Image: Casandra renace en Getafe

Image: Casandra renace en Getafe

Teatro

Casandra renace en Getafe

Cinco países, tres directores y siete autores, en el García Lorca

18 abril, 2001 02:00

Los Derechos Humanos serán objeto de reflexión en el Teatro García Lorca de Getafe (Madrid) desde el próximo día 20. El Instituto Internacional del Teatro del Mediterráneo, dirigido por José Monleón, pone a prueba por segunda vez la conexión entre arte y política. El mito de la profetisa ignorada, Casandra, es el nexo que une a ambos espacios.rgo periplo por los caminos de la locura.

El mito de Casandra, la profetisa griega, objeto de burla incesante al no ser nunca creída, a pesar de predecir correctamente el futuro, sirve de vehículo al Instituto Internacional del Teatro del Mediterráneo para acercar al público un tema tan vinculado a la actualidad como son los Derechos Humanos.

La noche de Casandra surge como iniciativa del Instituto que dirige José Monleón y que ya comprobó su eficacia comunicativa con Argonautas. "Este espectáculo se encuentra dentro de la línea de nuestro instituto; queremos dar a entender que las diferencias culturales no tienen porqué significar nacionalismo. Lo mejor que se ha hecho en el mundo ha sido resultado de diferencias culturales", explica Monleón. Cinco países colaboran en la escritura del texto, tres directores se complementan en la puesta en escena y nueve actores, de tres países distintos (España, Italia y Portugal), dan vida a la historia sobre las tablas.

Metáfora de vida

Organizado en torno a un todo compuesto de partes múltiétnicas, el espectáculo se estructura como un "micromundo", una metáfora del funcionamiento perfecto que debería tener el mundo. La principal preocupación de Raúl Hernández, coordinador de dramaturgia, ha sido la de dar cohesión y trama a las 120 páginas de las que partían. "El punto de partida era buscar un hilo conductor a todo, no quería que fuese una sucesión de escenas, sino una historia única. Casandra se planteó en principio como un pretexto y resultó ser el aglutinante ideal".
La relación arte-política se manifiesta en La noche de Casandra desde su planteamiento inicial. Monleón matiza que "si entendemos política como la evidencia de estar en sociedad, el arte y la política van siempre juntos". En esta ocasión el teatro se convierte en plataforma de lo que Monleón define como "la gran corriente del teatro", el teatro comprometido que hace visible lo invisible, que levanta la voz para acercar al público experiencias que "por sí mismos podrían no tener nunca" y que intenta enriquecer de alguna forma al ser humano.

Son varios los intérpretes que dan vida a Casandra en el montaje, evitando así caer en la personalización del héroe. Esa Casandra, condenada por un despechado Apolo a no ser creída, clama ahora el ideal de civilización frente a los Estados que anulan al individuo. Esa voz va perpetuándose, naciendo de nuevo cada día, a través de distintas generaciones, hasta llegar a la utopía, lo que para Monleón sería "llegar a un mundo que funcionase a base de acuerdos, de encuentros". El optimismo del montaje pone el acento en esa utopía que, para Hernández, no es tal: "La noche de Casandra es una declaración de que esto se va a cumplir. Casandra puede sucumbir ante el poder pero su voz no es acallada y al final esa voz, su mensaje, triunfa".

Armonía global

Los tres directores tienen la misma presencia en el montaje, así lo explica Pedro álvarez-Ossorio: "A veces la acumulación de muchos colores da como resultado algo gris o neutro, pero nuestra idea es multicolor. Los tres nos hemos puesto de acuerdo en un espacio común y así vemos enriquecidas nuestras propias aportaciones con las que hacen los compañeros. No queremos que se sepa quién ha hecho cada cosa, la lectura debe ser global".
La escenografía se aleja de lo clásico, de la reconstrucción naturalista, para jugar con lo plástico, con los claroscuros y las energías en escena, acercándose al expresionismo. La música en directo tiene también un papel fundamental, al servir de nexo entre los distintos fragmentos del montaje y dotar de coherencia a las aportaciones, tan heterogéneas, que cada país hace al conjunto. Monleón matiza que "el resultado de que participen tantas nacionalidades distintas es, lejos de un caos, un todo armónico donde puede sentirse desde la angustia del escenógrafo esloveno, hasta la vida personal de un director andaluz".