Teatro

Gozosa liberación

17 octubre, 2001 02:00

La idea de un festival internacional de teatro es buena en sí; pero los festivales como materialización de esas ideas suelen ser menos buenos. El recuerdo de la edición del año pasado del Festival de Otoño no es, precisamente, alentador. Algunos despropósitos, y al imperio de la danza sobre otras disciplinas se añadió en ocasiones, la mala suerte; caso de Ute Lemper, cuya repentina afonía la dejó fuera de juego y al festival y a los espectadores con la miel en los labios, pues la función inaugural ya había comenzado. Ute Lemper repite este año y es de esperar que no se repita el infortunio.

Un festival ha de ser una muestra de espectáculos singulares, una selección de obras atractivas por su extrañeza, su calidad y su rigor artístico. Aunque luego pasen, o hayan pasado antes, por el circuito comercial las obras que concurren en un festival y, por lo tanto, en el de Otoño de Madrid han de ser selectas y escogidas. La actual cartelera madrileña, salvo excepciones, es tan deprimente, copada impúdicamente por musicales de toda clase y condición, que a poco que nos ofrezca este festival será una gozosa liberación. Coincide en el tiempo con el Madrid Sur que tiene otros objetivos y otra naturaleza ética y estética. O sea que, a las apreturas de tiempo y a las urgencias que limitan algunos espectáculos a dos, tres o una única representación se añade la acumulación; y los quebraderos de cabeza para las secciones culturales de los periódicos, y no digamos para los críticos de teatro.