Locura de amor
Autor: Sam Shepard. Director: Antonio Simón. Intérpretes: Jordi Figueras, Marta Domingo, Francesc Pujol y Jordi Serrat. Nou Tantarantana. Barcelona
En una habitación de un motel barato del oeste, mágicamente recreado por Paco Azorín, una pareja -Jordi Figueras y Marta Domingo- revive con pasional violencia su amor y sus rupturas mientras corre ruidosa y vertigionasamente por el escenario, ofreciéndonos él sus acrobacias y dominio del lazo. En las últimas escenas ejerce de testigo casi impasible la actual pareja de ella -Francesc Pujol-, en todo momento vibra la presencia de la imagen del padre -Jordi Serrat-, voz y conciencia del pasado.
El texto de Sam Shepard, el dramaturgo del contemporáneo oeste norteamericano, incide en la violencia de unos sentimientos ancestrales desmesurados, capaces de unir la pasión al incesto, pero no penetra en nuestro pensamiento ni en nuestras emociones. Al espectáculo, brillante y entretenido, bien interpretado aunque sobreactuado, le falta tensión y profundidad. Se queda a menudo en la superficie, en los golpes y las carreras de un western cinematográfico, al ritmo uniformemente trepidante que le ha dado la dirección de Antonio Simón.
En una habitación de un motel barato del oeste, mágicamente recreado por Paco Azorín, una pareja -Jordi Figueras y Marta Domingo- revive con pasional violencia su amor y sus rupturas mientras corre ruidosa y vertigionasamente por el escenario, ofreciéndonos él sus acrobacias y dominio del lazo. En las últimas escenas ejerce de testigo casi impasible la actual pareja de ella -Francesc Pujol-, en todo momento vibra la presencia de la imagen del padre -Jordi Serrat-, voz y conciencia del pasado.
El texto de Sam Shepard, el dramaturgo del contemporáneo oeste norteamericano, incide en la violencia de unos sentimientos ancestrales desmesurados, capaces de unir la pasión al incesto, pero no penetra en nuestro pensamiento ni en nuestras emociones. Al espectáculo, brillante y entretenido, bien interpretado aunque sobreactuado, le falta tensión y profundidad. Se queda a menudo en la superficie, en los golpes y las carreras de un western cinematográfico, al ritmo uniformemente trepidante que le ha dado la dirección de Antonio Simón.
