Image: Josefina Molina-Jaime Chávarri

Image: Josefina Molina-Jaime Chávarri

Teatro

Josefina Molina-Jaime Chávarri

Los dos cineastas se reencuentran esta semana en las tablas

9 enero, 2002 01:00

Jaime Chávarri. Foto: Mercedes Rodríguez

Son más conocidos por su labor cinematográfica, pero también han trabajado en teatro. Ahora vuelven a las tablas con dos montajes de distinto perfil. Por un lado, Josefina Molina lleva mañana al Teatro Central de Sevilla La Lozana andaluza, comedia del siglo XVII ambientada en el mundo de la prostitución, de Francisco Delicado; por otro, Jaime Chávarri presenta de la mano de Cayetana Guilén Cuervo y Santiago Ramos La Prueba, ganadora del Pulitzer 2000, original de David Auburn. Se estrena el viernes 11, en el teatro Marquina de Madrid.

-Hacía tiempo que no se le veía por los teatros. ¿Qué le ha animado de esta obra para volver a las tablas?
-Josefina Molina: Desde que puse en escena Cartas de amor, he dirigido una película (La Lola se va a los puertos), la serie para TVE Entre naranjos, he escrito tres novelas (Cuestión de azar, En el umbral de la hoguera y Los papeles de Bécquer) y un libro autobiográfico (Sentada en un rincón); he realizado cuatro episodios de la serie Esta es mi tierra. Finalmente en este otoño he vuelto al teatro para dirigir Cinco horas con Mario de Delibes, con Lola Herrera, que está ahora en gira. Con todo esto, aunque me hubiera gustado volver antes al teatro no disponía de tiempo para hacerlo. Emilio Hernández, director del Centro Andaluz de Teatro, ya me había propuesto colaborar con ellos y desde hace más de un año decidimos que sería con La lozana andaluza, de Delicado, versión de Rafael Alberti. Una propuesta del CAT que yo he asumido por diversas razones. Primero, porque rescatar un clásico es siempre un bien cultural; segundo, porque la Lozana es un personaje femenino inteligente, fuerte y libre; y tercero, porque la obra trata del mundo de la prostitución, cosa tan generalizada hoy, que ya no se puede aplicar este término sólo al sexo.
-Jaime Chávarri: Hacer teatro es difícil cuando no se está integrado en el mundillo. Es más cerrado y más pequeño que el del cine y sin los contactos adecuados es realmente complicado. Yo dependo de mis fechas entre películas y cursos, de que algún productor me llame y sobre todo de que la obra me guste. La prueba no se parece en nada a ninguna de las obras que he dirigido; es una obra realista de forma, de descripción de personajes y sus relaciones, y de alguna forma toca un tema muy interesante, la inteligencia emocional.

-¿Puede adelantar sus intenciones al dirigirla?
-J. M: Mi intención más potente ha sido la de acercar la obra al ano 2002, desentrañarla para que se entienda, y construir un espectáculo dinámico que al fin nos hable de solidaridad entre hombres y mujeres como única y posible solución. En la Lozana hay realmente una toma de conciencia que resulta muy interesante.
-J. C:. Dirigiendo intento acercar los personajes al espectador. En este caso, aunque afortunadamente no puede hablarse de "mensaje" propiamente dicho, La Prueba es una reflexión sobre la inteligencia emocional y el genio. Un crítico americano la definió como "una obra sobre matemáticos a quienes les importan mucho más sus sentimientos que las matemáticas", y estoy de acuerdo.

-Antes, el teatro servía al cine de inspiración. Ahora son las películas las que son adaptadas al teatro ¿Está falto el teatro de ideas?
-J. C: El teatro, que lleva siglos muriéndose con muy buena salud, tiene una alarmante necesidad de textos contemporáneos. En nuestro país esta carencia es más preocupante aún.
-J. M: Nos tendremos que acostumbrar a la cultura del mestizaje y al trasvase de unas artes en otras. No estoy tan dentro del mundo del teatro como para afirmar que esté falto de ideas. Como espectadora noto una especie de atonía que es más evidente en el teatro privado, quizá no se trate tanto de falta de ideas en autores, directores y actores, como en la falta de cauces para que se lleven a cabo.

-¿Cuál cree que es la diferencia esencial entre cine y teatro?
-J. M: Indudablemente la proximidad del esfuerzo que hacen los actores, la inmediatez de lo que ocurre sobre el escenario que nunca volverá a ocurrir de la misma manera. Cito de memoria a Peter Brook: "Un hombre camina por un espacio vacío mientras otro le observa y esto es todo lo que se necesita para realizar un acto teatral. El dramaturgo es el hombre más libre, pues puede llevar el mundo entero al escenario". Son grandes verdades que constituyen la diferencia esencial entre el cine y el teatro.
-J. C: Para un director, supone tener tiempo con los actores. En cine los actores obedecen; en teatro se trabaja con ellos.

-Uno de los aspectos que más se critica del teatro es su dependencia del dinero público ¿Qué consecuencias cree que puede tener esta situación a largo plazo?
-J. C: También el cine necesita ayudas. Son siempre un arma de doble filo.
-J. M: Mire, las leyes del mercado no están por apoyar la cultura, para qué nos vamos a engañar, y menos en el mundo del espectáculo. Hace tiempo me decían que cuando existieran las televisiones privadas sí que íbamos a poder disfrutar de calidad. Las televisiones privadas lo que han hecho es neurotizar a la audiencia y si queremos calidad hay que pagar. Ya me dirá lo que se puede esperar de la tan encomiada iniciativa privada que en teatro no sale de un ladrillo dando palos de ciego sin conseguir que el público vaya al teatro sino para ver musicales pasados de moda en Londres o Nueva York. Claro que el Estado tiene que apoyar al teatro, como apoya al cine y a la ópera, pero su responsabilidad es muy grande, porque cuando se financia cultura con el dinero del contribuyente hay que hilar fino y servir de contrapunto al mercado, no ser contaminado por él, ni gratificar a amigos, ni practicar el sectarismo. Hay que atender sobre todo a los espectadores, que merecen buen trato; yo llamo buen trato a estimular su gusto ético y estético, su capacidad de reflexión y de emoción y aficionarle a la cultura como algo que está enraizado en su vida y no puesto en un pedestal.

-¿Es una ventaja o desventaja que el teatro actual, al menos el que se exhibe hoy, no utilice la realidad como fuente de inspiración?
-J. M: Una clara desventaja.
-J. C: El teatro realista es tan válido como el otro. Estas cosas conllevan siempre un elemento irracional, que es el talento. Si lo hay, poco importa la clase de obra que se lleve a cabo.

-¿Cree que hoy el actor tiene capacidad de decisión en el teatro? ¿Qué dice frente a los que critican que los directores son poco proclives a llevar a escena obras de autores nuevos?
-J. C: Por supuesto que sí. Un actor de cierta importancia puede elegir obra, director, etcétera. Y durante el trabajo también hay que escucharles y aprovechar lo que aporten. En cuanto a descubrir autores nuevos, creo que la cartelera de teatro independiente está lleno de ellos; los que valgan, saldrán adelante.
-J. M: El actor cuenta en el teatro, ¿cómo no?, pero se ha perdido a la "estrella". No sabría decirle si para bien o para mal, hay pocos relevos para nuestras grandes estrellas teatrales. Sólo los actores que forman compañía pueden controlar un espectáculo como productores del mismo y tener capacidad de decisión. La segunda parte de la pregunta presupone que los directores tienen una capacidad de decisión superior a la que tienen en realidad. Eso habría que criticarlo en los productores teatrales o en los que dirigen los teatros públicos. Ellos le contarían que no es tan fácil encontrar textos verdaderamente potentes.

-Hay autores que prefieren ser dirigidos por cineastas, como por ejemplo Sanchis Sinisterra. Dicen que éstos son más fieles al texto, no tergiversan la obra porque no añaden nada.
-J. M: No es mi caso, yo cambio lo que creo que tengo que cambiar de un texto si con ello creo que beneficio el espectáculo. Si no tengo esa libertad prefiero no dirigirlo. Un texto teatral no tiene su verdadero valor hasta que no se ve sobre las tablas y el autor que pretenda que no se le cambie nada puede estar cavando su propia fosa.
-J. C: Sanchis Sinisterra me parece uno de los pocos grandes autores vivos. No le conozco personalmente e ignoro lo que puede haber detrás de su declaración. Quizá los directores de teatro partan más del fenómeno teatral en sí y los de cine busquemos más reflejar la vida, con menos distanciamiento.