a raíz de su matrimonio con Paul Mejía, no dudó en incorporarse en el Ballet del Siglo XX. Desde 1970 a 1975 Béjart creó para Farrell papeles destacados en ballets como Nijinsky, Clown de Dieu. La explosión colorista de Béjart en contraste con la sutileza de Balanchine, hizo que la fuga de Farrell fuera un doble golpe para su mentor durante tantos años. Béjart tiene un don especial para sacar el jugo escénico de sus destacados intérpretes, creando con ellos auténticos hitos en la historia del ballet contemporáneo. Todavía se acuerda de la interpretación de Victor Ullate en su Gaité Parisien.
Son numerosas sus colaboraciones con estrellas de gran renombre, donde ha sabido aprovechar sus perfiles artísticos y adaptar creaciones de gran personalidad. Artistas como Patrick Dupond, Maya Plisetskaya, Carla Fracci, Marcia Haydée, Laurent Hilaire, Eric Vu-an, Marie-Claude Pietragalla o Sylvie Guillem han disfrutado de la savia creativa del marsellés. Para su musa Jorge Donn, Béjart llegó a crear algunas de sus mejores ballets. Romeo y Julieta, Nijinsky, Clown de Dieu, Notre Faust y el Bolero de Ravel, entre otros, contaron con el sello del bailarín argentino, que llegó a ser Director Artístico del Ballet del Siglo XX. Actualmente, el bailarín francés Gil Roman, que ha recorrido todas las creaciones de Béjart desde su incorporación en la compañía en 1979, es Director Adjunto del Béjart Ballet Lausanne y cuenta con un papel principal en Le Presbytere…


Maurice Béjart nació en Marsella en 1927. Hijo del filósofo Gaston Berger, comenzó su carrera como bailarín con Birgit Cullberg, en Estocolmo. Considerado uno de los mitos de la danza contemporánea, crea su primera compañía en 1954, el Ballet de l´ Etoile, que subirá a escena un año más tarde la Sinfonía para un hombre solo. La obra de Bartók y Stravinski le inspirarán piezas como Sonate à trols y Le sacre du princemps, estrenadas por el Ballet-Théâtre de París, formación que dirige durante tres años. En 1960 los cambios surgidos en el seno del elenco derivan en la creación del Ballet del Siglo XX, que representará coreografías tan significativas como Boléro, inspirada en la música de Ravel.

Otro cambio, en 1987, dará lugar al nacimiento del Béjart Ballet Lausanne, compañía que dirige desde entonces y con la que ha presentado creaciones como Episodes, Nijinski y L´Art du pas de deux.