Image: Director del Festival de Edimburgo Brian McMaster

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Teatro

Director del Festival de Edimburgo Brian McMaster

“El teatro europeo está saliendo de una larga sequía”

25 julio, 2001 02:00

Punto de peregrinación de turistas de todo el mundo, escenario imprescindible para los creadores escénicos, el Festival Internacional de Edimburgo se convierte desde el 12 de agosto en una de las citas más importantes dentro de los certámenes de verano. Luc Bondy, Carles Santos, Mikhail Baryshnikov o Pierre Boulez son los nombres que dan altura, un año más, a la programación de teatro, música y danza de la cita escocesa. EL CULTURAL habla con su director, Brian McMaster, sobre las novedades de este año, las claves de su prestigio, la evolución del teatro europeo, sus carencias y sus nombres más destacados. Además, Carles Santos escribe sobre Ricardo i Elena, que se presenta en el festival, mientras que Javier Villán analiza la figura y la obra del creador valenciano.

McMaster habla con la tranquilidad de los escoceses de las highlands y el acento suavizado de los ingleses de Bristol. Tiene 54 años, y la mitad de ellos los ha dedicado a las artes escénicas. Su opinión es el mejor termómetro para medir la temperatura escénica de la actualidad, mercurio elevado gracias a la fuerza propia del Festival de Edimburgo. McMaster lleva diez años al frente de este certamen, y más de media vida dedicada a su otra pasión, la ópera: ha sido director de programación de la English National Opera, gerente de la Welsh National Opera y director artístico de la Vancouver Opera. Un año más, el Edinburgh International Festival vuelve a centrar miradas y a congregar a los mejores nombres del teatro.

-¿En qué se cimenta el prestigio de este festival?
-Sólo hay que echar la vista atrás, a sus 54 años de historia, para ver por qué tiene la fama que tiene. Su programación ha sido fantástica y el prestigio de hoy es un reconocimiento justo. Innovación, tradición, nombres nuevos y consagrados... todo pasa por Edimburgo. Se han hecho cosas estupendas y hoy, cuando creo que voy a cerrar una programación innovadora, veo las de años anteriores y me doy cuenta de que cualquier idea brillante ya se ha tenido en el pasado. Eso es una dificultad pero todo un reto. El nivel de exigencia es muy alto si se quiere ser justo y coherente con la trayectoria del festival. Yo doy vueltas y vueltas a las cosas para seguir sorprendiendo y, por qué no, rompiendo, para estar en la avanzadilla, en primera fila.

-¿Cómo ha sido valorada la programación de este año: gente joven, consagrados, vanguardia, clásicos...?
-Intento conseguir un equilibrio entre todas las áreas y tendencias. Habrá efectivamente nombres consagrados como Merce Cunningham, o Mikhail Baryshnikov, y gente joven como Carles Santos o Shan Khan. Mi ideal sería que la gente pudiera tener la misma experiencia que tuve yo cuando fui a Edimburgo por primera vez, que haya algo que les impresione, que les cambie la vida. Si eso sucede con una sola persona me doy por satisfecho.

-¿Por qué ha elegido a Carles Santos con Ricardo i Elena como representante del teatro que se hace en España?
-Es uno de los grandes creadores de este momento. Yo lo descubrí en el Festival de Otoño de París, cuando todavía no era muy conocido, aunque llevaba mucho tiempo actuando allí. La audiencia de Edimburgo lo sigue, y lo que vamos a ver en el festival es algo muy representativo de su arte.

Presencia del teatro español

-¿Cómo valora el teatro que se hace en España? ¿Cree que se le tiene en cuenta en el extranjero?
-En Escocia se presenta mucho teatro español. Se están haciendo cosas muy interesantes en España, como los trabajos de Calixto Bieito, Carles Santos, Joan Font y Albert Boadella, por destacar algunos.

-¿Cómo cree que ha evolucionado el teatro en estos diez años?
-No ha evolucionado lo suficiente. Hay muy buenos textos, y muy buenos escritores, sobre todo jóvenes. Y también hay directores fantásticos, como Peter Stein o Luc Bondy. Pero es cierto que en cuanto a la dirección ha habido una sequía de nombres, ha faltado durante algunos años una generación entre directores como Stein y Calixto Bieito.Después de ese periodo se está comprobando que vuelve a haber directores interesantes que tienen algo que decir. En Europa estamos saliendo de esa sequía de nombres. Se está mejorando la situación pero queda mucho por hacer.

-¿Cree que en España sucede lo mismo?
-Quizás he generalizado demasiado con los directores. En España, por ejemplo, sí hubo esta sequía aunque en menor grado, porque ha existido cierta continuidad con compañías como Els Comendiants y Els Joglars, capitaneadas por Font y Boadella. En Inglaterra esa generación se perdió. En Francia y Alemania sucedió algo parecido, aunque en menor grado.

Texto frente a tecnología

-¿Ha asistido a la pérdida de algún género, tendencia y al nacimiento de otro?
-La tendencia más excitante en este momento es que el teatro está volviendo al texto. Si te fijas en los directores jóvenes internacionales: Bieito, Corseti... esta gente joven está basando su trabajos en el texto. El teatro de calle me parece una experiencia estimulante, pero en realidad lo que te va a cambiar la vida, lo que te da esa experiencia concentrada e intensa es el texto. Independientemente de todas esas tecnologías e innovaciones, el actor debe tener un texto sólido sobre el que trabajar. ése es el sustento del teatro, la esencia, y no se puede competir contra eso.

-¿Se pueden definir tendencias por países, qué nombres destacaría?
-Estos nombres corresponden a una opinión totalmente subjetiva. Pero yo señalaría en España a Calixto Bieito como el más relevante; Corseti en Italia; en Holanda Alice Zamywisk, y algún nombre joven que ahora no consigo recordar de Alemania y Francia. Entre ellos hay diferencias, gracias a Dios. Y eso es lo fantástico, son diferentes, grandes. Y estos nombres no son sino una confirmación de esa vuelta al texto de la que hablaba, aunque cada uno con sus peculiaridades.

-¿Y qué le parece el resurgimiento del teatro de calle, por ejemplo, tan presente en el Fringe, el festival "off"?
-La verdad es que no me entusiasma. Creo que es una experiencia demasiado difusa, pero es cierto que ha vuelto a estar presente en muchos festivales y los programadores lo tienen en cuenta.

-¿De qué criterios depende la selección de los nombres que componen la programación de este año y qué la diferencia de otras ediciones?
-El año pasado estuvo Bieito, este año está Santos. Tenemos a Bondy, a Heiner Goebbels... pero lo que marca la diferencia cada año depende de mi criterio. En realidad así ha sido todo los años. Al festival lo define el criterio de los directores que hemos pasado por él, para bien o para mal.

-¿Y cuáles son sus gustos?
-Yo siempre me he movido dentro del mundo de la ópera, que es el que conozco y en el que trabajo desde muy joven. Pero recuerdo que el primer año que me hice cargo de la dirección del festival no la programé. Eso era lo que todos esperaban. Yo me desmarqué para que no pensaran: "Ahora no vamos a tener nada más que ópera".

ópera en la programación

-Y sin embargo este año hay mucha y muy buena.
-Sí, cierto. Ya ha pasado mucho tiempo desde que comencé aquí y no tengo que demostrar que no tengo preferencias. Me permito el lujo de programarla porque ya no es lo evidente. Y además creo que enriquece el festival.

-Usted tenía una prometedora carrera como abogado labrada en Bristol. ¿Qué le llevó a adentrarse en el mundo de la ópera?
-Lo cierto es que el Derecho no me entusiasmaba. Así que cuando estudiaba la carrera iba todas las noches al teatro y a la ópera. Me encantaba. Comencé a trabajar en la compañía discográfica Emi como ayudante en el departamento internacional. Tuve mucha suerte porque a nadie en ese departamento le gustaba la ópera, así que a los 22 años me encontré llevando todos los proyectos importantes de ópera.

-¿Qué grado de riesgo hay en los montajes que se van a ver en esta edición del festival?
-Espero que todas y cada una de las actuaciones que se presentan este año tengan un elemento casi de locura. Pero lo que es cierto es que existe un elemento de riesgo en todos los montajes. Lo que más me gustaría como director es que la gente que en principio pensaba ir a una sola representación quede tan encantada que se anime a ir a otra, y a otra. Como hay 161 espectáculos espero que el público reincida, que vayan a ver otras cosas y, por qué no, que les cambie un poco la vida, como me sucedió a mí.

-¿Y qué nombre le cambió a usted la vida?
-Esa pregunta me obliga a hacer un poco de memoria, lo cual no viene mal porque después de tantos espectáculos vistos empiezas a olvidarte de lo que te influyó. Yo fui al festival de Edimburgo por primera vez cuando tenía 15 o 16 años. Fue una experiencia reveladora, única, todos los espectáculos a los que acudí me parecieron maravillosos. Y entonces decidí que cada verano durante el resto de mi vida iría a Edimburgo. Cambió de algún modo mi vida. Y ahora estoy allí y me pagan por ello. Es fantástico.

Aumento de espectadores

-Cuál es la situación del festival a día de hoy y el presupuesto con el que han contado?
-Es muy buena porque hemos vendido un cinco por ciento más de entradas que otros años a estas alturas. Sólo hay cuatro espectáculos que se han llenado, por lo que no hay problemas de entradas. En cuanto al presupuesto, hemos contado con seis millones de libras. De las cuales un millón trescientas mil vienen del Ayuntamiento, setecientas mil del Consejo de las Artes, un millón seiscientas cincuenta mil de patrocinadores privados y el resto de la taquilla. Una taquilla que va subiendo cada año.

-¿Hasta qué punto Edimburgo deja de ser un simple enclave para integrarse en el festival?
-éste es un caso extraño de simbiosis entre festival y ciudad. Edimburgo ha sido centro neurálgico de artistas y compañías anglosajones. Pero además, la ciudad le debe mucho al festival porque gracias a él se la ha dotado de una red de teatros y salas de conciertos -incluso de hoteles- que la sitúan en la vanguardia de las ciudades preparadas para estas expresiones artísticas.

Un tándem aguerrido

Aunque el Festival de Edimburgo tenga muchas facetas, la musical y la lírica forman, sin duda, el tándem más aguerrido del evento. En Gran Bretaña están más que obsesionados con reivindicar a Berlioz y prueba de ello es que las actividades operísticas se iniciarán con Los Troyanos en dos sesiones y en versión de concierto, con Donald Runnicles al frente y la celebrada Petra Lang (espléndida en su reciente grabación con Colin Davis) entre los protagonistas. No será el único acontecimiento. La tradición mozartiana de la capital escocesa es reconocida y así podrá verse un Idomeneo con Sir Charles Mackerras con un reparto comandado por Ian Bostridge y Barbara Frittoli, un morboso Così fan tutte, dirigido por Andras Schiff, que puede mostrar su talante como director operístico, así como La flauta mágica procedente del Festival de Aix, que lleva recorriendo media Europa. De Rossini se presentará su Armida, con Cecilia Gasdia y Bruce Ford, con el aplaudido Carlo Rizzi en el foso.

El capítulo contemporáneo vendrá con la representaciones de Ricardo i Elena de Carles Santos y Trois Soeurs de Peter Eütvüs, una obra que día a día se impone con más fuerza, así como el estreno mundial de Parthenogenesis de James McMillan, del que recientemente pudo escucharse con asombro en España su Veni, Veni, Emmanuel. Del pasado siglo se presentará un Castillo de Barbazul de Bartok dirigido por Pierre Boulez con Michelle De Young y Laszlo Polgar y un San Francisco de Asís de Messiaen con Reinbert de Leeuw, respetado director del panorama contemporáneo.

Edimburgo es también ciudad de orquestas y por allí pasarán diversas formaciones que, en muchos casos harán doblete con Londres, como la City of Birmingham, la Nacional Rusa, la Gustav Mahler, la Sinfónica de Boston y la Filarmónica de San Petersburgo. Hay que recordar la presencia de importantes solistas como el citado Schiff y Gustav Leonhardt, así como eventos concretos, como el encuentro de Matthias Goerne con Alfred Brendel, además de las apariciones de Petra Lang y Dorothea Rüschmann.